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24/12/2006 | Miseria y orgullo del modelo chino

Howard French

Cuando los residentes de esta ciudad, la más rica del sur de China, se enteraron de los planes del ayuntamiento para construir una carretera que pasaría a través del corazón de su congestionado vecindario de clase media, organizaron de inmediato una campaña para oponerse a dicho plan.

 

A lo largo de los dos años siguientes se las ingeniaron para detener las obras en el segmento más conflictivo de la carretera, obligando a que se concibieron cambios para reducir la contaminación proveniente de las obras. El esfuerzo alcanzó rango histórico entre las iniciativas de los ciudadanos por ganar concesiones de un gobierno que, tradicionalmente, no toleraba ninguna oposición.

No fue casual que la batalla se librara en Shenzhen, pujante ciudad que fue la primera en gozar de los efectos del apabullante desarrollo y que ha servido como modelo de otras ciudades a lo largo del país.

Pero, con frecuencia cada vez mayor, con la multiplicación de los dolores del crecimiento, Shenzhen al parecer es un adelanto, incluso una advertencia, de las limitaciones del enfoque del tipo de ''desarrollo a toda costa'' que ha poseído a buena parte de China.

Existen probabilidades de que el índice de crecimiento anual de Shenzhen desde 1980, de 28 por ciento, se mantenga como un récord en China por cierto tiempo, pero el precio de este fenomenal éxito es dolorosamente evidente. Los cielos presentan una densa capa de humo durante la mayor parte del año. La delincuencia en las calles es masiva. Además, se está volviendo más difícil reclutar a los trabajadores que, en el pasado, la ciudad había atraído del campo con tanta facilidad, a medida que sus opciones aumentan en otras partes.

Sin embargo, Shenzhen quizás presagie más cambios prometedores. Posiblemente, la mayor fuerza que está cobrando forma aquí es la discreta expansión de la clase media, más numerosa que, quizás, en cualquier otro lugar de China, la cual está empezando a sufrir bajo el mandato autoritario. Con el paso del tiempo, los silenciosos y bien organizados desafíos de los nuevos ricos pudieran tener un mayor impacto sobre el futuro de este país.

''Mucha gente se reía de mí, ya que no tienen confianza en el gobierno'', dijo Qian Shengzeng, de 62 años, ex ingeniero aeronáutico que encabezó el movimiento en contra de la carretera. ``Ellos piensan que el gobierno está podrido y no tiene esperanza alguna de recuperarse. Sin embargo, nuestra opinión es que quizás exista una franja restante de esperanza, y el gobierno necesita de un empujón''.

En la nueva riqueza de Shenzhen, al igual que en buena parte de China, el cambio social está siendo impulsado por la transformación económica y, más que cualquier otra cosa, por la tenencia de propiedades.

Mercados de bienes raíces sumamente dinámicos le han dado origen a una nueva clase de personas, conocidas como esclavos de las hipotecas, debido a que la pesada carga financiera de hacer realidad el sueño de la clase media de tener casa propia repentinamente se ha vuelto enorme. Los nuevos propietarios de bienes raíces han dedicado toda su energía a todo, desde crear consejos-cooperativas para enfrentar a los caseros hasta la organización de boicots de bienes raíces para obligar al descenso de los precios.

Otros, en tanto, ya empezaron a postularse en busca de cargos públicos en elecciones municipales, mediante las cuales esperan lograr que el gobierno de la ciudad responda mejor a sus necesidades, aunque, como todos los gobiernos en cada nivel en China, aquí el poder máximo reside en los funcionarios del Partido Comunista.

Aunado a lo anterior, Shenzhen también dio origen a un grupo de investigación conocido como Interhoo, asociación independiente de profesionales con mentalidad cívica que discuten temas de política municipal, publican documentos con sus posiciones y cabildean discretamente ante el gobierno con respecto a la estrategia para el desarrollo y otros temas relevantes.

''En los últimos cinco o seis años, se han producido señales de que la nueva política, economía y cultura están surgiendo en Shenzhen'', dijo Ping Chen, académico del Instituto de Desarrollo de China, grupo local dedicado a la investigación, así como integrante de Interhoo. ``Hay un despertar de la conciencia en lo concerniente a los temas públicos. Los 6,000 miembros de Interhoo discuten estos temas y han publicado libros que tienen gran influencia sobre el gobierno''.

Académicos y otros que estudian el desarrollo de la ciudad dicen que no causa sorpresa que Shenzhen esté surgiendo como la cuna de movimientos de este tipo. Desde el comienzo, su proximidad con Hong Kong la ha vuelto insólitamente abierta a influencias externas. La ciudad también es nueva, fundada en 1980, y está poblada por emigrantes que contribuyen a una cultura de mayor individualismo, en la cual se corren mayores riesgos que en cualquier otro lugar de China.

