Supongo que el presidente quiere decir que constituyen un hecho aislado y no que lleguen en el día y hora esperados; aunque, si bien se mira, eran previsibles desde que Evo Morales lució el jersey de vicuña, diz que revolucionario, para no enfundarse en una chaqueta convencional, de las que aún utilizan las gentes de orden. En la izquierda es el hábito el que hace al monje.

Me temo que, también en esto, el presidente esté equivocado. El problema no es «puntual» en ninguno de los sentidos posibles del término. La nacionalización del gas y el petróleo es, antes que nada, un aviso a los navegantes por una tierra que no tiene salida al mar: un pregón del más puro y anacrónico izquierdismo, comunismo rancio sobre pedestal indigenista, con el que, a falta de mejores proyectos, el nuevo líder trata de salir adelante con la ayuda espiritual de Fidel Castro y la económica de Hugo Chávez, el más genuino «trío de la bencina».

En lo que no se equivoca Zapatero, contra lo que reclaman ya algunas voces más airadas, es en reaccionar con calma y sosiego ante lo que es, en puridad, una provocación y un desacato. Lo único cierto en toda esta historia es la miseria que padecen siete millones de bolivianos que, aun en su desvío electoral, no merecen que España, ni nadie, les retire las modestas ayudas que reciben para aliviar la miseria que no les redime el continuo mascar de hojas de coca. La pobreza no es eximente, pero sí atenuante.

Quienes se equivocaron primero fueron los rectores de Repsol. Los petroleros españoles -no petrolíferos, como dicen los telediarios- no evaluaron suficientemente el riesgo de sus inversiones en Bolivia, un país en el que no se les puede poner año a sus revoluciones y golpes de Estado, porque alguno hubo en el que se produjeron seis. Si yo fuera accionista de Repsol, antes que enfadarme con Morales y su peculiar lugarteniente -¡atención a Álvaro Marcelo García Linera, que nos dará abundancia de titulares!- lo haría con quienes son y han sido responsables de las notables inversiones bolivianas de la compañía española. Ni tan siquiera en La Paz se atan los perros con longaniza, y, de atarlos, las longanizas estarían hechas con carne de cachupín.

Es muy posible que el «trío de la bencina» trabaje ya para convertirse en cuarteto y aspire, incluso, a ser quinteto. A falta de pan, el indigenismo y/o el comunismo administrarán las tortas en un escenario en el que la corrupción no deja crecer la hierba; pero ésa es otra historia. Fidel Castro es, según «Forbes», una de las primeras fortunas del mundo y nadie, ni en Cuba, ni en Bolivia ni en Venezuela, se rasga por ello las vestiduras.