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01/07/2012 | Ciudad del Vaticano - La siniestra oscuridad del Vaticano

Héctor Rivera

La filtración de documentos de la Curia romana que muestran las finanzas vaticanas y su probable relación con el crimen organizado, deja ver los juegos de poder ante la sucesión papal.

 

Hace 31 años, la tarde del 13 de mayo de 1981, mientras saludaba a la multitud de fieles congregada en la plaza de San Pedro, el papa Juan Pablo II fue baleado por el turco Mohamed Alí Agca. Apenas pudo hablar, cuatro días después, el Sumo Pontífice perdonó a su agresor mediante un mensaje grabado, difundido en la misma plaza del Vaticano: “Rezo por el hermano que me disparó, y a quien he perdonado sinceramente”. Dos años después, sentado frente a Alí Agca en su celda de una cárcel romana, lo perdonó de nuevo. El turco, en cambio, nunca le pidió perdón por un atentado que por sus consecuencias cambió para siempre la vida del Papa.

Hoy, la palabra “perdón” no figura en el diccionario de Joseph Ratzinger, Benedicto XVI. El Santo Padre en funciones ha vivido la historia de espionaje que estremece a la jerarquía católica como un atentado a su persona, quizá peor que el de Alí Agca. La traición de su asistente personal, Paolo Gabriele, quien le procuraba puntualmente sus medicamentos, le servía los alimentos, arreglaba su lecho, cuidaba de su vestuario y le ayudaba a moverse a sus 85 años, ha sido un golpe muy duro del que aún no se repone.

Desde hace unos pocos días, Sandro Mariotti, un viejo empleado de la intendencia del Vaticano, comenzó a desempeñar las funciones que tenía a su cargo Gabriele y que habían sido repartidas entre varios empleados de la casa papal.

Mientras tanto, Paolo Gabriele, Paoletto, de 46 años y padre de tres hijos, permanece desde el 23 de mayo prácticamente incomunicado en una pequeña celda en el cuartel de la guardia vaticana, acusado de “robo agravado”. Las horas serán para él, sin duda, eternas. Aunque fue atrapado prácticamente con las evidencias del crimen en las manos, es decir en posesión de documentos personales del Papa y con una amplia infraestructura en su domicilio para tareas de fotocopiado, deberá esperar a que la fiscalía vaticana integre el expediente del juicio al que será sometido, que podría ser abierto al público y concluir con una pena de entre dos y ocho años de prisión.

Por lo pronto, mientras el asunto cunde por el mundo entero aferrado a los códigos del espionaje literario, Paoletto comenzó a enfrentar el pasado cinco de junio, con la ayuda de un par de abogados de su confianza, los interrogatorios de la autoridad judicial de la Iglesia católica. En el curso de los días por venir, sólo una persona puede salvarlo formalmente del juicio y de la condena que tiene por delante: el propio Benedicto XVI, si es que se apiada de quien fue su ayudante de cámara durante seis años y se decide a otorgarle el perdón.

El exmayordomo del Papa, que se hacía cargo también de su seguridad al lado de los responsables de su custodia, lleva hasta ahora en solitario sobre sus espaldas toda la responsabilidad de la conjura, aunque se sospecha que en realidad fue utilizado por una de las facciones políticas que se disputan la sucesión del trono de San Pedro.

EN BUSCA DEL PODER TERRENAL

Contra la tendencia natural en casos similares, la trama del espionaje en las recámaras del Vaticano, lejos de apuntar al esclarecimiento de los hechos, parece complicarse cada vez más por sus tintes novelescos, pero también por la habilidad de los responsables intelectuales para moverse en la oscuridad.

Si bien en un principio cundió la especie de que Paolo Gabriele habría revelado en un interrogatorio informal los nombres de altos jerarcas involucrados en el robo de documentos confidenciales para hacerlos llegar a los medios, en particular los de “dos que queman”, ahora se habla en voz alta de que Paoletto sería en realidad un doble agente preparado por la inteligencia vaticana para realizar tareas de espionaje con el fin de atrapar a los involucrados en una compleja trama política detrás de los altares.

En aguas tan agitadas no ha faltado quien ha traído a cuento la apesadumbrada frase del papa Paulo VI, vertida mientras el clero progresista se debatía contra la Iglesia conservadora en los días del Concilio Vaticano II, en los años sesenta: “A través de alguna hendidura, el humo de Satanás ha entrado en la Iglesia”.

Sin embargo, buena parte de la verdad del asunto es que el demonio ha vivido siempre en las más privadas recámaras de la Iglesia, como es natural donde se concentra tanto poder político y económico. Y más ahora, cuando el anciano papa Ratzinger parece cada vez más debilitado, desconfiado, aislado y amenazado por un entorno que espera con ansiedad que entregue cuanto antes su alma al Creador en cumplimiento de una promesa tácita que hablaba de un muy breve paso por el liderato de la grey católica debido a su avanzada edad. Evidentemente, más de uno quisiera sentarse en ese trono. Y están hartos de esperar.

Pero no se trata solamente de sentarse en el trono de San Pedro, que a fin de cuentas no es más que un símbolo. Lo que está en juego realmente es la enorme riqueza que atesora la Iglesia católica en bienes materiales, inversiones financieras y documentos bancarios en montos que se suponen estratosféricos, aunque muy pocos saben bien a bien a cuánto asciende la fortuna de Dios en la tierra. Es ahí donde está el poder en disputa.

