La globalización económica observada desde el final de la Guerra Fría está llegando a su fin. La interconexión de las economías nacionales para el movimiento transfronterizo de bienes, servicios, tecnología y capital se ha visto severamente afectada durante los últimos tres años.
El proteccionismo y la autosuficiencia han intervenido en
los últimos años, reemplazando los acuerdos de libre comercio y la promoción de
la liberalización económica. Lo que comenzó como guerras comerciales y el
aumento de los aranceles se ha transformado en un rechazo rotundo de la
compleja cadena de suministro multinacional.
Con restricciones pandémicas que exacerbaban la escasez
de suministro y ahora la guerra en Ucrania, y los enfrentamientos entre Israel
y Palestina, se pone en peligro la seguridad alimentaria y energética.
Pareciera que estamos enfrentándonos a una balcanización mundial. Es probable
que la economía mundial realmente se divida en bloques, cada uno tratando de
aislarse y luego, buscando disminuir la influencia del otro.
Con menos interconexión económica, el mundo pudiera ver
un menor crecimiento tendencial y menos innovación. Las empresas e industrias
nacionales tradicionales tendrían más poder para exigir protecciones
especiales.
La trágica guerra en Europa del Este está impulsando aún
más la reorientación de las redes de producción y suministro, lejos de la
minimización pura de costos y enfocándose a la resiliencia y la tolerancia al
riesgo. Y qué decir de la guerra en el Medio Oriente... Las interrupciones de
la cadena de suministro causadas también por la pandemia de coronavirus han
llevado a las empresas a comenzar a diversificar las ubicaciones de los
proveedores y de sus propias fábricas y oficinas.
Pareciera que el sistema de producción, el manejo de
inventarios y la logística está evolucionando de un sistema just in time
(“justo a tiempo”), a un sistema just in case (“por si acaso”).
La disponibilidad de bienes, cada vez más baratos, como
automóviles, electrodomésticos y muebles producidos en el extranjero fue un
importante contribuyente al panorama benigno de la inflación de Estados Unidos
en este cuarto de siglo. Por otro lado, la deslocalización también condujo a la
eliminación de millones de empleos en EU, el vaciamiento de las regiones
manufactureras y la clase media de nuestro vecino país del norte.
El reconocimiento de estos aspectos negativos de la
globalización ha hecho que el péndulo de la historia empiece a girar hacia el
abastecimiento local.
En lugar de las fuentes más baratas, fáciles y
ecológicas, probablemente habrá más incentivos en impulsar aquellas que estén
más seguras y protegidas.
“La invasión rusa de Ucrania ha puesto fin a la
globalización que hemos experimentado en las últimas tres décadas”, explicó
recientemente el CEO de BlackRock, Larry Fink.
La conectividad y las relaciones entre naciones,
empresas, incluso personas, se volvieron más tensas debido a la pandemia. Este
aislamiento provocó que una cantidad enorme de comunidades y personas se
sintieran segregadas, recluidas y desamparadas.
Después de todo lo que nos trajo la pandemia, no
deberíamos preguntarnos ¿qué hemos aprendido?
Cuando ya se vislumbraba una luz para salir de nuestra
reclusión, a un señor Putin, se le ocurre empezar una guerra. De alguna manera,
este conflicto está fomentando la unidad entre un gran grupo de naciones, a
medida que se mueven para excluir a Rusia de los mercados de capital globales.
La invasión ha impulsado a las naciones y los gobiernos a
fin de que se unan con el objetivo de cortar los lazos financieros y
comerciales con Rusia.
La mayoría de los gobiernos del mundo han impuesto
sanciones, incluida la medida sin precedentes de prohibir que el banco central
ruso despliegue sus reservas de divisas.
Estas acciones tomadas por el sector privado demuestran
el poder de los mercados de capitales: cómo los mercados pueden proporcionar
capital a quienes trabajan constructivamente dentro del sistema y qué tan
rápido pueden negarlo a quienes operan fuera de él. Rusos, ucranianos, europeos
y el mundo en general se han visto obligados a tomar medidas fuera de lo común.
¿No es ya momento que, como una humanidad, busquemos que
ese péndulo de la historia, no genere esos bandazos de extremo a extremo? ¿No
podríamos encontrar un justo medio en las políticas sociales, humanitarias,
económicas, monetarias, ecológicas, energéticas, distributivas y el largo
etcétera que le sigue?
¿O alguien me podrá decir que al señor Putin o cualquier
líder, o ser humano de este planeta, que se nos ocurra nombrar, es inmortal?
Algún día todos nos enfrentaremos a la muerte. Cómo llegaremos a ella y el
juicio de nuestro espíritu despierto y revelado al enfrentarla, será nuestro
absoluto y eficaz juez. Y nadie... absolutamente nadie... se
escapa de eso.
https://www.excelsior.com.mx/opinion/antonio-peniche-garcia/fin-de-la-globalizacion/1642753