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26/07/2006 | EE.UU.: Sin inteligencia (todavía)

Alan Reynolds

Algunos de mis comentaristas conservadores favoritos parecen estar decepcionados de que la Casa Blanca y la prensa le prestaron poca atención a la noticia de que “Las fuerzas de la coalición han recuperado cerca de 500 municiones de armas [en Irak] las cuales contienen elementos degradados de mostaza o sacarina”.

 

Aquella noticia vino de un memo de una página del director de inteligencia nacional, John D. Negroponte, enviado para respaldar al representante de Michigan Peter Joekstra, director del Comité de Inteligencia del Congreso. El senador de Pennsylvania Rick Santorum también se involucró. Junto con muchos entusiastas republicanos, ellos creen que el presidente debería pararse y gritar: “Ven, se los dije. ¡Saddam en verdad tenía armas de destrucción masiva!”

L. Brent Bozell III, el persuasivo presidente del Centro para Investigación de la prensa, se quejó de que los principales periódicos enterraron esta historia. Sin embargo no es posible que la prensa haya podido hacer eso si la administración hubiese hecho alarde de la noticia. El Sr. Bozell sospecha que el “Equipo Bush” ha sido silenciado “debido a la intimidación de la prensa”. Eso es poco probable.

Primero, encontrar a esas 500 balas no fue gran sorpresa. Mi artículo de noviembre del 2005, “Sin inteligencia”, criticó el reporte de la CIA del 2002 sobre las armas de destrucción masiva en Irak. Entre los pocos datos concretos dentro de un reporte que de otra manera hubiese sido vago, lo que yo resalté, fue que “Irak no ha explicado alrededor de…550 balas de artillería llenas del elemento de mostaza”.

Aquella información vino del satanizado monitoreo de la Comisión de las Naciones Unidas de Vigilancia, Verificación e Inspección (UNMOVIC por sus siglas en inglés). Yo no dudo de que tales balas de artillería hayan permanecido ahí luego de la guerra en Irak de 1991. Pero, yo pregunté, ¿cómo podría cualquiera “en realidad imaginar que los terroristas simplemente podrían…disparar balas de artillería desde cañones en las calles estadounidenses?”

Las balas de artillería pesada son armas de campo de guerra—no son fáciles de esconder en las maletas de los terroristas. Una bala de 155-milímetros tiene un diámetro de más de 6 pulgadas y requiere de un cañón de entre 10 a 12 pies de largo. Un mero tanque no sería suficiente para lanzar tales balas. Un howitzer alemán de 155-milímetros pesa 55 toneladas.

El memo de Negroponte concierne “a las municiones químicas llenas y vacías que datan desde antes de la guerra del Golfo Pérsico”. Esto se refiere a los “proyectiles rellenos de sarina—y mostaza”, es decir, balas de artillería de 155 milímetros. “Mientras que los elementos se degradan con el tiempo”, el memo procede, “los elementos de guerra químicos siguen siendo peligrosos y potencialmente letales”.

Muchos de los químicos son un desperdicio peligroso. Pero “potencialmente letales” podría significar cualquier cosa, hasta tragarse una libra de eso. El gas de sarina seguramente podría ser letal si está fresco y cerca. Sarina fue utilizado en el ataque terrorista de 1995 en el sistema de trenes subterráneos de Tokio que mató a 12 personas y en un ataque de 1994 que mató a siete en Matsumoto, Japón.

Diecinueve muertes son lo más cerca a “destrucción masiva” que el mundo ha visto del uso por parte de los terroristas (comparado con el uso en el campo de guerra) de elementos químicos o biológicos. Aún así la sarina se degrada muy rápidamente. UNMOVIC concluyó hace años que sería “poco probable que (las municiones llenas de sarina en Irak) todavía funcionarían hoy”.

¿Qué hay de las balas de artillería pesada llenas de “gas de mostaza” viejo (mostaza de sulfuro)? Aquello es material de desperdicio peligroso, con certeza—cualquiera que abriese esas balas sin los guantes apropiados todavía sería quemado severamente. Pero es un arma de destrucción masiva muy poco probable, particularmente en esta forma y a estas fechas tan tardías.