Entre los involucrados en mayor o menor medida en la intriga en torno a ese verdadero poder están, en primer lugar, el cardenal Tarcisio Bertone, salesiano italiano de 77 años, secretario de Estado del Vaticano; luego, George Gänswein, alemán de 57 años, secretario del Papa, muy próximo al Opus Dei; Federico Lombardi, jesuita italiano de 70 años, vocero del Santo Padre, y Angelo Scola, italiano de 71 años, arzobispo de Milán y también muy cercano al Opus Dei, considerado por muchos como el más viable sucesor de Benedicto XVI.

Muy cercanos al papa Ratzinger desde hace mucho tiempo y afines del todo a su visión conservadora de la Iglesia, todos ellos han hecho frente a los conflictos que han sacudido a la Iglesia católica en los siete años de su gestión.

Bertone, Gänswein y Lombardi han tomado en sus manos el asunto de Paoletto y han enfrentado de manera muy aguerrida al periodista italiano Gian Luigi Nuzzi, quien difundió un buen paquete de documentos confidenciales del Papa en su libro Su Santidad. Los papeles secretos de Benedicto XVI, que comenzó a circular recientemente.

Nuzzi —un periodista de 43 años nacido en Milán, que trabaja para medios muy acreditados en Italia, como el Corriere della Sera y el Giornale, y es el conductor del programa Los intocables, que transmite la televisión privada— trae en jaque a la jerarquía vaticana, en particular desde que publicó, hace tres años, su libro Vaticano SpA, en el que documentaba las maniobras del Instituto para las Obras Religiosas, es decir el banco del Vaticano, para lavar durante años dinero de la Mafia y ayudar a políticos, banqueros y empresarios a evadir al fisco mediante cuentas secretas.

El papel de Nuzzi ha sido determinante en el escándalo en torno a la filtración de los documentos personales de Benedicto XVI. Mucho ha tenido que ver también con la entrada y salida de directivos de la banca vaticana bajo sospecha de actividades ilegales, a partir de sus frecuentes denuncias periodísticas. Si alguien está bien enterado del papel que ha desempeñado Paolo Gabriele en la conjura para filtrar a los medios documentos de los archivos vaticanos, es él.

Sin embargo, Nuzzi ha mantenido un hermetismo total sobre la manera como han llegado a sus manos los documentos que publicó en su libro, y que ponen en evidencia la dura cara política y financiera del Estado vaticano, más allá de las prédicas religiosas. Cuando alguien le pregunta sobre sus fuentes responde que son varias, porque cuando se escribe un libro se mantienen muchos contactos, pero precisa que entre ellas no hay ningún mayordomo. Y los hechos avalan sus palabras, por lo menos en apariencia: mientras Paoletto permanece en su celda en espera de ser juzgado, otros documentos confidenciales procedentes de los archivos de la Santa Sede han sido reproducidos por la prensa italiana.

Tras publicar documentos privados de los archivos de Bertone y de Gänswein, el diario italiano La Repubblica explicó que ha estado recibiendo desde hace meses, de manera anónima, información que pone en tela de juicio el papel de los más altos funcionarios del Vaticano.

Para ponerle un alto a las embestidas contra la vida íntima de la Santa Sede, Bertone ha amenazado con llevar ante los tribunales a Nuzzi y a quien resulte responsable del robo de sus documentos confidenciales, así como de su comercialización, en la medida en que, advierte, no se trata de una iniciativa periodística, sino de una actividad claramente criminal.

PRÉDICA DESDE LAS TINIEBLAS

En medio del embrollo, el Vaticano emprendió rápidamente una operación de limpieza de la imagen de su Instituto para las Obras Religiosas, de muy oscuro pasado. Para comenzar, se deshicieron de quien fue su presidente desde 2009, Ettore Gotti Tedeschi, figura relevante del Opus Dei y amigo muy cercano de Ratzinger, acusándole no sólo de una gestión inmoral de las finanzas de la Iglesia católica sino también de estar involucrado en el saqueo de los archivos del Vaticano.

Pero resulta que Gotti no se fue tranquilamente. Al ver lo que se le venía encima, temiendo incluso se atentara contra su vida, preparó con anticipación un amplio expediente colmado de documentos de todo tipo que ponían a la vista las razones por las que le había resultado imposible acabar con el mar de lodo que enturbia las operaciones de la banca vaticana, y lo repartió entre sus más cercanos para que se lo hicieran llegar a Benedicto XVI. De inmediato fue filtrado a la prensa el diagnóstico de un psicoterapeuta que le había hallado patologías mentales.

Luego, la trama se complicó cuando la policía italiana allanó su domicilio y le incautó todo lo que pudo, incluído el jugoso expediente. Cuando la noticia llegó a oídos de la jerarquía católica, el Vaticano puso el grito en el cielo y exigió con muchas amenazas la devolución inmediata de los papeles. A pesar de todo, la documentación no ha llegado a sus manos hasta ahora. Muchos tiemblan en Roma y en toda Italia mientras ese expediente lleno de detalles sobre el manejo financiero de la Iglesia está cerca de las manos de los policías, los magistrados y los periodistas.

Junto con el control de la banca vaticana, la intriga incluye también los probables empeños de Bertone y de Gänswein por llevar a un Papa italiano al trono de San Pedro cuando Benedicto XVI vaya a su encuentro con el Creador. Cuando hace unos meses el Vaticano hizo pública la lista de 22 nuevos cardenales que habrán de participar en el cónclave para elegir al nuevo Papa llegado el momento, un montón de críticas cayó sobre Bertone. Muchos vieron su mano anotando los nombres de 30 italianos entre los 67 cardenales europeos que habrán de decidir la sucesión, lo que los deja con el control del 25 por ciento de los votos.

Como sea, la Iglesia católica sigue predicando desde la más siniestra oscuridad.

**Héctor Rivera • Profesor-investigador de la UAM-I

Milenio (Mexico)

 


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