Cuando alguien, algún día, abra un salón de la fama dedicado a los grandes momentos en la diplomacia internacional, la competencia por el espacio será feroz. Estoy seguro de que habrá una exhibición sobre Vlad Tepes, el príncipe rumano del siglo XV quien, cuando una delegación de diplomáticos turcos se negó a quitarse sus tocados (sólo en presencia del sultán, dijeron) hizo que sus hombres les clavaran los sombreros en sus cabezas.
Luego está el ministro soviético de Relaciones Exteriores Vyacheslav Molotov, que se quedó en la Casa Blanca para realizar negociaciones secretas con Franklin Roosevelt durante la Segunda Guerra Mundial. Los sirvientes de la Casa Blanca que desempacaron sus maletas le informaron al presidente que estaban llenas de pan, salchichas y una pistola que Molotov ponía bajo su almohada por la noche.
Pero mi personaje favorito de este siglo es el ministro de Relaciones Exteriores de Ecuador, Ricardo Patiño, que este mes anunció que su país le concedía el asilo político al fundador de WikiLeaks, Julian Assange. Assange afrontaba la extradición de Gran Bretaña a Suecia, donde está acusado de agresión sexual por dos ex partidarias, pero ahora está refugiado en la embajada de Ecuador en Londres.
Assange “podría ser víctima de persecución política debido a su decisiva defensa de la libertad de expresión y la libertad de prensa”, dijo Patiño, que no se inmutó durante una actuación que será estudiada por décadas por diplomáticos y comediantes.
Dejemos a un lado, de momento, el hecho de que Ecuador juzgando el desempeño del sistema legal de otros es más o menos como la Octomamá dando clases de abstinencia. “La corrupción, la ineficiencia y la influencia política han plagado al sistema judicial ecuatoriano desde hace muchos años”, declaró Human Rights Watch en su último informe sobre el país.
Me gustaría sugerir a los diplomáticos en esos reductos totalitarios de Suecia y Gran Bretaña que le hagan la siguiente pregunta a Patiño y su jefe, el presidente ecuatoriano Rafael Correa: si ustedes piensan que la libertad de prensa es tan importante, ¿por qué no la practican en casa?
Bajo el errático gobierno izquierdista de Correa, Ecuador se ha convertido en un serio competidor por la medalla de oro en ataques a la prensa en las próximas Olimpíadas del Autoritarismo. Su gobierno ha cerrado 17 medios noticiosos de la oposición este año, entre ellos ocho en un ataque de ira de dos semanas a fines de julio.
Cuando Correa no está cerrando emisoras y periódicos, las lleva a la bancarrota. Fue célebre la demanda penal por difamación que presentó contra El Universo, el mayor periódico de Ecuador, cuando se enfureció por la información que apareció en el periódico sobre un motín de la policía en el 2010, por un problema de salarios (no hace falta demandar a estaciones de radio o televisión por sus historias: durante el motín, Correa declaró un estado nacional de emergencia y obligó a todas las emisoras del país a transmitir solamente la señal de la estación oficial de televisión).