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02/06/2006 | La corte de Egipto: Obstaculizando el camino hacia la democracia y el desarrollo económico

Tom G. Palmer

Este ensayo fue publicado originalmente en el periódico de Jordán, Al Ghad. Trata de un tema que es de mucha importancia no solo para los países del Medio Oriente, sino también para las personas en todos los países que sufren bajo una autocracia, y quienes están sufriendo transiciones de una dictadura hacia una democracia, o quienes viven en democracias problemáticas o bajo ataque.

 

Mucha de la discusión temprana sobre reforma, liberalización, y privatización prestó muy poca atención a la función central de las instituciones legales y especialmente a una rama judicial independiente que sea capaz de limitar el ejercicio arbitrario del poder y de proveer seguridad legal. La experiencia de muchos países ha concentrado la atención nuevamente en la importancia de las instituciones legales. El Dr. Palmer aplica algunas de estas realizaciones en “La corte de Egipto: Obstaculizando el camino hacia la democracia y el desarrollo económico“.

La reciente concentración de los manifestantes de Egipto en los procesos de la ley y no solamente en los resultados particulares muestran tanto una gran comprensión como también una gran promesa para el futuro de la libertad. Ofrecemos este ensayo, el cual ha aparecido también en nuestro sitio Web en árabe, La lámpara de la libertad, a nuestros lectores porque los asuntos aquí tratados son tan importantes para los países latinoamericanos como lo son para los países del Medio Oriente.

El mundo está observando a Egipto. Egipto sostiene la clave del progreso de los árabes ya que los manifestantes egipcios están marchando por uno de los elementos más importantes del buen gobierno, la democracia, la libertad y la prosperidad: una corte independiente.

Los manifestantes entienden muy bien que una corte independiente es necesaria para asegurar elecciones libres, que la ley sea respetada, pero es más que eso: una corte independiente es el eje de una sociedad y economía libre emergente. La ley debe ser predecible para que esta pueda proveer un orden social. Y debe ser percibido como justo el inducir a las personas a que cooperen. Se entiende ampliamente que hasta una buena persona no debería ser juez de su propio caso, es aún más importante que las personas que hacen las leyes no sean los mismos que juzguen como estas son aplicadas a casos particulares, especialmente cuando sus propios intereses están involucrados.

Los jueces independientes e imparciales son necesarios tanto para la democracia como para los mercados libres. El economista famoso Mancur Olson, quien dedicó una vida entera al estudio de cómo y por qué algunas sociedades prosperan mientras que otras fracasan, identificó la independencia del sistema jurídico como la clave, ya que “el mismo sistema jurídico, una corte independiente, y el respeto por la ley y los derechos individuales que son requeridos para una democracia duradera también son requeridos para la seguridad de los derechos de propiedad y contractuales”.

La democracia no es solo la realización de una mística “voluntad de la mayoría”, pero un sistema que requiere de límites por sobre el comportamiento, tales como el respeto de los resultados de las elecciones, o el respeto de los derechos de todos a expresar sus puntos de vista en libertad, y el respeto de los derechos de los ciudadanos normales. Y todos ellos requieren de un cuerpo legal independiente que pueda limitar los poderes legislativo y ejecutivo, especialmente en casos tales como el de Egipto, donde la rama ejecutiva sostiene casi todas las riendas del poder en sus manos.

Los autócratas no pueden ser confiados para hacer cumplir las leyes de manera justa o—de igual importancia—de aplicarse la ley así mismos, porque no hay un poder independiente para hacerlos cumplir con la ley. Debido a esto, ellos no pueden realizar promesas creíbles. Como Olson indicó en su último libro, Power and Prosperity, un autócrata puro, un soberano ilimitado, no tiene el incentivo de respetar sus propias promesas: “la promesa de un autócrata no le puede rendir cuentas a una corte independiente o a cualquier otra fuente independiente de poder—por definición los autócratas pueden sobrepasar todas las otras fuentes de poder. Debido a esta situación y a la posibilidad evidente de que un dictador llegue a sostener un punto de vista de corto plazo, las promesas de un dictador nunca son creíbles”. Aquello deriva en el problema que el economista Premio Nóbel Edward Prescott ha denominado como “la inconsistencia del tiempo”, en la cual un gobernante se compromete a algo en el tiempo A, para no confiscar la propiedad de las personas que invierten en los proyectos de desarrollo a largo plazo (por ejemplo, una fábrica), pero encuentra que en el tiempo B él ya no tiene incentivo de respetar su promesa luego de que la inversión ha sido realizada. Como en el tiempo B la inversión ya ha sido realizada, el incentivo del autócrata es el de confiscarla. Debido a esa inconsistencia del tiempo, nadie puede confiar en un autócrata y nadie hace la inversión. Todos sufren como consecuencia.

Por lo tanto sin una corte independiente, las promesas del gobierno no son creíbles y nadie puede confiar en que el gobierno no se retractará de su promesa de respetar los derechos. Y cuando el sistema judicial es controlado por políticos con sus intereses propios, las promesas de los ciudadanos cuando ellos hacen contratos entre ellos también se vuelven menos creíbles, porque las partes involucradas en un contrato no pueden estar seguras de que recibirán una audiencia justa en caso de que se de una disputa. La arbitración justa de las disputas importa muchísimo para el éxito de una economía. Hace mucho se sabe que las economías más exitosas son aquellas que producen los bienes y servicios que requieren de planeamiento a largo plazo, lo cual requiere de una gran cantidad de confianza y expectaciones realistas de que los contratos a largo plazo serán respetados.

Egipto no siempre ha sido una autocracia. El país tiene una noble y reconocida tradición e historia democrática de gobierno parlamentario y de una rama judicial profesional muy bien entrenada. Esa rama judicial ha estado siendo atacada desde hace muchos años. Y esta se ha defendido, para fortuna de la nación egipcia. En 1968 los jueces demandaron mayores salvaguardas para su independencia y más de 100 de ellos fueron retirados. Y ahora una nueva generación de jueces está protestando la censura de algunos de sus miembros por hablar en público sobre la corrupción y la manipulación de elecciones.

Una corte independiente es la clave del proceso de reforma en cualquier país, en cualquier parte del mundo. No hay solo ninguna democracia sin una rama judicial independiente; sino que no hay justicia imparcial, y sin justicia imparcial, no hay inversión a largo plazo y no hay desarrollo económico. De muchas maneras, el futuro de Egipto y de la entera nación árabe está en juego en la lucha por la independencia jurídica.

Traducido por Gabriela Calderón para Cato Institute.

El Cato (Estados Unidos)

 



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