Las noticias de los medios electrónicos son inquietantes. Las previsiones anteriores sobre una pequeña margen de victoria para los palestinos “moderados” se han esfumado, y ahora parece perfilarse un categórico triunfo del Hamás en las elecciones de la víspera de la Autoridad Palestina. No precisamente la noticia que se esperaba en Israel, ni tampoco en EE.UU. ni Europa. Al fin by al cabo, se trata de una organización de carácter eminentemente terrorista, que tiene mucha afinidad con el fundamentalismo islámico. Los antecedentes, de por sí, son horripilantes.

Valdría la pena tratar de comprender este vuelco en el modo de pensar en la calle palestina. Aunque parezca una anomalía, me atrevería a decir que no ha sido precisamente la actitud beligerante traducida en los ataques terroristas la que ha decidido esa lid electoral: tendrían un eco relativo. Lo que mayormente ha hecho que ganen los extremistas, es precisamente la corrupción de la vieja guardia palestina y el caos que se ha impuesto en los territorios. Además, mientras que los dirigentes tradicionales hacían caso omiso de los sufrimientos de la población, la gente del Hamás, bien provista de fondos del exterior (particularmente de Irán), ha credo una amplia red asistencial que las autoridades no supieron establecer. Guardando las enormes diferencias, esto también ocurrió en Israel en el caso del partido Shas, que ha hecho una gran labor educativa y asistencial.

Sea de uno u otro modo, Israel se afrenta con una nueva y preocupante situación. La organización terrorista por excelencia presume ahora asumir las riendas del poder. ¿Veremos una nueva racha de ataques terroristas, a cuál más mortífero y cruel¿ O ¿acaso se puede pensar que podrá “moderar” sus actitudes? Algunos observadores así lo creen, y el viejo sueño de echar a los judíos al mar que habría sido su estandarte, posiblemente se arrincone cada vez más para contemplar de frente lo que de hecho existe en el terreno: un próspero país amén de una potencia militar en el pleno sentido de la palabra que es el Estado de Israel, y que no puede ser derrotado por las armas. No solamente esto, sino que la Autoridad Palestina depende de la asistencia del exterior (principalmente de la europea), para mantener su estructura administrativa y de seguridad. Y como el Hamás es considerado un organismo terrorista, quién le girará ahora los fondos necesarios para mantenerla aunque sea en una escala mínima. De modo que se plantea una cuestión que obliga a aminorar y no a aumentar el extremismo.

Por muy terroristas que puedan ser, hay quienes estiman que los dirigentes del Hamás son personas pragmáticas y deben comprender que ahora, al asumir el poder, deberían cambiar de tono. Ya se ha mencionado la posibilidad de prolongar el cese del fuego, e incluso de negociar con Israel. Podrían ser meros lemas carentes de sustancia formulados en el ardor de la campaña electoral. Nosotros, en Israel, quisiéramos creer que fuese lo contrario. No sé si la comparación serviría en este caso, pero recuerdo que cuando Beguin asumió el poder en el ’77 la gente del Mapai echó el grito al cielo: tendremos un Estado policía que no hará otra cosa que luchar sin pausa contra el enemigo árabe. Y sin embargo, ese mismo Menahem Begin es recordado hasta nuestros días como un dirigente democrático en el pleno sentido de la palabra, y como el gobernante israelí que firmó el primer acuerdo de paz con un país árabe.


El autor es traductor y periodista