El atentado que costó la vida de Daria Dúguina, la hija del principal asesor ideológico de Putin, nos ha permitido enterarnos de cuáles son sus verdaderas intenciones.
Incluso en lo más criminal y tétrico puede haber algo
aprovechable. El atentado que costó la vida de Daria Dúguina, la hija del
principal asesor ideológico de Putin, nos ha permitido enterarnos de cuáles son
las verdaderas intenciones de éste respecto a Ucrania. Sabíamos que las
'maniobras militares especiales' era un camelo desde que la invadió. Pero
teníamos la esperanza de que se conformase con quedarse con las provincias el
Este, el Donbass, que lindan con Rusia y donde se habla ese idioma.
Pero resulta que quiere más, mucho y más apetitoso. Ya
las palabras del amo del Kremlin cuando rindió homenaje a Daria y la condecoró
(«Ha sido un crimen vil, cruel. Una persona brillante y con talento con un
corazón de verdadera rusa que no puede quedar sin castigo») sonaban a oficio de
difuntos. Pero quien hizo sonar la campana fue el padre de la víctima,
Alexander Duguin, que no se anduvo con rodeos: «Los enemigos de Rusia la
mataron sigilosamente. Pero nosotros no podemos ser derrotados ni siquiera con
estos golpes. Necesitamos la victoria y la tendremos. Nuestro deber es destruir
el arma del mal. Destruir Ucrania como Estado terrorista». O sea, con sus
habitantes. Ya no dicen que forma parte de Rusia, hablan de erradicarla. Duguin
lo había expuesto dentro de su teoría sobre el comunismo que Lenin y Stalin
implantaron en Rusia, que considera una forma de gobierno superior al
capitalismo, liberalismo e incluso a la socialdemocracia, así como el derecho
de ésta a implantarlo en aquellos países y territorios que poseyó algún día.
Que esto ocurra tras haber denunciado Kruschev las practicas de los últimos
años de Stalin ante el Politburó y los intentos se Gorbachov con su
Perestroika, remedo de nuestra Transición que no llevó a ninguna parte,
demuestra que el comunismo soviético es incapaz de evolucionar, por la sencilla
razón de que los paraísos no son de este mundo. Y cuando se intentan, lo que
surge es un infierno.
Dos observaciones respecto a todo ello. La primera, que
el presidente de Hungría ha aceptado que Rusia construya dos centrales
nucleares en su país. Parece que no le bastaron unas cuantas décadas bajo la
bota rusa. O que la prefiere a las normas de la Unión Europea a la que
pertenece. La segunda es que Pedro Sánchez parece no tener pesadillas por
acoger a comunistas en su gobierno. Y es que 'hay gente pa'tó', como decía
aquel torero.