Las sospechas del ex espía Alexander Litvinenko y su círculo de que el Gobierno ruso está detrás de su envenenamiento fueron ayer calificadas de «tonterías» por el Gobierno de Moscú, que rechazó de manera tajante las acusaciones. El portavoz del Kremlin, Dimitry Peskov, restó importancia al envenenamiento de Litvinenko, que el día uno cayó enfermo tras almorzar con un contacto que le proporcionó información sobre el asesinato de la periodista Anna Politkovskaya.
   

Según el vespertino «The Evening Standard», antes de ser hospitalizado Litvinenko grabó una cinta en la que denunció una presunta trama de asesinatos políticos vinculados con el Kremlin. El documento en cuestión detalla supuestas ejecuciones extrajudiciales en los años en los que Vladimir Putin era el máximo responsable del Servicio Federal de Seguridad, la agencia heredera del KGB soviético.
   

Ayer, los cuerpos de seguridad británicos se hicieron cargo de la cinta, que podría convertirse en una pista clave para determinar si el ex espía ha sido víctima de un intento de asesinato por intereses políticos. Además, Scotland Yard confirmó que está realizando una investigación «en profundidad» sobre lo sucedido que incluye entrevistas con testigos y análisis de grabaciones de cámaras de seguridad.
   La Policía está centrando sus pesquisas en una reunión que mantuvo con dos hombres en un hotel del centro de Londres horas antes de caer enfermo. Se cree que uno de ellos era un antiguo integrante del KGB al que Litvinenko conocía de sus años como espía.
   

El encuentro se produjo poco después de que el envenenado almorzara con el italiano Mario Scaramella, un contacto italiano que según el «Sunday Times» le entregó una lista de sospechosos del asesinato de Politkovskaya, que falleció el mes pasado. Al parecer, los agentes ya han interrogado al catedrático napolitano, un experto en las relaciones entre la mafia rusa y la italiana que está en paradero desconocido.
   

Litvinenko, ex coronel del FSB, vive en Reino Unido con su familia desde que recibiera asilo político en 2000, tras acusar al Gobierno ruso de provocar las terribles explosiones en edificios de Moscú en 1999 que, después de ser atribuidas a la guerrilla separatista del Caúcaso, provocaron la segunda incursión en Chechenia. En Rusia, la noticia del envenenamiento de Litvinenko, de 43 años, no ha tenido mucho alcance en los medios de comunicación nacionales, aunque ya ha habido quien ha comparado el envenenamiento de Litvinenko con el sufrido en 2003 por el saudí Jatab, uno de los responsables de la guerrilla separatista chechena envenenado a través de una carta. Mientras, el Servicio de Espionaje Exterior (SVR) ruso se ha defendido argumentando que «todas las acusaciones vertidas contra el SVR parecen, como mínimo, poco convincentes», en declaraciones de su jefe de prensa, Serguei Ivanov, a la agencia Interfax.
   

Ha sido el propio Ivanov quien ha dicho que «desde 1959, cuando fue liquidado el nacionalista ucraniano Bander, el SVR soviético y su sucesor no realizan eliminaciones físicas de individuos indeseables para Rusia». Los responsables del FSB han evitado las preguntas. Y pocos han hablado en el día de ayer de lo ocurrido. Sólo el diputado Goudkov, muy cercano a Putin y ex integrante de la KGB, se permitió recomendar a Litvinenko que «tenga cuidado con el vodka caducado».