A pesar de toda esta actividad política, China aún está muy lejos de la democracia participativa, incluso en el ámbito local. No obstante, un sondeo por parte de la Academia China de Ciencias Sociales mostró que la creciente clase media en Shenzhen actualmente representa aproximadamente 10 por ciento de la población de la ciudad -- que asciende a 12 millones --, lo cual es un porcentaje superior en comparación con cualquier otra ciudad en China, aunque es difícil obtener cifras confiables. A medida que va creciendo la clase media, los líderes civiles albergan la esperanza de ver un crecimiento constante en la participación ciudadana.

Zou Tao, proveedor de equipo de golf en Shenzhen, captó la atención nacional en fecha reciente cuando lanzó un boicot de compradores de casas enfocado a contener los precios de bienes raíces, los cuales han estado aumentando a un índice de 30 por ciento anual.

''Los precios han sido impulsados por especuladores que acumulan viviendas, y por funcionarios y empresarios que suman esfuerzos'', dijo Zou. ``El gobierno no ha hecho su trabajo bien en cuanto a la supervisión del mercado''.

Desde Shenzhen, el boicot de Zou se ha extendido rápidamente a otras grandes ciudades, permitiéndole reunir más de 100,000 firmas. Asimismo, se ha ganado la ira de las autoridades, de las cuales él dice que intervinieron electrónicamente su teléfono y le prohibieron a la prensa que escribiera acerca de su persona o usar las palabras ``boicot de vivienda''.

Sin embargo, Zou se ha negado a dar marcha atrás, impulsando al gobierno a prohibir sus apariciones en televisión y bloquear los sitios que él opera en Internet. ``Al enfrentar la burbujeante opinión popular, lo primero que piensan las autoridades no es que quizás debieran escuchar, sino en reprimir''.

Capitalismo salvaje

Cuando Zhang Feifei perdió su empleo en esta pujante ciudad fabril, no se sintió terriblemente preocupada. Los empleos siempre habían sido abundantes en la floreciente economía de Shenzhen.

Después, Zhang, jornalera emigrante de 20 años, perdió su credencial de identidad y quedó consternada al descubrir que ninguna fábrica la contrataría sin un soborno,

el cual ella no podía costear. Desesperada por dinero, terminó trabajando en un mugriento salón de masajes de dos habitaciones, en un congestionado callejón de la localidad, donde cada día tiene relaciones sexuales con cuatro o cinco hombres.

''Al principio, yo estaba aterrada, y me sentía sumamente avergonzada, pues ni siquiera sabía usar un condón'', dijo la mujer, de hablar pausado, mirando al suelo mientras hablaba. ``Pero, yo no tenía alternativa. Poco a poco, tienes que acostumbrarte''.

Muy pocas ciudades en el mundo han creado riqueza tan rápidamente como Shenzhen, que solía ser una soñolienta aldea en el delta del río Peral, junto a Hong Kong, cuando fue decretada zona económica especial por el difunto líder Deng Xiaoping, en 1980. Desde entonces, la ciudad ha crecido a una tasa anual de 28 por ciento, aunque aminoró a 15 por ciento en el 2005.

Shenzhen debió su éxito a una simple fórmula de tierra barata, mano de obra cumplidora e impaciente por trabajar, así como laxas normas ambientales que atrajeron a gran número de inversionistas, los cuales construyeron industrias de manufactura enfocadas a las exportaciones. Con siete millones de trabajadores migratorios en una población total de aproximadamente 12 millones -- en comparación con los dos a tres millones de emigrantes en Shanghai entre una población de 18 millones --, Shenzhen se convirtió en el corazón literal y simbólico del milagro económico de China.

Con todo, los costos actuales del fenomenal éxito de la ciudad, desde la degradación del ambiente, pasando por intranquilidad laboral, hasta la prostitución rampante y altísimos índices de criminalidad, aparecen por doquier. Para otras ciudades de China, Shenzhen ha empezado a verse menos como un modelo a seguir y más como una ominosa advertencia de las limitaciones del enfoque de ``desarrollo a toda costa''.

Si bien existen extenuantes condiciones laborales en muchas partes de China, las gigantescas plantas de Shenzhen, que dan empleo a casi 200,000 trabajadores de manera individual, han establecido una reputación particular de severidad entre los trabajadores y sus defensores. Cifras mensuales de 10 por ciento o más de empleados contratados para reemplazar a los que ya no están suelen ser más comunes, aseguran grupos laborales.

