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31/01/2011 | Democracia islámica

Edurne Uriarte

Lo ocurrido en Túnez y en Egipto demuestra que quizá estemos asistiendo al fin de esa excepción democrática del mundo árabe.

 

La confusión sobre la compatibilidad entre democracia e Islam es moneda común en los países occidentales, sobre todo por culpa del terrorismo fundamentalista y la consiguiente tendencia a mezclar el islamismo con el Islam. Cuando tal compatibilidad ha sido probada por grandes países como Turquía o Indonesia. Y cuando el problema de la democratización está en el mundo árabe, no en el mundo musulmán, muchísimo más amplio que el espacio árabe. Es ahí donde reside el enorme interés de lo que está sucediendo en los países árabes estos días.

Sobre todo, en Egipto. Como escribiera Fareed Zakaria, si tuviéramos que elegir un país cuyo éxito democrático sería esencial para arrastrar al resto de la región, ese es Egipto, el núcleo intelectual del mundo árabe. Un mundo árabe que, año tras año, no ha dejado de revalidar su título de excepción al proceso de democratización del mundo. Ni un solo país de la Liga Árabe es una democracia, y, en el último informe de la Freedom House (sobre 2010), tan solo Líbano y Marruecos alcanzaron la categoría de parcialmente libres, pero no de libres.

Y, sin embargo, lo ocurrido en Túnez, lo que está ocurriendo en Egipto, demuestran que quizá estemos asistiendo al fin de esa excepción democrática del mundo árabe. Algo, por otra parte, evidente desde hace tiempo en los estudios de opinión pública de esos países. Que mostraban un apoyo mayoritario al sistema democrático, en contra, una vez más, de ciertas simplificaciones occidentales sobre la cuestión.

La última encuesta de la Pew Research Center, publicada el pasado diciembre, es nuevamente reveladora. El apoyo a la democracia es mayoritario en los países musulmanes, aunque en Egipto, un 59 por ciento, sea bastante menor que en Turquía, un 76 por ciento (como referencia, en España es del 79 por ciento). Y tan importante como lo anterior, el apoyo al terrorismo fundamentalista, a Al Qaeda y Bin Laden, ha descendido en los últimos años y es minoritario en la mayoría de países musulmanes, de un 20 por ciento en Egipto. Lo que hace pensar que el temor al auge del fundamentalismo tras las revueltas se haya exagerado más allá de los datos de la realidad.

Incluso el fundado temor israelí a un nuevo poder en Egipto debería ser matizado. La misma encuesta de la Pew revela que la opinión pública de los países árabes está muy dividida sobre Hamás y sobre Hezbolá. En Egipto, con una mitad de la población favorable a Hamás y tan solo un tercio favorable a Hezbolá.

En realidad, el aspecto más negativo de las actitudes en los países árabes, la auténtica excepción árabe y la más contradictoria con la democratización está en la visión sobre la igualdad de hombres y mujeres. Es ahí, en la resistencia a la igualdad de las mujeres, donde aún reside la diferencia, como lo prueban ésta y todas las encuestas. Y, sin embargo, seguramente ni siquiera eso impedirá el imparable avance de la libertad.

ABC (España)

 


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