Irán anunció este viernes que ha dado un paso adelante en el enriquecimiento de uranio a escala masiva, lo que supone un auténtico acelerón en las aspiraciones atómicas del régimen y otro motivo más de urgencia para la diplomacia internacional, que todavía no ha sido capaz de articular un mensaje claro desde la ONU en forma de sanciones económicas.

 

En la loca carrera nuclear de Ahmadineyad, ayer, la agencia de noticias iraní, Isna, informó que Irán habría inyectado gas de uranio en máquinas centrifugadoras utilizado una segunda serie de centrifugadoras, aparentemente instaladas hace dos semanas tal como había informado días atrás la misma agencia.

 

Las primeras comenzaron a funcionar en febrero pasado en la planta de Natanz y en ambas ocasiones se ha producido sin ningún tipo de verificación o control por parte de inspectores de la ONU u occidentales, que puedan dar fe del punto exacto en donde se encuentra el programa.

 

Lo que sí está claro es que el producto de esta actividad es uranio enriquecido, que podría utilizarse tanto para crear energía nuclear como para construir armas atómicas si tuviese un mayor grado de enriquecimiento.

 

El presidente norteamericano, George W. Bush, respondió a Irán con un nuevo llamamiento a sus aliados a impedir a cualquier costa la nuclearización iraní. «Sólo puedo decir que lo único que encontrará Irán es más aislamiento en la comunidad internacional si sigue por ese camino», declaró el presidente.

 

Sin embargo, sorprendió al tildar de especulación la información de la agencia iraní y sentenció: «Sea lo que sea lo que están haciendo, debe quedar claro que es inaceptable la idea de que Irán posea armas atómicas».

 

La fuente aseguró, sin embargo, que «aún no se ha inyectado ningún uranio a este sistema», pero es posible que eso ocurra durante los próximos días. La televisión árabe Al Yazira, que cita a «fuentes oficiales iraníes» informó, no obstante, de que Irán ha comenzado ya a inyectar uranio en las centrifugadoras.

 

Una resolución del Consejo de Seguridad aprobada el pasado 31 de julio daba al régimen de Teherán un mes para que suspendiera dichas actividades, necesarias para la producción de una bomba atómica.

 

Sin embargo, Teherán incumplió esa resolución, y de ahí que el Consejo de Seguridad estudie ahora los próximos pasos que se deben seguir para resolver el contencioso.

 

Tampoco ha dado frutos, hasta la fecha, la oferta de incentivos de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad (EE UU, Rusia, China, Reino Unido y Francia) junto con Alemania hecha a Irán a cambio del cese del enriquecimiento de uranio. En abril pasado, técnicos iraníes lograron producir por primera vez mínimas cantidades de uranio poco enriquecido, es decir, con un grado de pureza inferior al 5 por ciento.

 

Para fabricar bombas atómicas se requiere uranio altamente enriquecido, con una pureza superior al 90 por ciento. Los iraníes insisten en que su programa tiene fines pacíficos, algo que reiteró ayer el imán en el sermón oficial del viernes, el ayatolá Seyed Ahmad Jatamí, quien advirtió de que las posibles «sanciones no llevarán a Irán a abandonar sus derechos».

 

«Los embargos os perjudicarán a vosotros más que a Irán», añadió Jatamí, en alusión a EE UU y a otros países occidentales que sospechan que el programa nuclear iraní tiene fines militares.