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22/06/2007 | Mecánica infernal

Jorge G. Castañeda

Hace unas semanas el presidente del Comité de Inteligencia de la Cámara de Representantes del Congreso de Estados Unidos, Silvestre Reyes -que cuando fue director de la Patrulla Fronteriza en El Paso puso en práctica la operación Guardián que con tanta razón se ha criticado en estas páginas- declaró que el gobierno de México había solicitado al de Estados Unidos el equivalente de un Plan Colombia.

 

Se refería a las aparentes solicitudes de apoyo en la guerra contra el narco declarada por el presidente Calderón. El Plan Colombia, como se sabe, fue puesto en práctica desde 1999 por el presidente Clinton para ayudar al gobierno de Colombia en contra del narco, aunque siempre tuvo tintes contrainsurgentes ya que establecer la diferencia entre narco y guerrilla en Colombia es tarea casi imposible. Hasta la fecha y bajo la figura legislativa de Plan Colombia, Estados Unidos ha enviado más de 5 mil millones de dólares de 1999 a 2007, hay más de mil 500 asesores de Estados Unidos, unos gubernamentales y otros privatizados. Aunque hoy este plan está en entredicho en el Congreso y Uribe en problemas.

Rápidamente las autoridades mexicanas desmintieron cualquier similitud entre el Plan Colombia y lo que se supone México estaría solicitando a Estados Unidos. Desde declaraciones de una enorme profundidad como "México es distinto a Colombia" hasta desmentidos más puntuales, pero no necesariamente más ciertos, el gobierno de Calderón ha querido distanciarse de cualquier analogía colombiana. Sin embargo parece que ni las autoridades ni el país tienen muy claro qué significa esto. Tratemos de resumirlo.

A menos que el gobierno de Calderón logre en un futuro cercano la derrota del narco, es probable que esta guerra empiece a requerir de apoyo externo significativo. ¿De qué apoyo estamos hablando? Multifacético: presupuestal -cuesta mucho dinero tener a la tropa fuera de los cuarteles-, de software, es decir entrenamiento, informática, etcétera; hardware: armamento, pero también otros equipos como helicópteros, aviones de vuelo rasante, instrumentos de intercepción, uso de satélites, etcétera. Aquí empieza la férrea cadena de una mecánica infernal.

Sólo Estados Unidos está en condiciones y en disposición de brindarle este apoyo a México. A ningún otro país le interesa mayormente si México gana esta guerra o no. Segundo, en Estados Unidos por ley, presupuesto y por realidades políticas, sólo el Pentágono tiene dinero: ni el Departamento de Estado, ni el de Justicia, ni el de Seguridad Interna tienen fondos presupuestales de este monto. Tercero, por ley sólo el Pentágono puede entregar el dinero a sus homólogos, en el caso de México a la Sedena. En otras palabras, la Casa Blanca, o el embajador de Estados Unidos en México o la secretaria de Estado, no le pueden entregar dinero, equipo, asesores o entrenamiento a Medina Mora ni a nadie más. Todo viene en verdes y es de verdes a verdes. Cuarto, el gobierno de Estados Unidos ya sea a través de un "supplemental bill" puede pedir para este año los recursos necesarios para esta ayuda o en el presupuesto del ejercicio entrante establecer una partida separada y explícita. La partida puede ser de la magnitud de las colombianas, aunque probablemente sea menor en los primeros años. Y el Ejecutivo de Estados Unidos puede solicitar al Legislativo que la condicionalidad para México sea la menor posible dentro de la ley, considerando las sensibilidades mexicanas y los años que lleva Estados Unidos en busca de este tipo de cooperación militar. Pero, como el Ejecutivo propone y el Legislativo dispone, el Congreso de Estados Unidos puede aumentar las condiciones o no. Y es muy probable que lo haga, no por saña, racismo o xenofobia, sino porque es lo que pasa cuando hay distintos sectores en el Congreso que piensan que distintos paquetes de ayuda deben vincularse a distintas condiciones.

Esto significa que es probable que, cuando se llegue al Congreso en esta materia, habrá condiciones evidentes sobre derechos humanos -enhorabuena-, pero también de asesoría, entrenamiento y vigilancia por parte de Estados Unidos sobre el uso de los recursos.

Todo esto no es ni bueno ni malo, es sólo consecuencia inevitable de declarar una guerra sin contar necesariamente con los instrumentos para librarla ni mucho menos para ganarla. También es consecuencia de una estrategia que fue diseñada con inteligencia, pero ya sin mucha transparencia o sinceridad. ¿Diseñada por quién? Por la persona pensante dentro del equipo de seguridad, Medina Mora, y por su asesor de lujo, amigo y brillante estratega, Joaquín Villalobos, ex dirigente militar principal del FMLN salvadoreño.

Reforma (Mexico)

 



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