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28/12/2005 | Días difíciles

Moshe Yanai

Éstos son días difíciles para quienes soñaran con un acuerdo entre judíos y árabes. Mientras que en Israel se está formando una impresionante mayoría en pro de la creación de dos estados, crece la polarización y el odio fanático entre los palestinos, evidenciados en la cada vez mayor influencia del Hamás en la calle árabe.

 

Ser de izquierda no implica forzosamente que se sea anti-israelí. Es cierto que la pluralidad de la izquierda europea lo es. Muchas veces, rabiosa e incomprensiblemente. Pero nosotros, asiduos lectores de El Reloj, bien leemos los comentarios de una conocida y respetada escritora y periodista catalana que aunque reconoce a viva voz integrar esa tendencia, sabe muy bien apreciar el cariz real de la situación, y definidamente está de nuestro lado. Y para dejar constancia, agregaría lo que eso bien nos complace y enorgullece.

He vuelto a acordarme de ello cuando el viernes pasado leí, entre la plétora de los artículos propia de la prensa hebrea del viernes, un artículo publicado en el Maariv y firmado por Amnon Rubinstein. Entonces recordé que en sus comienzos la TV israelí se reducía a un modesto canal único que transmitía algunas horas diarias, y su programación era toda en blanco y negro. En aquellos días lejanos de los años ’70 se podían contar con los dedos los programas que se veían. Pero a veces la calidad superaba la diversidad, la vistosidad y el colorido de hoy. Así es que en un estudio simple, sentados a una mesa como cualquier otra, se podía ver cada semana a un grupo de periodistas y políticos discutiendo el tema del día. Eran aquéllos debates apasionantes, plenos de contenido, con menos teorías y más sentido práctico. El maestro de ceremonias estaba a cargo de un joven, dinámico y bien versado comentarista: se llamaba profesor Amnon Rubinstein. Dictaba clases de Derecho en la Universidad de Tel Aviv. Pocas personas interesadas en esta clase de programación se perdían estos inspiradores debates. El carisma de ese estudioso que conducía los debates hipnotizaba prácticamente a todos.

Posteriormente, el inquieto y flamante estudioso entraría en la política, fundaría un pequeño pero muy pragmático partido del centro denominado “Shinui” (nada que ver con el actual), que se convertiría en “Dash”, que fue la sensación de fines de esa década. Más tarde integró el partido Meretz. Rubinstein llegó a ser diputado y un muy exitoso ministro de Educación y Cultura durante unos años, pero en 2000 abandonó la vida política para dedicarse nuevamente a la actividad académica, y ahora se desempeña como rector de la Escuela de Derecho de Netania. Y sigue estando en la noticia, como comentarista político y social de la izquierda moderada, escribiendo tanto libros como artículos. Una de esas figuras que se hacen respetar por la seriedad de sus opiniones.

En el artículo de referencia, Rubinstein nos dice que éstos son días difíciles para quienes soñaran con un acuerdo entre judíos y árabes. Mientras que en Israel se está formando una impresionante mayoría en pro de la creación de dos estados, crece la polarización y el odio fanático entre los palestinos, evidenciados en la cada vez mayor influencia del Hamás en la calle árabe. Aunque aún existe una tenue esperanza que se modifique ese modo de pensar, los últimos acontecimientos en Gaza parecen apagar incluso esa sutil posibilidad. La Autoridad Palestina no cumple sus funciones más elementales, y no importa si es que no puede o no quiere hacerlo; el hecho evidente es que Gaza se está convirtiendo en una base bélica contra Israel. Los misiles que han caído en un arrabal de Ashkelón solamente parecen “anticipar” lo que puede ocurrir más tarde: la aparición de misiles más potentes y de mayor alcance, que obligarán a Israel a reaccionar y agravarán ese círculo vicioso. Y lo que es todavía peor; puede llegar un día en que tales proyectiles aparezcan en la Margen con los auspicios de Teherán, quien intentará completar lo que no llegó a realizar completamente el odioso jerarca nazi.

La respuesta más efectiva al peligro nuclear que se vislumbra en Irán sería el ingreso de Israel en la OTAN o, en lugar de ello, una alianza militar con los EE.UU., lo que tal vez pueda detener a Teherán. Pero una condición previa para concretarlo, si es que es dado hacerlo, sería poner fin a la ocupación. A su modo de pensar, eso es algo que choca con los valores democráticos de Israel, hace peligrar la mayoría judía y causa innumerables injusticias a los palestinos.

Por lo tanto, qué nos quedaría por hacer, se pregunta el Dr. Rubinstein. Aunque no lo diga textualmente, no le parece indicado entregar esos territorios al dominio palestino. Por ahora, no puede ofrecer ninguna garantía. Solamente habría una opción: que las naciones occidentales se hicieron cargo de los territorios a ser desocupados, o que de no ser ello posible, se establezca un mandato de la ONU que sea regido por los dos países árabes que mantienen relaciones con Israel: Egipto y Jordania. Sea como fuere, la exigencia categórica sin cuyo cumplimiento no es posible negociar con la A.P., es que se desarme a las organizaciones terroristas. Toda Europa lo comprende y el antecedente de Irlanda del Norte bien lo ilustra.

Seguidamente, critica el comentarista el hecho de que el presente dirigente del Laborismo, “en un acto de aventurismo político”, haya renunciado a esa condición indispensable para asegurar la existencia de Israel. Incluso quien realmente desea concertar la paz con los palestinos, debería comprender que esa ceguera no nos puede ayudar en estos días difíciles, afirma. Por lo tanto, advierte, no obstante todas las habladurías de una izquierda un tanto adormecida por la enorme potencia militar del país, el Estado judío estaría regresando a los primeros días de su existencia, a la época de la Guerra de la Independencia, cuando estaba en la balanza la existencia de esta isla judía democrática en un océano de hostilidad árabe y musulmana.

Hasta aquí el pensamiento de una caracterizada figura israelí. Se puede o no estar de acuerdo con sus lineamientos, pero es evidente que no carecen de cierta lógica. Desde luego, su realización no puede ser fácil, todo por el contrario, estaría plagada de obstáculos, a cuál más empinado. Pero es una teoría que merece ser considerada.


El autor es traductor y periodista

El Reloj (Israel)

 



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