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28/03/2006 | ESPAÑA - Al servicio del Estado

M. Martín Ferrand

Hace sólo unos días, no muchos, José Luis Rodríguez Zapatero «no se fiaba» de Mariano Rajoy; pero, como para demostrar la condición efímera de los supuestos de la política, esa desconfianza se ha vuelto cordialidad y deseo de proximidad.

 

Debe ser que la necesidad, antes incluso que la razón, fuerza el entendimiento y que, como decían los abuelos, a buen hambre no hay pan duro. Así que, en principio, cuando hoy se encuentren en La Moncloa los dos grandes titulares de la bipolaridad política a la que se ha reducido el pluralismo político nacional -lo de los nacionalismos es algo distinto a las ideologías- será posible el entendimiento. Hasta es posible que, en las fotos que inmortalicen la entrevista, Rajoy aparezca, como es en realidad, de mayor estatura que Zapatero y no igual o más bajito, como ha venido sucediendo hasta el presente.

La entrevista entre los líderes del PSOE y el PP es conveniente y necesaria. Cursa, eso sí, con retraso y mejor hubiera sido un mínimo acuerdo previo a la declaración etarra de alto el fuego que el que ahora se trata de forzar, parece, en olvido del llamado «pacto antiterrorista» y otros supuestos de buena vecindad que proceden entre dos grupos políticos llamados a la alternancia en el poder. Antes era Penélope la que deshacía por las noches su propia labor diurna; pero aquí, en la confusión de los papeles, es Zapatero el que se ha dedicado a destejer lo tejido en el aznarato y Rajoy, que asiste a la tarea con ecléctica sonrisa, resulta tan enigmático como la Mona Lisa.

Las circunstancias aconsejan un cierto entendimiento entre los dos primeros partidos nacionales. Es más, lo vienen demandando desde antes que Zapatero impulsara, con más ímpetu que buen sentido, el despropósito del Estatut; pero ahora, con la situación creada por la actitud etarra, lo conveniente pasa a ser imprescindible. Se trata de que el Estado salga fortalecido de un proceso que será largo y complejo. Por eso la cooperación de Rajoy con el Gobierno ha de tener el límite de la prudencia para que, si llega el caso, el funcionamiento de la alternancia desdramatice y alivie el hipotético exceso del poder.

También sería deseable que del encuentro entre los dos grandes líderes nacionales salga la conclusión de que, además de la solución al problema terrorista y del conflicto territorial que polariza la atención gubernamental, la nación necesita profundizar en cambios y medidas que la fortalezcan en lo económico para bien de lo social. Llevamos dos años, todo el zapaterismo, viviendo de unas rentas que ya se acaban y es necesario ajustar los mecanismos, sin escaramuzas electoreras, para que España, en la línea del nuevo liderazgo europeo que marca Angela Merkel, se disponga para el nuevo ritmo al que forzosamente tiene que acompasarse el Viejo -en ocasiones, viejísimo- Continente.

ABC (España)

 



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