En el 2000, la Agencia de Administración de Emergencia Federal reportó: “El Congreso estadounidense ha ordenado que la armada estadounidense destruya ciertos tipos de armas químicas acumuladas en ocho instalaciones de la armada estadounidense en el territorio continental de EE.UU. a lo largo de los próximos años. Los expertos creen que la posibilidad de un accidente involucrando estas municiones químicas obsoletas es remota”. EE.UU. calladamente se deshizo de su mostaza de sulfuro para febrero del 2005 sin algún riesgo de destrucción masiva.

La mostaza de sulfuro es comúnmente denominada “gas de mostaza”, pero no es ni mostaza ni gas. Es un líquido a una temperatura por encima de los 58 grados Fahrenheit llamado “mostaza” debido a su olor y color. Causa ampollas y es potencialmente dañino para los pulmones y los ojos (razón por la cual las tropas cargan máscaras de gas).

De acuerdo a los Centros para el Control de Enfermedades: “La exposición al gas de mostaza usualmente no es fatal. Cuando la mostaza de sulfuro se usó en la Primera Guerra Mundial, mató a menos de un 5 por ciento de las personas que fueron expuestas a el y recibieron atención médica”. Muchos de los estimados del grado de letalidad van del 1 al 3 por ciento.

La mostaza de sulfuro dentro de las balas de artillería viejas de Irak era un arma de campo de guerra. Su valor estratégico puede haber sido lento para tropas enemigas al forzarlas a ponerse trajes protectivos y máscaras de gas en el clima extremadamente caliente de Irak.

Las balas de artillería de cualquier tipo no son armas de terroristas, pero las balas llenas con explosivos son mucho más letales que aquellas con gas de mostaza. Cualquier mostaza de sulfuro degradada que todavía queda dentro de dichas balas sería muy difícil de remover sin destruir al agente químico (y destruir a la persona realizando esto).

La razón por la cual el gas de mostaza fue prohibido por la Convención de Ginebra de 1925 no fue porque era letal (es mucho menos letal que los explosivos legales), sino porque las ampollas causaban un dolor extremo y a veces hasta ceguera.

La percepción del gas de mostaza antiguo como una increíble y nueva “arma de destrucción masiva” parece provenir de una historia muchas veces repetida sobre las muertes en Kurdistán debido a otras causas (incluyendo la sarina). La página Web del Consejo de Relaciones Externas dice: “Saddam Hussein usó gas de mostaza en Kurdistán…El peor ataque ocurrió en marzo de 1988 en el pueblo Halabja de Kurdistán; una combinación de elementos químicos incluyendo al gas de mostaza y a la sarina mataron a 5.000 personas”. Pero el reporte del 2002 de la CIA aseveró que solo “cientos” de muertes ocurrieron en Halabja y dijo que se pretendía matar a los iraníes.

El memo de Negroponte muestra preocupación de que “las armas iraquíes de antes de la guerra del Golfo Pérsico podrían ser vendidas en el mercado negro. El uso de estas armas por terroristas o grupos insurgentes podría tener implicaciones para las fuerzas de la coalición en Irak. La posibilidad del uso de estas fuera de Irak no puede ser descartada”.

Este es el mismo tipo de conjetura de “y si” que llenó el reporte del 2002 de la CIA. Nosotros no podemos descartar la posibilidad de que extraterrestes volando en sus naves estén apunto de tomar control de la tierra. Y tampoco podemos descartar la posibilidad de que los unicornios verdaderamente existan.

En realidad, cualquier “uso de estas armas (balas de artillería) por parte de terroristas o grupos insurgentes requeriría de que ellos posean howitzers autopropulsados de 55 toneladas. ¿Puede imaginarse encontrar uno de esos vehículos altamente armados volando alrededor de Bagdad sin que nadie se percate de ellos, mucho menos en la ciudad de Nueva York? Aún si los terroristas pudiesen lanzar balas de artillería pesada en cualquiera de estas dos ciudades, ¿por qué quisieran que estén llenas de algo que causa ampollas mucho más que muertes?

El presidente fue juicioso al restarle importancia a este no-incidente respecto al descubrimiento de algunos cientos de balas de artillería pesada llenas con mostaza de sulfuro que data desde antes de 1991. Haber hecho lo contrario hubiese resultado ser muy vergonzoso. Sus críticos conservadores deberían, de igual manera, sabiamente dejar el incidente atrás.

Este artículo fue publicado originalmente en el Washington Times el 9 de julio de 2006.

Traducido por Gabriela Calderón para Cato Institute.

El Cato (Estados Unidos)

 



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