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10/06/2006 | Mexico: Alianza PRD-PRI

José Fernández Santillán

Ciertamente entre el PRD y el PRI existen divergencias y rencores inocultables. Sin embar go, como bien lo dijo Emilio Chuayffet, "el PRI y el PRD son primos hermanos".

 

Heredero del pensamiento de don Jesús Reyes-Heroles, el político mexiquense sabía a lo que se refería cuando hacía tal aseveración: ambos partidos tienen una base de sustentación que se reclama a la historia de los grandes movimientos sociales y constitucionalistas de nuestro país: la Independencia que se plasmó en la Constitución de Apatzingán de 1814 y en la Constitución federalista de 1824; la Reforma encabezada por Juárez, que se tradujo jurídicamente en la Carta Magna de 1857; la Revolución que cristalizó en términos formales en la Constitución de 1917, y el cardenismo que le dio un contenido social al régimen de la Revolución. La afinidad histórico-ideológica entre el PRD y el PRI, de confección laica e ilustrada, queda aún más al descubierto si se le compara con la tradición conservadora y clerical que le da razón de ser al PAN: el Imperio de Iturbide, las Siete Leyes de 1836, las dictaduras de Santa Anna, el pensamiento de Lucas Alamán, el Imperio de Maximiliano y la dictadura de Porfirio Díaz. Los panistas son legatarios de los conservadores del siglo XIX.

El contraste viene a colación porque la política mexicana se puede explicar en torno a dos polaridades: de una parte, el oficialismo y la oposición; de otra, derecha e izquierda. La polaridad que sustentó la victoria de Fox en 2000 fue la primera. Lo que se quería era desbancar al oficialismo priísta. En contraste, la polaridad que parece dominar hoy en día es entre la derecha y la izquierda. Por eso el PRI debe recuperar el sentido progresista que le dio razón de ser; acercarse, como se juzgue conveniente, al PRD. La sustancia de la alianza está allí, las formas para realizarla pueden ser tan variadas como se quiera.

Pues bien, aparte de la convergencia producto de la necesidad de atajar el activismo presidencial y tomando debidamente en consideración la tradición histórica que comparten PRD y PRI, hay un último aspecto que vale la pena poner de relieve: en estas elecciones están quedando cada vez más en claro dos grandes tendencias.

Por un lado, el neoliberalismo con su carga elitista y polarizante en materia de distribución de la riqueza; de otro, lo que yo llamaría el modelo socialdemócrata que propone una política incluyente y de corrección de las disparidades sociales. A pesar de que en esta campaña el PRI ha querido situarse en el centro del espectro político, la verdad es que no tiene otra posibilidad más que moverse a la izquierda socialdemócrata en donde el PRD también está llamado a ubicarse. Con esto se pondría en claro lo que estamos decidiendo en esta contienda electoral: el conservadurismo de derecha o el progresismo de izquierda. No hay que confundir el sentido de la historia.

josferna@itesm.mx

Director del Centro de Investigaciones en Humanidades del ITESM-CCM

El Universal (Mexico)

 



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