Esta renovación respondió también a un clamor popular, expresión de un cansancio generalizado de la manera de hacer política, muchas veces impregnada de prácticas de clientelismo, corrupción e impunidad ante los malos manejos de la cosa pública.

Sin embargo, si bien cambiaron los actores políticos y sociales, parece que lo que no cambiaron son las prácticas de una política clásica que ya no responde a las nuevas demandas y expectativas ciudadanas. Es así que aquellos que antes utilizaban la presión de las calles como medio exclusivo para canalizar sus demandas a los poderes centrales, ahora son los que ocupan el lugar de estos poderes del Estado. Y al contrario, los que siempre ejercieron el poder y soportaron, con mayor o menor represión, las protestas sociales, ahora son los que utilizan los mismos recursos para presionar al poder político y llamarlo a cumplir y satisfacer sus necesidades.

Esta especie de inversión de los actores muestra que así como la necesidad de renovación se ha expresado en la emergencia de nuevas figuras en el contexto nacional, todavía son las prácticas políticas tradicionales las que no han sido renovadas y mantienen una dinámica de confrontación por encima del debate político y la negociación. Nuevos actores para viejas prácticas que refleja la profunda necesidad de abordar cambios estructurales, y no simplemente coyunturales, en la vida política nacional, tendientes a paliar problemas también estructurales y largamente arraigados en la forma de hacer política en el país.

Es así que nuevamente se cierne el riesgo sobre el sistema político boliviano de un nuevo divorcio de la clase dirigente con respecto a la sociedad. Expresado en términos políticos, el ciudadano no eligió a los miembros de la Asamblea Constituyente para la obstrucción, o la confrontación, sino para la construcción de una nueva arquitectura institucional para el país. La situación actual, sin embargo, puede hacer perder credibilidad y confianza a una institución tan importante y fundamental en todo proceso de cambio democrático, como es la Asamblea Constituyente.

Es muy posible que estemos en el momento en el que se hace necesario pensar más en las propuestas que en los mecanismos de aprobación. Al mismo tiempo, entrar en una nueva lógica de entendimiento en la que se dobleguen los intereses particulares y políticos partidarios, tan criticados y censurados por el ciudadano de a pie.