El apoyo a Bolsonaro migra de las clases altas y medias a los más pobres gracias al auxilio de emergencia de 100 euros al mes durante la pandemia. Casi el 40% de los brasileños cree que su gestión es "buena u óptima".
El presidente brasileño, Jair Bolsonaro, está en su mejor
momento. Su popularidad subió en las últimas semanas y ya es la más alta desde
que empezó a gobernar, en enero de 2019. El 37% de brasileños considera su
gestión "buena u óptima", según una encuesta del instituto de opinión
Datafolha realizada esta semana. Al 27% les parece regular, y el 34% cree que
su gobierno es "malo o pésimo".
A finales de junio, esos mismos porcentajes eran del 32,
23 y 44%, respectivamente. Bolsonaro está lejos de disfrutar de un aplauso
generalizado, (tan sólo el ex presidente Fernando Collor tuvo un inicio de
mandato con una popularidad tan discreta), pero el índice de quienes le
desaprueban ha caído especialmente. ¿Qué está pasando?
La gestión que Bolsonaro ha hecho de la crisis sanitaria
del nuevo coronavirus, marcada por el negacionismo, ha sido criticada
mundialmente. A día de hoy, Brasil sigue sumando más de mil muertos por
Covid-19 cada día y la pandemia está lejos de estar controlada, pero el
presidente parece estar acertando en su estrategia de hablar menos de salud y
más de economía.
Un factor clave ha sido la ayuda de emergencia de 600
reales (menos de 100 euros) al mes que están recibiendo muchísimos trabajadores
informales y desempleados desde abril. Son más de 65 millones de personas.
Bolsonaro era reacio a esa ayuda por el enorme agujero que iba a causar en el
déficit público, y su idea inicial era que fuera de apenas 200 reales y durante
un máximo de tres meses. La oposición consiguió aprobar en el Congreso Nacional
un auxilio de 600 reales que ahora Bolsonaro ha capitalizado como una conquista
de su Gobierno.
Una de las mayores especialistas de Brasil en
bolsonarismo, la socióloga Esther Solano, de la Universidad Federal de São
Paulo (Unifesp), explica que el apoyo creciente a Bolsonaro está muy ligado a
esas ayudas, porque la pandemia está dejando a miles de personas desesperadas
por haber perdido el empleo y con miedo a la crisis que se avecina.
"No son privilegiados, como muchos de nosotros. No
entra dinero, no tienen cómo pagar las facturas ni comida. Muchos, de hecho,
reconocen la irresponsabilidad de Bolsonaro en la pandemia, pero son esos 600
reales los que les permiten sobrevivir. La mayoría no tiene ni idea de que esa
medida fue de autoría de la oposición, es el Gobierno el que permite que haya
comida en la mesa", comentaba este viernes tras el alborozo que causó la
encuesta de Datafolha en las redes sociales.
La base de apoyo de Bolsonaro se está moviendo
lentamente: de las clases altas y medias hacia los más pobres. Está
consiguiendo conquistar simpatías incluso en la región Noreste, un bastión
electoral del Partido de los Trabajadores (PT) desde que el ex presidente Lula
sacara a millones de nordestinos de la miseria con el programa 'Bolsa Familia'.
Bolsonaro siempre fue muy crítico con esos programas de
asistencia social, que definía como una máquina de comprar votos. Ahora ya
admite ampliar el auxilio de emergencia de la pandemia unos meses más e incluso
convertirlo en algo fijo, que se llamaría 'Renta Brasil'. Sería su propio
programa social, y una buena garantía para cimentar la reelección en 2022.
As en la manga
Para garantizarse ese as en la manga, Bolsonaro, arropado
por el ala militar del Gobierno, ya presiona a su equipo económico para que
dejen de lado las recetas de austeridad y abran el grifo. El ministro de
Economía, Paulo Guedes, ha visto en los últimos días como dejaban el barco los
pesos pesados del ala liberal del Gobierno, los secretarios que iban a hacer
las reformas y privatizaciones que tanto esperaba el mercado financiero. Una
"desbandada", decía resignado.
Los especialistas también apuntan a un cambio de tono en
las últimas semanas que explicaría la mejora en la popularidad. Las bravatas
prácticamente diarias que marcaron los primeros meses de pandemia, incluso con
amenazas altisonantes contra jueces y contra el Congreso Nacional dieron paso a
un Bolsonaro más comedido.
Uno de los puntos de inflexión fue la detención, a
mediados de junio, de Fabrício Queiroz, un ex asesor de uno de sus hijos, el
senador Flávio Bolsonaro, que podría causar un incendio de consecuencias
imprevisibles si empieza a contar detalles de los esquemas de corrupción de la
familia presidencial. Además, la investigación sobre la maquinaria de 'fake
news' que aupó a Bolsonaro al poder silenció a algunos de sus aliados más
estridentes.
Además, Bolsonaro parece haber iniciado un camino más
pragmático en su relación con el Congreso Nacional y se ha acercado a los
parlamentarios de la 'vieja política' que tanto denostaba y que ahora le
prometen estabilidad y un escudo contra un eventual 'impeachment', algo que,
dadas las encuestas, parece una probabilidad muy remota.