Uno se pregunta si el Gobierno está realmente gobernando o se ha embarcado en una campaña electoral, por orden del Presidente y jefe del MAS, descuidando la buena administración del país. Convengamos en que el Presidente dio señales vistosas de aproximarse a Chile, con el anhelo de la recuperación marítima. En cambio, el Ministro de Hidrocarburos ha elegido el conflicto para encarar las negociaciones con las empresas petroleras en lugar de encontrar unas vías serenas y racionales. Otra preocupación es que Bolivia está a punto de perder la línea bandera, de tan glorioso historial. La culpa se reparte entre el capitalizador, los sindicatos, el Tribunal Constitucional y el propio Gobierno. Total, más enclaustramiento. En esta misma tesitura de crispación, el Presidente no desperdicia oportunidad para derramar más bilis en las relaciones con el coloso del norte. Parece haber olvidado lo que ya decían las abuelas: logra más una gota de aceite que un chorro de vinagre. El TLC se ha encarrilado por la vía equivocada de la ideología y no por la lógica de los negocios. Para no hacernos los malagradecidos, reconozcamos que se inauguró una gran campaña de alfabeti- zación confiada a instructores cubanos, seguramente imbuidos de ideas profundamente democráticas que sabrán transmitir a nuestros dóciles aprendices a leer y escribir.

Éstas y otras hazañas no suman los puntos suficientes para ganar el título de buen Gobierno. En cambio, el mismo Palacio Quemado se ha constituido en el gran cuartel general de la campaña por “la” Asamblea Constituyente del MAS. Allí se dispone de los recursos humanos, económicos y materiales de todas las unidades operativas del Estado, esta vez, no para programas de desarrollo sino con objeto de copar la mayoría absoluta —“del 60, 70 u 80 por ciento”, según lo ha proclamado el mismo Presidente— de las sillas curules de la cantada Asamblea. ¡Claro! Desde una nueva Constitución, se hará la “refundación de Bolivia” a la medida de lo pensado por el equipo ideológico presidencial, y desde donde se gobernará a su gusto y sin que nadie chiste.

Que nadie crea pues que el mensaje de los obispos subtitulado, “Hacia una Asamblea Constituyente”, es un acto de obsecuencia al actual Gobierno. Más bien es una seria advertencia preventiva para que los grandes principios éticos y morales que se explican en aquel documento y que son de valor incuestionable para una sociedad que se respete, sean aplicados por los asambleístas del manipulado 90% que se prepara con recursos del Estado. ¿Será posible que la futura Carta Magna responda a las legítimas aspiraciones de todos los bolivianos, tal como lo desea la inmensa mayoría ciudadana, o nos darán gato por liebre? Si no prevalece el sentido ético y de responsabilidad política puede temerse el nacimiento abortivo de una Constitución mamarracho. Desde mi pluma gastada de tanto escribir, los vientos soplan en esta dirección. Créanme que lo siento.

*José Gramunt es sacerdote jesuita y director de ANF.