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03/08/2006 | Fidel Castro está enfermo, ¿Qué tendrá Fidel Castro?

Carlos Malamud

Es conveniente huir de las especulaciones bienintencionadas sobre el futuro y la naturaleza de la transición cubana, para manejarnos con las pocas certezas existentes, comenzando con la sorpresiva noticia de la enfermedad del dictador.

 

La noticia de la operación de Fidel Castro dio la vuelta al mundo de forma vertiginosa. Por primera vez desde el inicio de la revolución cubana, el máximo líder, aunque sólo fuera de forma temporal y a su hermano, cedía el poder. Este hecho, con sus limitaciones, supone un giro copernicano en la reciente historia de Cuba, cada vez menos centrada en el pueblo cubano, ya que el protagonismo de la revolución ha recaído en un solo hombre (que se expresa en la primera persona del singular), rodeado de su hermano y una camarilla gobernante. Pese a sonar paradójico, el giro no tiene, por ahora, nada de espectacular y se centra en el cambio «temporal» en la cúpula gobernante.

Todavía es pronto para saber qué rumbo tomarán los acontecimientos y si los festejos del exilio de Miami, al margen de la delicada situación de Castro, tienen un asidero sólido. Por eso es conveniente huir de las especulaciones bienintencionadas sobre el futuro y la naturaleza de la transición cubana, para manejarnos con las pocas certezas existentes, comenzando con la sorpresiva noticia de la enfermedad del dictador, aunque reconociendo nuestra total ignorancia al respecto, favorecida (o impulsada) por la falta de transparencia informativa. Si, en líneas generales, la información no es un bien al que accedan libremente los cubanos, como muestran las múltiples trabas para conectarse a internet, me temo que en esta ocasión predomine el secretismo, amparado en motivos de seguridad nacional. Lo limitado de nuestro conocimiento nos impedirá avanzar algo en la magnitud temporal del relevo, si será breve (y cuánto) o definitivo, o si en el ínterin se producirá algún tipo de desenlace más trágico.

Otra cosa que sabemos es que la suma de casi todo el poder se concentra en Raúl Castro, el hermanísimo, que ahora ostenta los cargos de Primer Secretario del Partido Comunista (era el Segundo), Presidente del Consejo de Estado y del Gobierno (era Primer Vicepresidente) y Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (era ministro de Defensa y quien controla de hecho al Ejército). Pero esto, con ser mucho, es poco para las numerosas preguntas pendientes de respuesta sobre el futuro de la transición cubana. Si la comparamos con la transición española podríamos pensar, salvando las distancias, que Raúl Castro se parece más a Carlos Arias Navarro que a Adolfo Suárez, aunque todo es posible. Aquí surgen nuevos problemas, dada la falta de empeño del régimen por promover la renovación generacional en las más altas esferas del poder, donde todavía impera la gerontocracia de los hermanos Castro.

¿Quién será el Suárez cubano y de dónde saldrá? ¿Será alguna de las estrellas emergentes o terminará apareciendo un gris y oscuro burócrata de segunda fila, capaz de cambiar las cosas? Entre los muchos nombres que suenan como el verdadero recambio de la dictadura (Raúl Castro tiene ya 75 años y su salud de hierro es similar a la de su hermano) hay algunos de primera fila, como Felipe Pérez Roque, Carlos Lage o Ricardo Alarcón. Todos presentan más interrogantes que certezas sobre su teórico comportamiento en el gobierno. Profundizar en quién y en sus características nos puede llevar a ningún lado. Acaso, ¿lo que conocíamos de Suárez el 20 de noviembre de 1975 sirvió para entender al personaje clave de nuestra transición?

También sabemos que hay tres países, por distintos motivos y con distintos recursos, que siguen atentamente cuanto pasa en Cuba. Son Estados Unidos, Venezuela y España, los tres interesados en posicionarse de cara a la futura transición (o mero recambio de gobierno en algunos escenarios). Para el gobierno de Washington, su enfrentamiento con Cuba es casi tan añejo como el propio régimen y está tachonado de diversos acontecimientos, la mayoría poco brillantes, como Bahía de Cochinos, la crisis de los misiles, el bloqueo o embargo, los fracasados intentos de atentar contra la vida de Castro, la crisis del Mariel, el derribo del líder de Hermanos al Rescate y la implementación de la Ley Helms-Burton. Dada su cercanía a Cuba y a la numerosa colonia de cubanos-americanos, asentados principalmente en la Florida, la cuestión cubana es un tema de política interna. De ahí la atención, y los enormes recursos económicos, con que siguen la evolución de coyuntura cubana. Pese a todo su poder y a su gran interés, la acción exterior de Estados Unidos no será determinante en la transición (o sucesión) que puede comenzar próximamente, ya que el peso en su desenlace correrá básicamente a cargo de los actores internos, salvo que el proceso desemboque en una abierta guerra civil.

Venezuela, por otras y obvias razones, también se juega mucho en el envite. La ruptura del eje Castro-Chávez, por fallecimiento del primero, será un duro golpe para el mandatario bolivariano. Si bien esta alianza reporta ingentes beneficios a Cuba, muchos dirigentes cubanos, especialmente los menos aperturistas, no ven con buenos ojos el exceso de libertades (es importante ver con qué se está comparando) existente en Venezuela, donde hay partidos políticos, elecciones y libertad de prensa. ¿Qué podría pasar cuando los cubanos comiencen a reclamar a sus nuevos líderes los mismos derechos que tienen, y gozan, sus principales aliados? Venezuela puede ser un impulso o una rémora para la apertura democrática, dependiendo de quiénes y en qué contexto estén gobernando.

Por último tenemos a España, que en su momento lideró el cambio de la política común europea hacia Cuba. En líneas generales se puede decir que la política cubana de los dos últimos gobiernos españoles no ha sido muy diferente y que la continuidad primó sobre la ruptura. La duda consiste en saber si podremos influir algo en el inminente proceso, sabiendo que aún es pronto para que alguien destaque, ya que en épocas de mudanza, como la actual, el que se mueve no sale en la foto y de momento la mayoría esperará para moverse a que suene el llamado reloj biológico, lo que no excluye ir tomando posiciones para el momento oportuno.

Una última media certeza final. Sólo estamos al comienzo de un proceso, que podemos definir como transición, aunque todavía no sabemos hacia donde. Pero las transiciones suelen tener una dinámica peculiar e imprevisible, donde se sabe cuándo y cómo empiezan pero no cómo terminan. Esto viene a cuento de la capacidad estratégica de un régimen capaz de tenerlo todo «atado y bien atado», aunque cuando comienza a rodar un proceso político de esta naturaleza, la respuesta de los actores no siempre es previsible y las sorpresas, que las habrá, pueden estar a la orden del día.

Investigador principal para América Latina del Real Instituto Elcano y profesor de Historia de América de la UNED

ABC (España)

 


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