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19/06/2010 | Estrategia irlandesa o fórmula griega

Alan Reynolds

Algunos dirían que en Grecia lo que abunda no daña.

 

Pero si el equipo económico de Obama verdaderamente cree que los déficit proveen un “estímulo fiscal” a la economía, ¿por qué no le están aconsejando a los griegos que incurran en mayores déficit en el presupuesto?

Aunque los déficit y las deudas de Grecia han dominado las noticias últimamente, a fines del año pasado la crisis fiscal de Irlanda era ampliamente considerada al menos igual de peligrosa para el euro. Irlanda se encuentra en el peor de los problemas de todos los países de la eurozona, reportó en ese entonces el Fondo Monetario Internacional (FMI). El déficit presupuestario de Irlanda era tan grande como el de Grecia en 2008 y la economía irlandesa se había contraído en un 9 por ciento en 2009.

Pero hoy en día no oímos de Irlanda. ¿Por qué no? Porque dicho país repitió exitosamente lo que había hecho tan valientemente a fines de los ochenta —recortó drásticamente el gasto público en salarios y beneficios, subsidios y transferencias.

Por ejemplo, los salarios del servicio civil en Irlanda se redujeron el año pasado entre 5 y 15 por ciento. A diferencia de Portugal, Irlanda no implementó aumentos de impuestos perjudiciales. A diferencia de Grecia, que se está endeudando cada vez más con sus vecinos al tiempo que les ruega por un rescate, Irlanda ahora le está prestando a Grecia 1.300 millones de euros.

En resumen, Irlanda brinda una lección admirable de responsabilidad fiscal a Grecia, Portugal, España —y, posiblemente, a EE.UU.

El director del Presupuesto de la Casa Blanca, Peter Orszag, dijo que EE.UU. no está “en peligro inminente” de una crisis de proporciones griegas, pero, agregó, “preferiría estar lidiando con este problema ahora en vez de tener que hacerlo después”.

La deuda nacional griega constituye 125 por ciento del producto interno bruto, comparado con la de EE.UU. que representa el 60 por ciento del PIB.

No obstante, si el gasto continuara aumentando como lo ha hecho durante los años Bush-Obama, la deuda estadounidense podría fácilmente exceder el 90 por ciento del PIB para el 2010. A ese nivel, la idea de EE.UU. enfrentándose a una crisis de proporciones griegas no sería un chiste.

“Los altos niveles de deuda en relación al PIB (90 por ciento o más) están asociados con un crecimiento particularmente más bajo”, escriben los economistas Carmen Reinhardt de la Universidad de Maryland y Kenneth Rogoff de Harvard en la edición de mayo del American Economic Review. Ellos estudiaron el efecto de la deuda pública sobre el crecimiento económico en 44 países desde 1900. Cuando la deuda excede el 90 por ciento del PIB entre los países desarrollados, descubrieron que el crecimiento económico anual se desacelera de una tasa de 3 por ciento a solamente 1,7 por ciento.

“Queremos estar seguros que nunca nos enfrentemos con el tipo de opciones con las que se enfrenta ahora Grecia”, ha advertido Orszag.

Eso requiere que se tomen las decisiones correctas lo más pronto que tarde. A partir de la experiencia de otros países —incluyendo Irlanda— sabemos que eso implica controlar el gasto, y no aumentar las tasas de impuestos.

En un estudio para el Departamento Nacional de Investigaciones Económicas, los economistas de Harvard Alberto Alesina y Silvia Ardagna, examinaron cómo 21 economías desarrolladas lidiaron con el gasto público y los impuestos entre 1970 y 2001. Cuando había que reducir los déficit presupuestarios, descubrieron que de “los ajustes fiscales, aquellos basados en recortes del gasto y sin aumentos de impuestos tienen más probabilidades de reducir los déficit y la deuda en relación al PIB que aquellos basados en aumentos de impuestos. Además, los ajustes por el lado del gasto, a diferencia de aquellos por el lado impositivo, tienen menos probabilidades de generar recesiones”.

Los autores descubrieron que los planes exitosos para reducir el déficit —aquellos que reducen el déficit sin perjudicar el crecimiento económico— están “completamente basados en reducciones al gasto acompañado de una modesta disminución de los impuestos”. El gasto fue recortado en reaproximadamente un 2 por ciento del PIB, siendo la disminución en los beneficios sociales la mitad de todo el gasto eliminado.

Irlanda, por ejemplo, primero se convirtió en el “tigre celta” al reducir el gasto público en 6,9 por ciento entre 1987 y 1989. Aquellos recortes en el gasto facilitaron la adopción del celebrado impuesto de renta sobre las empresas del 12,5 por ciento, además de los importantes recortes en las tasas de impuestos sobre la renta personal, los impuestos sobre los salarios y los impuestos al consumo.

La economía irlandesa de repente pasó de tener una tasa de crecimiento del 0,2 por ciento a principios de los ochenta a contar con una del 7,2 por ciento de 1989 al 2001. Se desaceleró solamente un poco, a 5,3 por ciento, entre el 2002-2007. Con el PIB casi duplicándose cada década, la relación de deuda al PIB en Irlanda cayó de 125 por ciento al 25 por ciento para el 2007.

Sin embargo, en el 2008-2009 sufrió una de las peores crisis hipotecarias y bancarias en el mundo. No obstante, el gobierno evitó los esquemas de “estímulo fiscal”, y más bien recortó el gasto en más del 6 por ciento.

Un resultado importante fue el de mantener la calificación de crédito del país. El Banco Central Europeo reporta que el rendimiento de los bonos a 10 años del gobierno irlandés era de 4,76 por ciento en abril, comparado con el rendimiento de los bonos de Grecia del 7,83 por ciento —y que llegaron a estar cerca del 15 por ciento en ciertos momentos.

A diferencia de Grecia, la economía irlandesa está mostrando señales alentadoras de recuperación. La industria aumentó sólidamente en marzo y abril y la confianza de los consumidores, así como también las ventas al por menor, están al alza .

“La estrategia irlandesa para lidiar con la reciente recesión”, dijo el consejero de inversiones Michael Johnston, “fue muy distinta de las estrategias implementadas por EE.UU. y gran parte del resto del mundo desarrollado. La mayoría de los gobiernos pusieron a trabajar las imprentas a máxima capacidad y empezaron a inyectar ronda tras ronda de capital a la economía global. Irlanda caminó en la dirección opuesta, imponiendo recortes draconianos en el presupuesto y controlando el gasto público”.

La estrategia irlandesa funcionó en 1987-89 —y está funcionando ahora.

Esta es una lección que Washington debe aprender ahora.

Este artículo fue publicado originalmente en Politico.com (EE.UU.) el 9 de junio de 2010.

El Cato (Estados Unidos)

 


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