Jorge Castañeda dice que "La guerra contra los cárteles fue declarada por razones políticas, no por razones relacionadas a las drogas. Esto es importante porque significa que si las premisas eran falsas en ese entonces, siguen siendo falsas ahora". Jorge G. Castañeda, fue Ministro de Relaciones Exteriores de México durante la presidencia de Vicente Fox.
Este ensayo fue originalmente publicado en el
Economic Development Bulletin (24 de septiembre de 2012) y está parcialmente basado en el discurso que Castañeda dio en la conferencia "
Acabando con la guerra global contra las drogas" (en inglés) que se realizó en el Cato Institute el 11 de noviembre de 2011.
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Si no nos preguntamos por qué México se involucró en una lucha agresiva contra los cárteles de droga,
será muy difícil entender cómo salir de ella. Muchos de mis colegas en
México y EE.UU. dicen, “Bueno, cualesquiera que hayan sido las razones
por las que el presidente Felipe Calderón tuvo para
involucrarse en esta guerra, el hecho es que ahora estamos en ella y
tenemos que hacer algo al respecto”. Sí, pero no es un ejercicio ocioso
retroceder y ver hasta qué medida esta guerra fue declarada, hace más de
cinco años, bajo premisas falsas.
Premisas falsas para iniciar la guerra contra las drogas
La primera premisa falsa: La violencia en México
venía aumentando y algo tenía que hacerse al respecto. Esto simplemente
no es verdad. La violencia en México había estado cayendo de acuerdo a
cualquier indicador, principalmente de acuerdo al más importante y
confiable: los homicidios voluntarios por cada cien mil habitantes.
Desde principios de los noventa hasta el 2007, la violencia en México
había caído de alrededor de 20 homicidios voluntarios por cada cien mil
habitantes por año a alrededor de 8 anuales en los años 2006 y 2007. Esa
tasa es aún más alta que la de EE.UU., pero es un tercio de la tasa de
Brasil, un décimo de lo que Colombia vio en sus peores años y un tercio
de la tasa mexicana de hoy. La violencia en México había venido cayendo
por 20 años, pero se disparó del 2007 en adelante. En el año 2011, la
violencia en México llegó a niveles comparables con los de Brasil.
La segunda falsa premisa: El consumo de drogas en
México estaba llegando a un nivel alarmante. México había pasado de ser
un país de tránsito a ser un país de consumo. Algo se tenía que hacer al
respecto. Esto simplemente no es verdad. La tasa de consumo de drogas
de México está entre las más bajas de América Latina —es mucho más baja
que las de los países centroamericanos, que la de Brasil o Colombia— e
incluso más baja que las de Chile y Uruguay. Además, los aumentos, que
si bien son muy significativos en términos puramente estadísticos, se
dieron desde una base tan baja que eran insignificantes.
México no es un mercado para las drogas por una razón muy sencilla:
Solo un traficante desquiciado vendería drogas en México. Justo al otro
lado del río se encuentra el mercado mas grande y rico del mundo para la
venta de su mercancía. En México los traficantes de drogas no están
desquiciados, son empresarios muy inteligentes y sofisticados. Este no
es el caso en Bolivia. Bolivia queda cerca de Brasil, de Chile y de
otros lugares. Si ya lograste introducir la mercancía a México ¿para qué
venderla ahí si se puede vender al otro lado de la frontera por 10 a 15
veces más? No hay señal alguna de algún aumento significativo en el
consumo de drogas en México a lo largo de los últimos 15 años. Este ha
permanecido estable y en niveles muy bajos.
Tercera premisa: Los cárteles de drogas se habían vuelto tan poderosos
que se estaban apoderando del país. Esto es difícil de calcular. ¿Cómo
se sabe cuando parte del país ha sido tomado por los cárteles de drogas?
