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27/05/2014 | UE - Marine y cía

Iñaki Gil

El problema no es Marine Le Pen. El problema son los otros. Marine es sólo el lobo que se va comiendo las ovejas descuidadas por sus pastores.

 

Cuando los líderes de los partidos del sistema no aportan una sola idea para salir de la crisis (Hollande), andan en líos de corrupción (la derecha), se quedaron atrapados en el bucle del tiempo en 1989 (los comunistas) o están a la greña entre cabecillas (todos) viene alguien y grita: esto está podrido y hay que acabar con ello.

Y todo el mundo le da la razón (porque es verdad que muchas cosas están caducadas en la política francesa) y muchos le votan.

Así, según un sondeo el domingo, el Frente Nacional fue la fuerza más votada entre los obreros (43%), los parados (37%) y los menores de 35 años (30%). A título de comparación sólo el 8% de los obreros votó al partido socialista y otros tantos al Frente de Izquierdas y sólo el 15% de los jóvenes votó socialista.

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Le Pen padre partió de una base de ultraderechistas de camisas oscuras, retornados de Argelia y carcas 'demodés'. Era un pendenciero infrecuentable. Pero su discurso anti inmgración caló en los antiguos feudos de un Partido Comunista derrotado por la Historia. Las cuencas mineras abandonadas del Este del país y, los barrios periféricos con industrias cerradas fueron sensibles a su discurso anti inmigración. Entre otras cosas, porque es allí donde viven los inmigrantes. Así llegó hasta el 17% de las presidenciales de 2002.

La sucesión del viejo gruñón, el discurso vigoroso de Sarkozy y la bonanza económica parecieron resolver el problema. Pero cuando los franceses se despertaron en medio de la crisis, el ogro estaba allí. Con cuerpo de mujer. Sin los excesos dialécticos del viejo. Dispuesta a capitalizar el miedo a la globalización de una Francia que se cargó el proyecto de Constitución europea torpedeado por miopes de izquierdas y de derechas. Y se extendió por el Oeste de Francia merendándose a los nostálgicos del gaullismo extinto. Banalizado el Frente por algún pacto local, con el autocontrol de Marine que la ha hecho frecuentable, es imposible ya atajar el problema mediante el ostracismo de los medios de comunicación y el cordón sanitario de los políticos.

¿Quiere esto decir que todo está perdido? Ni mucho menos. Quiere decir que habrá que reconquistar a esos votantes uno a uno. Argumentar contra las simplezas demagógicas del Frente. Y poner enfrente de Marine, líderes de verdad. Ya hablaremos. Pero sepan que Marine y los suyos festejaron su triunfo en l'Elysée Lounge, un bar pijo a dos pasos del Elíseo.

El Mundo (España)

 



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