La crisis política y social desatada en el departamento de Cochabamba no es de total responsabilidad de los actuales prefectos departamentales que ejercen sus funciones públicas apoyados en la legitimidad de una votación popular, ni de los movimientos sociales, muchos de ellos sumamente molestos por el rumbo que van tomando las primeras autoridades departamentales.
Los directos responsables de lo que el sistema político boliviano está viviendo en estos momentos son esos políticos que tuvieron la irresponsabilidad y descaro de aprobar una ´elección´ o ´selección´ de prefectos departamentales, sin una adecuada estructura política, llámese descentralizada o autonómica. Esos políticos que sucumbieron a las presiones regionales, sin importarles lo que significa un país unitario y no descentralizado políticamente o federal.
Sin darse cuenta de las gravísimas distorsiones que provocaría la elección de prefectos enfrentados al Presidente de la República, hiriendo mortalmente al Estado, y a su ya pobrísima autoridad. En fin, incapaces de esperar la realización de la Asamblea Constituyente para que se pueda estructurar una nueva arquitectura institucional y elegir a las personalidades que puedan llevarla adelante.
Si a ello sumamos las violencias encubiertas, o larvadas, que van siendo cada vez más explícitas en los enfrentamientos políticos y sociales, como la división ideológica, racial, regional y cultural, entonces tenemos todos los ingredientes necesarios para constituir un panorama en el que la única resolución del conflicto es el uso directo de la violencia bruta del más fuerte, de la presión, del enfrentamiento entre bolivianos, de la paz de los muertos y los cementerios.
Por todo ello, se constituye una exigencia absoluta, la recuperación de los mecanismos de coordinación en el Estado, utilizando las vías políticas del diálogo y la negociación, para volver a dar racionalidad al manejo de la cosa pública, y a la propia unidad social y estatal.
Se trata de ir inculcando en los jóvenes la cultura democrática, con equidad, tolerante, que respete la diferencia y no busque eliminarla.
Sin duda es una construcción social que no se la consigue de la noche a la mañana. Como afirma Edgard Pisani: ´La democracia debe ir a su pleno cumplimiento: ella es debate y no enfrentamiento a muerte, ella es alternancia e ignora toda lucha final, ella es regla de derecho tanto para la nación, como para el individuo; ella es civilización humana, demasiado humana, que debe ser administrada como un ser que, de caída en caída, es indefinidamente perfectible´.
Se trata de avanzar, aunque a veces sintamos que retrocedemos demasiado.