Bueno, probablemente la única manera de saberlo sería retomando el
control de un lugar y anunciando que ese lugar que antes estaba en manos
de los cárteles ya no lo está, y que en el proceso hemos arrestado,
matado o encarcelado, no a los traficantes —eso no sería difícil de
hacer— si no a los gobernadores, los alcaldes, los senadores, los
congresistas, los jefes de la policía, etc. Bueno, esto no ha ocurrido
en un solo estado de México durante los más de cinco años del gobierno
del presidente Calderón. Ni un solo gobernador, ex-gobernador, ni un
alcalde importante de una ciudad importante, ni un diputado o senador;
nadie ha sido encarcelado por este tipo de reconquista territorial. Es
cierto que se han encarcelado y liberado a policías, pero eso es parte
de otra historia. Incluso en Michoacán, cuando Calderón arrestó a 30
alcaldes en su estado natal y dónde empezó la guerra hace cinco años,
las autoridades tuvieron que liberar a los 30 alcaldes arrestados porque
no tenían un caso contra ellos. Así que la guerra fue declarada bajo
premisas falsas. Ninguna de las premisas era verdadera.
La verdadera razón para declararle la guerra a los cárteles
Entonces, ¿por qué se declaró la guerra? Creo que se hizo por razones
políticas muy simples. Yo voté por el presidente Calderón. Hice llamados
a que la gente votara por él. Respaldé sus esfuerzos después de las
elecciones por asumir la presidencia porque pensé que él había ganado y
pensé que había ganado de manera limpia —por un 0,56 por ciento. Es
verdad que no fue una victoria aplastante, por decirlo de alguna manera,
pero ganó la elección. Creo que fue una elección esencialmente limpia,
pero él decidió que, como muchos presidentes mexicanos antes que él,
tenía que hacer algo espectacular al momento de asumir la presidencia,
para poder consolidarse y legitimarse luego de una elección severamente
cuestionada y controversial.
Así que Calderón decidió por razones políticas que lo que iba a hacer
era enviar a las fuerzas armadas a Michoacán y a otro par de estados,
hacer el trabajo y luego retirarse. Las cosas no resultaron de esa
manera. La guerra contra los cárteles fue declarada por razones
políticas, no por razones relacionadas a las drogas. Esto es importante
porque significa que si las premisas eran falsas en ese entonces, siguen
siendo falsas ahora. Y esto significa que si cambiamos las estrategias y
encontramos una alternativa, no tenemos que lidiar con las causas de la
guerra, tenemos que abordar otras causas y otros efectos de la guerra
—por ejemplo, el desastre de derechos humanos que se ha
dado en México a lo largo de los últimos cinco años, que ha sido
documentado recientemente en un reporte publicado por Human Rights
Watch.1
Los costos
¿Cuáles son los costos? Primero, tenemos alrededor de 55.000 muertes
relacionadas a las drogas desde que Calderón asumió la presidencia.
Esto es más que el número de estadounidenses que murieron en Vietnam,
pero en un país con un tercio de la población de EE.UU.
Segundo, tenemos una situación de derechos humanos en México en donde los incidentes de tortura, ejecuciones extra-judiciales y desapariciones forzadas han
aumentado exponencialmente, como ha sido documentado por grupos de
derechos humanos mexicanos e internacionales. Eso es algo que el mismo
gobierno está reconociendo y tratando de resolver. La manera en que el
informe de Human Rights Watch fue recibido por Calderón y su gabinete en
noviembre del año pasado muestra que la discusión consiste más en qué
hacer al respecto y no en si el informe es cierto o no. Se trata de un
país que ha tenido enormes problemas de derechos humanos a lo largo de
los últimos 30, 40 ó 50 años, pero donde la situación de derechos
humanos había estado mejorando considerablemente bajo los gobiernos de
los presidentes Ernesto Zedillo y Vicente Fox, presidentes que
representan dos partidos distintos.
Tercero, hemos sufrido una destrucción de la imagen de México frente
al mundo. Para algunos países esto es más importante que para otros.
