El ex ministro de Exteriores dice que "si Occidente no le para los pies, su tentación de entrar en Europa es evidente". El ex ministro de Exteriores Josep Piqué, hombre clave en los gobiernos de Aznar, tomó las riendas de la diplomacia española en el año 2000, pocos meses después de la llegada de Putin al poder en Rusia, y conoce a la perfección los entresijos de las relaciones internacionales que están a pleno funcionamiento.
Pregunta - ¿Está la guerra en Ucrania próxima a su fin?
Respuesta - La guerra no está próxima a terminar, pero lo
que sí puede producirse es un alto el fuego, un armisticio que detenga la
actual carnicería. Eso sí lo veo más probable.
P - ¿Rusia se ha revelado como un enemigo a largo plazo
de la Unión Europea?
R - Rusia como tal, no, pero la estrategia de su actual
presidente, desde luego, sí. En su estrategia está la recomposición del antiguo
espacio soviético y al mismo tiempo la materialización de un sueño propio del
ultranacionalismo ruso, que es la unificación de la Gran Rusia eslava pasando
por encima de la propia historia y de la legalidad internacional. Cuando se
está dispuesto a saltarse la legalidad internacional utilizando la fuerza
militar, evidentemente tenemos enfrente a un adversario al que hay que pararle
los pies.
P - Lo planteo de otra manera, ¿es Ucrania para Putin la
puerta de entrada a Europa, como avisa el presidente ucraniano, Volodimir
Zelenski?
R - Yo creo que en la cabeza de Putin, además de
recuperar el espacio de la antigua Unión Soviética, y conviene recordar que eso
incluiría también a Moldavia, Georgia y los países Bálticos, efectivamente
podría haber estado ese designio pero creo que a la vista de la resistencia
ucraniana, heroica del propio Zelenski, y de la respuesta de la OTAN, de
Occidente y del mundo en general, lo que ahora Putin desea es terminar cuanto
antes la operación vendiendo algún tipo de éxito, aunque su derrota sea
estrepitosa en todos los ámbitos, más allá de las victorias estrictamente
militares que todavía pueda obtener. El establecimiento de líneas rojas ahora
es efectivo, pero estoy de acuerdo con Zelenski en que hay que pararle, porque
si le hubiera salido bien la operación de Ucrania y la respuesta de Occidente
hubiera sido débil la tentación de continuar era evidente.
P - ¿Tiene la OTAN alternativas para frenar a Moscú sin
implicarse abiertamente en una acción militar?
R - Las que está poniendo en práctica ahora: suministrar
armas eficaces a la resistencia ucraniana, concentrar efectivos en las
fronteras de Rusia y en los lugares sensibles, desde los países bálticos al
corredor de Suwalki, pasando por Polonia, Rumanía e incluso en el Mar Negro, y
advertir claramente a Putin de que la menor intervención en territorio de la
OTAN supondría la aplicación del artículo 5 del Tratado de la Alianza [que
establece que un ataque armado contra uno de sus miembros será considerado como
un ataque contra todos ellos] y, por tanto, la respuesta militar.
P - Cuando la guerra acabe ¿qué tipo de relaciones se
podrán mantener con Moscú?
R - Mientras se mantenga Putin, muy difíciles, porque más
allá de que, ojalá, se pudiera conseguir un alto el fuego, ha demostrado tal
desprecio a los derechos humanos y a la legalidad internacional, y ello unido a
su naturaleza de criminal de guerra, que las relaciones con Rusia deberán
quedar hibernadas, por lo menos hibernadas, y yo creo que incluso sería bueno
retirar a los embajadores y mantener las sanciones.
P Las sanciones económicas entonces no se podrían
levantar de inmediato...
R - Insisto en que mientras Putin esté ahí y no reconozca
su actuación ilegal veo muy difícil que se puedan levantar las sanciones
económicas.
P - Pero, ¿estamos los europeos preparados para asumir
las repercusiones que la guerra y esas sanciones a Rusia tienen en nuestras
economías?
R - No tenemos más remedio. Si cedemos ahora sería la
antesala de tener que hacer concesiones posteriores. Por eso hay que
transmitirle con toda claridad a la ciudadanía europea que probablemente es
inevitable que tengamos que afrontar perjuicios que afecten a nuestra vida
cotidiana, porque hacer lo contrario acabaría siendo muchísimo peor.
P - ¿Es factible y posible, como ha prometido el
presidente del Gobierno, incrementar nuestro gasto en Defensa hasta el 2% del
PIB?
R - Es un compromiso de los países de la Alianza adoptado
desde hace mucho tiempo. Otra cosa es que no se haya ido materializando. Desde
luego, para un país como España, en su actual situación de enorme déficit
público y de acumulación de una deuda sobre el PIB altísima, el margen de
maniobra es relativamente pequeño, pero sí se puede establecer un calendario
racional, factible y confiable de sucesivos incrementos en el presupuesto de
Defensa, porque tenemos la obligación como socios de la Alianza de contribuir
al esfuerzo de manera solidaria.
P - ¿Puede el Gobierno gestionar eficazmente la guerra y
sus derivadas con las profundas divisiones que hay en el Consejo de Ministros?
R - Es una de nuestras grandes debilidades, porque afecta
a algo fundamental en cualquier país, que es la credibilidad de la política
exterior. La política exterior se tiene que basar en consensos fundamentales
por encima de la alternancia política y, desde luego, en mostrar unidad de
mensaje por parte del propio Gobierno, más allá de la necesidad de buscar
acuerdo con el principal partido de la oposición y en el marco del Parlamento.
Con la actual composición del Gobierno, esto se hace muy difícil.
P - Además de ministro de Exteriores usted lo fue de
Industria , ¿es posible intervenir el mercado energético para frenar la
escalada de precios?
R - Siempre se pueden tomar acciones puntuales ante
situaciones excepcionales. Lo que no podemos hacer es adoptar, en el marco de
la Unión Europea y del mercado único, decisiones de carácter unilateral porque
eso alteraría las condiciones del mercado de una manera, entre comillas,
arbitraria. De lo que se trata es de adoptar medidas entre todos que no
representen distorsiones internas en el actual funcionamiento de los mercados.