La demanda de los 23 presos polÃticos en huelga de hambre para que cese el aislamiento es un imperativo humanitario para preservar la salud de los presos.
Familiares de los reos de conciencia en Nicaragua y
defensores de derechos humanos han confirmado que 23 presos políticos, tres en
El Chipote y 20 en la cárcel Modelo, han iniciado huelgas de hambre, a riesgo
del deterioro de su salud, demandando la suspensión del régimen de aislamiento
y tortura impuesto desde hace más de un año por Daniel Ortega.
Se trata de una acción extrema de protesta, que no sería
necesaria si el sistema carcelario estuviese abierto a una inspección por los
organismos nacionales e internacionales de derechos humanos. Pero la Dirección
de Auxilio Judicial de la Policía, conocida como El Chipote, aunque
técnicamente es un centro temporal de investigación, en la práctica se ha
convertido en una cárcel permanente de tortura que ha permanecido cerrada a la
CIDH, OACNUDH, el CICR, y a la Comisión de Expertos Independientes de la ONU.
En El Chipote, los presos políticos solo tienen derecho a una visita familiar
de dos horas cada 45 días, se les niega una alimentación balanceada y atención
médica especializada, y está prohibido el acceso a libros, lapiceros o
cuadernos, para leer y escribir.
De manera que la huelga de hambre a la que han recurrido
los presos políticos, como último recurso, es un llamado a la conciencia
nacional y a la comunidad internacional para rechazar la normalización de la
tortura. Exigir que se abran las cárceles al escrutinio internacional es el
primer paso para derribar un sistema carcelario que simboliza la crueldad y
deshumanización de la pareja presidencial, cuyo poder absoluto basado en la
fuerza de la represión no tiene otro límite que su sed de venganza, el miedo a
la libertad, y su decrepitud moral.
Dora María Téllez, de 66 años, una heroína en la lucha
contra la dictadura de Somoza en el siglo pasado, quien ya enfrenta una grave
pérdida de peso y padecimientos crónicos de salud, demanda a través de su huelga
de hambre que cese el régimen de confinamiento solitario al que ella y otras
tres dirigentes de Unamos han sido sometidas durante más de 475 días de cárcel.
Exige, además, que se les otorgue a todos los presos el derecho a la lectura, y
que le permitan firmar un poder legal para que sus familiares puedan retirar la
pensión del seguro social que por ley le corresponde.
Los familiares de Suyén Barahona, otra de las presas
políticas sometidas al régimen de confinamiento solitario durante más de 475
días, iniciaron una campaña denominada "una llamada para Suyén", para
que le permitan tener una llamada de audio y video con su pequeño hijo de cinco
años.
El periodista y bloguero Miguel Mendoza, preso desde hace
467 días, inició una huelga de hambre para que el régimen le permita la visita
de su hija de 9 años.
Y el abogado Róger Reyes, preso político con más de 400
días en prisión, también inició una huelga de hambre, demandando el derecho a
la visita de sus hijas menores que se encuentran enfermas.
Los reos de conciencia Miguel Mora y Tamara Dávila ya
pasaron por el martirio de una huelga de hambre para lograr el derecho a una
visita de sus hijos menores, pero el régimen no lo instituyó como un derecho
para todos. En El Chipote y otros centros carcelarios se violan las reglas
mínimas Nelson Mandela de Naciones Unidas para el tratamiento de reclusos en
las cárceles, y se ha impuesto un sistema de aislamiento que los especialistas
médicos han calificado como una "tortura" que provoca daños físicos y
psíquicos irreversibles en la salud de los presos políticos.
La demanda de los 23 presos políticos en huelga de hambre
para que cese el aislamiento es, por lo tanto, un imperativo humanitario para
preservar la salud de los presos, mientras se anulan los juicios políticos para
que todos recuperen su libertad.
Después de la muerte del preso político Hugo Torres bajo
custodia policial en febrero de este año, ningún preso político debería verse
obligado a exponer su salud en una huelga de hambre, para demandar el fin del
régimen de crueldad. Sin embargo, este miércoles 28 de septiembre, en su
discurso en el aniversario de la Policía Nacional, Daniel Ortega intentó
justificar el sistema de tortura contra los presos políticos como uno de los
pilares de su régimen. El dictador calificó de "terroristas" a los
presos políticos que están en la cárcel por demandar elecciones libres y
arremetió contra la Iglesia católica, el papa, y el secretario general de la
ONU, que han demandado el cese de la represión. Pero su ataque más virulento
fue contra el presidente de Chile Gabriel Boric, uno de los líderes de la
izquierda democrática en América Latina, que como el presidente de Colombia
Gustavo Petro ha demandado la liberación de los presos políticos de Nicaragua.
En el lenguaje orwelliano de Daniel Ortega y Rosario
Murillo, al invocar los derechos humanos como valores universales y condenar su
régimen de crueldad, Boric y Petro actúan como "perros falderos" del
imperialismo. Su dictadura familiar, cada vez más aislada en Nicaragua y en el
mundo, alineada con Rusia, Irán, Corea del Norte, China, Cuba y Venezuela, no
puede ofrecer una solución nacional, sino únicamente una sucesión dinástica.
Ortega puede prolongar la agonía de su régimen por un tiempo, imponiéndole más
dolor y sufrimiento al pueblo nicaragüense, pero no puede excusar el fracaso de
su Gobierno que solo puede mantenerse en el poder con presos políticos y bajo
Estado policial.
Tampoco acepta una salida política negociada, o un
diálogo con la comunidad internacional. Al rechazar la gestión humanitaria de
Gustavo Petro para liberar a los presos políticos y al expulsar a la embajadora
de la Unión Europea Bettina Muschdeit, Ortega sigue dinamitando puentes, porque
sabe que nadie le puede ofrecer impunidad por crímenes de lesa humanidad que
son imprescriptibles. Como los tiranos al borde del abismo, está empeñado en
radicalizar la represión y cerrar todos los espacios políticos. Su objetivo es
cohesionar a sus fanáticos de su núcleo político duro, pero en ese salto hacia
adelante también está alienando el apoyo de los mismos sandinistas y de los
servidores públicos, civiles y militares, que no están comprometidos con las
masacres y la corrupción.
Frente a este callejón sin salida, la huelga de hambre de
los presos políticos en la cárcel representa una llama viva de resistencia
nacional. Un llamado dramático para romper el silencio, que demanda una presión
internacional extraordinaria, no para intentar apaciguar al tirano, sino para
que se suspenda el régimen de aislamiento y tortura en la cárcel. Es el primer
paso para lograr la liberación de los reos de conciencia, que encarnan la
esperanza del cambio democrático en Nicaragua.
*Carlos Fernando Chamorro es director del periódico
Confidencial de Nicaragua.
Esta columna fue publicada originalmente en www.confidencial.digital.