Para México, una imagen terrible frente al mundo importa bastante. Si
se pueden ver escenas como las que se ven en la televisión y en los
periódicos a través de todo EE.UU. —de gente siendo decapitada, colgando
de puentes o ejecutada en las calles— y la industria más importante es
la del turismo, entonces existe un gran problema.
Finalmente está el tema del dinero. México es un país grande; es un
país rico. Nuestro presupuesto este año será de alrededor de $320.000
millones. Para fines de la administración Calderón, habremos gastado
alrededor de $60.000 millones combatiendo el tráfico de drogas, además
de lo que gastamos normalmente en seguridad y en el ejército. Esa es una
cantidad considerable de dinero para un país de nuestro tamaño.
Así que si usted suma todo esto, puede ver que los costos de esta guerra
han sido inmensos. Los resultados positivos no son muy claros. Por
ejemplo, la erradicación y la interdicción de marihuana y heroína, las
drogas que producimos en México, han caído significativamente. Hoy en
México estamos confiscando considerablemente menos marihuana y heroína
que hace 10 años.
En cuanto a la cocaína, es difícil saberlo, porque viene del sur,
básicamente de Colombia y Perú, a través de Centroamérica, rumbo
a EE.UU. Aparentemente se puede haber dado una pequeña caída en la
cantidad de cocaína transitada a través de México a EE.UU. Pero si
hubiese habido una caída considerable, esta se vería reflejada en los
precios de la cocaína en las calles de Nueva York o Washington, DC, y a
menos que alguien conozca algo distinto, esa subida en el precio no se
ha dado. Ha habido un alza ligera en el precio, pero no tan grande que
refleje una caída tremenda en la oferta a lo largo de los últimos cinco o
seis años. Con respecto a la metanfetamina y otras drogas sintéticas,
algunas de las cuales producimos en México con insumos chinos, puede que
haya habido una caída, pero los resultados ahí no son significativos.
¿Qué se puede hacer?
¿Qué se puede hacer al respecto? Primero, creo que el ejército debe
regresar a los cuarteles y solo ser utilizado excepcionalmente cuando
exista una situación muy crítica, con instrucciones e indicaciones muy
claras de cuántos soldados serán enviados, cuánto tiempo estarán allí y
cuándo serán retirados. La definición de una crisis debería ser muy
específica.
Segundo, tenemos que construir una fuerza policial nacional.
Calderón ha hecho un esfuerzo, como lo hizo Fox antes que él, pero no
ha sido suficiente. Hoy tenemos alrededor de 25.000 policías federales.
Este es un país de 115 millones de habitantes. Colombia tiene 165.000
miembros de la policía nacional en un país que es 2,5 veces menos
poblado que México. Si quisiéramos tener el equivalente en México,
necesitaríamos 400.000 policías federales, ya que la policía municipal
es inútil, en el mejor de los casos. Así que tenemos que pasar de
22.000-25.000 a 100.000-150.000 policías federales muy rápidamente.
Esto requiere de mucho dinero, algo de tiempo y mucho respaldo.
Podríamos obtener el apoyo de todo tipo de lugares, pero solamente hay
un lugar de donde realmente lo obtendremos. Ese lugar es EE.UU. Tenemos
que pensar muy seriamente en México de cómo queremos hacer esto.
¿Queremos enviar a 100.000 policías mexicanos a ser entrenados en EE.UU.
o queremos tener a un par de miles de asesores estadounidenses
entrenándolos en México? Políticamente, es imposible lograr que los
asesores vayan a México. Económicamente, es imposible lograr que los
policías mexicanos vayan a EE.UU. ¿Qué hacemos entonces? Tenemos un
problema.