Las duras condiciones de trabajo, a su vez, han ayudado a crear uno de los avances de mayor importancia en China en años recientes: huelgas ilegales en gran escala y acciones menores en el ámbito laboral en busca de mejores horarios y salarios. La Asociación de la Unión Guangdong, grupo afiliado al gobierno, dijo que el año pasado se produjeron más de 10,000 huelgas en la provincia.

Incluso al más alto nivel, Shenzhen está siendo vista cada vez más casi como una ciudad irrelevante: sumamente severa, muy despilfarradora, demasiado contaminada y con una excesiva dependencia hacia el masivo e incesante movimiento de trabajadores migratorios.

''Este camino ya es un callejón sin salida'', dijo Zhao Xiao, economista y ex asesor del Consejo de Estado. Luego de catalogar los problemas de la ciudad, precisó: ``Los gobiernos no pueden contar con la belleza de inversiones que tapen otros 100 tipos de fealdad''.

A medida que los límites del modelo de Shenzhen se han vuelto cada vez más evidentes, otras ciudades en el este de China, relativamente desarrollado, intentan diferenciarse con frecuencia cada vez mayor, haciendo énfasis en mejores condiciones laborales y de vivienda para obreros en fábricas o prestando mayor atención al ambiente.

''Algunas ciudades tierra adentro han empezado a suministrarle seguro social a los emigrantes, incluida pensión y otros beneficios'', dijo Wang Chunguang, experto en movilidad de clases de la Academia China de Ciencias Sociales, en Beijing. ``En Chengdu, en la provincia de Sichuan, los controles de residencia se están relajando y la educación para los hijos de trabajadores migratorios está recibiendo mayor atención''.

Ellos siguen llegando aquí, por supuesto, atraídos por la promesa de trabajo y ajenos a la difícil vida que les espera. Algunos, como Zhang, que vienen a este lugar en busca de los salarios de $100 mensuales en maquiladoras, terminan atrapados, literalmente demasiado pobres para marcharse. Sin embargo, muchos otros trabajadores se desilusionan rápidamente y vuelven a casa.

Con frecuencia creciente escasean los trabajadores, así que en fechas recientes las fábricas han aumentado los salarios de la línea de montaje en 20 por ciento. Pero, incluso así, afirman los detractores, el auge de Shenzhen no ha elevado el nivel de vida de la gente.

Los trabajadores migratorios describen el mercado laboral de la ciudad como un ambiente predatorio repleto de inescrupulosos corredores de empleos, fraudulentos cursos de capacitación y una profusión de otras estafas enfocadas a engañar al segmento poblacional en mayor desventaja.

Yu Di, de 19 años, oriunda de la provincia de Hubei, y quien tiene estudios de bachillerato, dijo que había trabajado en una sucia fábrica de carátulas de reloj y descargaba pesadas cajas de un camión 11 horas al día, seis días por semana. Con un salario de aproximadamente $80 mensuales, sin beneficios, Yu tiene que pedirle dinero prestado a sus padres sólo para cubrir sus gastos personales. Vive en un oscuro y sucio dormitorio, atestado con 12 literas, cuyo muelles rotos y aire son tapados con trozos de cartón.

''Lo único que lamento es no haberme esforzado duro en la escuela'', comentó.

En la habitación contigua, Zhou Hailin, de 20 años, criado en Guangan, la tierra natal de Deng Xiaoping, al parecer está en mejores condiciones. Zhou, quien vino a la ciudad hace cuatro años, percibe el equivalente de $120 al mes trabajando como maquinista en la misma fábrica de relojes.

Sin embargo, para lograrlo, debe trabajar turnos de ocho horas al día, más tres o cuatro horas de tiempo extra obligatorio, seis días por semana. En un día típico de trabajo, dijo, termina saliendo a las 10:30 p.m., hora en que a menudo visita a una de sus hermanas, la cual trabaja en otra fábrica de la cercanía.

Cuando le preguntaron si alguna vez había visitado el centro de Shenzhen, que se yergue con rascacielos y centros comerciales, dijo que nunca había tenido tiempo para hacerlo.

``Tengo que trabajar a diario'', dijo Zhou. ``Todos los empleos en las fábricas de este lugar son iguales. Así es la vida de un trabajador migratorio''.

Zhou acepta su suerte en calma, pero, para muchos, la despiadada molienda de la vida fabril resulta excesiva. Con su salud deshecha y perdidos los sueños de amasar ahorros considerables, estos trabajadores optan por volver a casa, a sumergirse en una vida vida más simple en el campo.

''Quizá Shenzhen dé la impresión de ser próspera'', dijo uno de los trabajadores, sentado en su litera dentro de un húmedo dormitorio. ``Pero aquí abunda la desesperación''.

Miami Herald (Estados Unidos)

 


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