Alemania dominó a Europa por las armas y hoy por la Economía. Hace munificencia con muy cuantiosos aportes para reflotar a Europa -cual émulo del Plan Marshall- y es justo que a despecho de la iracunda reacción continental causada no por la lógica sino por envidia (incluyendo la divertida advertencia de Rajoy de "enfrentar" él a Merkel) imponga condiciones a países que pretenden gastar más de lo que pueden.
Esa dominación implica el estar pertrechados los alemanes de múltiples virtudes: p.ej. el perfeccionismo. El esposo de la tan proba cuan talentosa magistrada Blanca Mármol de León -a quien le deseo cabal mejoría- nos refirió a un grupo e incluidos tres alemanes amigos míos y orquideólogos de altos kilates, que hallábase en Alemania y vio en un restaurante una acalorada discusión respecto a una silla. Cesado el misterioso pleito, el destacado químico Vladimir inquirió curioso al camarero y respondióle que rechazaban la parte de arriba del acabado de la recién comprada silla. Al salir le pasó por un lado, miróla con discreción y le pareció ¡perfecta!
Puntualidad a ultranza exigen. Ni en los colegios aceptan excusas a los niños por llegar tarde. No entran. Ello es harto educativo porque desde niños se les infunde la elegante eficiencia del exacto cumplimiento. Por esto nunca permití a universitarios el entrar a clases pasada la hora. Muchas otras virtudes -las mejores- los adornan: el amor por la ciencia, poesía, literatura, música, disciplina, así como por el trabajo, estudio, fútbol y un largo etcétera. Sin embargo, la más emblemática es el orden.
Freud enseña que la belleza y el orden son exigencias culturales. Así "el adorno floral de los espacios urbanos y de la habitación humana". Y "el orden, cuyo beneficio es innegable, permite el máximo aprovechamiento de espacio y tiempo, economizando energías psíquicas. (... ) Es un precepto esencial de la cultura, por más que su necesidad vital no salte a los ojos, ni su aptitud para proporcionar placer". El orden es indefectible para el buen vivir; pero la referencia ha sido al orden objetivo y más trascendente es el subjetivo u orden moral. Kant decía que "Dos cosas me llenan de admiración: el cielo estrellado arriba y la ley moral en nuestro interior". Pero el genio alemán condenó a la de Aristóteles como "ética de esclavo" donde uno actúa (como los religiosos) para evitar un castigo o lograr un premio. Y enunció su ética del imperativo absoluto universal (imperativo categórico) así: "Actúa para que tu conducta pueda ser seguida por todos como norma universal".
Sin que deje de asombrar el inaudito fenómeno de que un pueblo con tántas virtudes haya causado tántos horrores en aquel genocidio, se ha de imitar el cultivo de tan fulgurante serie de virtudes.