Necesitamos concentrar todos nuestros esfuerzos, como ha dicho Mark Kleiman
de la Universidad de California en Los Ángeles, en combatir la
violencia y el crimen —los secuestros, la extorsión, el homicidio,
hurtos en el hogar y de autos, entre otros— en lugar de concentrarnos en
el asunto de las drogas.2
Las drogas no perjudican a México. Si perjudican a los estadounidenses o
no es una cuestión que los estadounidenses tienen que decidir por sí
mismos, así como también lo es la cuestión de cómo quieren los
estadounidenses combatir el daño que las drogas le ocasionan a la
sociedad —si es que en realidad causan daño. Esa es una discusión
estadounidense, no es nuestra discusión y tampoco nos incumbe. No tiene
sentido alguno que aportemos hasta 55.000 vidas para evitar que las
drogas entren a EE.UU., las cuales, una vez que ingresan al país son, de
facto o de jure, legalmente consumidas. Felicito a los ex presidentes
Fernando Henrique Cardoso (Brasil), Ernesto Zedillo (México) y César
Gaviria (Colombia), así como también a otros colegas de la Comisión
Global de Políticas de Drogas, por señalar esto.
Si concentramos los recursos que tenemos en combatir la violencia,
podríamos reducirla a los niveles que teníamos en los años 2006-2007 y
podríamos empezar a abordar la cuestión de cómo hacer todo esto sin
alentar la cultura de la ilegalidad, que en México nos ha plagado ya por
alrededor de 400 ó 500 años (probablemente incluso desde antes de que
los españoles llegaran ya estábamos en problemas en ese aspecto, aunque
ellos empeoraron las cosas). Por esta razón considero que es muy
importante que el próximo gobierno mexicano —y el presidente Calderón ha
empezado a considerar esto— tiene que ser muy claro sobre la legalización de las drogas, empezando con la marihuana, pero no necesariamente limitando la legalización a esa droga.
¿Por qué presionar a favor de la legalización? Porque no podemos hacerlo
solos. Si los estadounidenses no lo hacen, nosotros no lo podemos
hacer. Los precios son fijados en EE.UU., no en México, así que
legalizarla solamente en México no reducirá realmente las ganancias de
los cárteles porque estas vienen del negocio ilícito en EE.UU. Si EE.UU.
no legaliza, y México lo hace, todo lo que lograremos es meternos en
problemas con los estadounidenses sin realmente afectar las finanzas de
los cárteles.
México, junto con Colombia, tal vez algún día con Brasil y Perú,
deberían hacer de la defensa de la legalización en EE.UU. su principal
tarea de política exterior. México hoy tiene claramente la autoridad
moral y el presidente Juan Manuel Santos de Colombia ciertamente tiene
la autoridad moral para venir a EE.UU. y decir: “Miren señores, hicimos
esto por 40 años, al igual que ustedes. Nosotros hemos puesto hasta
55.000 cuerpos, hemos gastado una fortuna, hemos destruido nuestra
imagen en el mundo, hemos afectado al turismo, hemos hecho todo lo que
humanamente se puede hacer y no funciona, así que tenemos que hacer otra
cosa”. Es muy importante, por supuesto, que ex presidentes con el
prestigio de Cardoso y sus colegas hagan esto. Pero es todavía más
importante que los presidentes en ejercicio lo hagan —especialmente los
actuales presidentes de México y de Colombia, quienes por razones
personales tienen el prestigio para hacerlo.
Si trabajásemos de acuerdo a estos tres lineamientos —combatir la
violencia, no el tráfico de drogas; construir una policía nacional y
retirar a las fuerzas armadas; y luchar por la legalización, aún si no
podemos hacerlo de la noche a la mañana con todas las drogas —tendremos
el principio de una política alternativa que puede funcionar.
Referencias:
1. "Ni seguridad, ni derechos: Ejecuciones, desapariciones y tortura en la 'guerra contra el narcotráfico' de México". Human Rights Watch. Noviembre de 2011.
2. Mark Kleiman, "Surgical Strikes in the Drug Wars: Smarter Policies for Both Sides of the Border", Foreign Affairs 90, no. 5 (septiembre-octubre 2011): 89-101.
3. Comisión Global de Políticas de Drogas, "Guerra a las drogas: Informe de la Comisión Global de Políticas de Drogas", junio de 2011.