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01/01/2007 | ETA-La ofensiva terrorista: París atribuye a ETA plena capacidad operativa

José Luis Barberia

Las policías francesa y española se movilizan para frenar un nuevo despliegue de la banda armada.

 

Mientras Batasuna gesticulaba a diario ante las cámaras y, muy agraviada, denunciaba, proponía, exigía, censuraba y advertía al Gobierno y a los jueces, ETA reconstruía a marchas forzadas una organización que hace año y medio se encontraba desarbolada, según fuentes de la lucha antiterrorista francesa. Mientras el "frente político" de Josu Ternera jugaba a fondo sus bazas negociadoras, directamente y a través de Batasuna, el "frente militar" de Garikoitz Aspiazu, Txeroki, cumplía igualmente con su cometido de regenerarse y rearmarse con vistas a la ruptura del "alto el fuego permanente" declarado el 22 de marzo, siempre según esas mismas fuentes.

"Están metidos en una dinámica frenética de renovación organizativa. Han creado comandos de liberados con gente joven no fichada y abandonado aquellas estructuras que sospechaban vigiladas. Estamos convencidos de que poseen plena capacidad operativa y que romperán cuando se sientan suficientemente blindados ante la acción policial", sostenían, hace unas semanas, los expertos antiterroristas franceses. De hecho, pese al mutismo oficial gubernativo, ETA ya había cubierto en septiembre gran parte de su programa de incremento de la presión por fases que conducía forzosamente a la ruptura en el caso de que el Gobierno español no se aviniera a realizar nuevas concesiones. Tras la declaración de que el proceso estaba estancado y el anuncio de que iban a hacer "el último esfuerzo", lo que quedaba por recorrer en la cronoescalada de chantaje diseñada por ETA era el aviso de "suspensión" del "alto el fuego permanente".

Y ahora está claro que, al menos el "frente militar" de ETA, donde reside el auténtico poder operativo de la organización, no ha querido posponer la programada ruptura y mantenerse a la espera de los resultados de una nueva reunión con el Gobierno español. Estaban preparados y han optado por no regalar más tiempo al Ejecutivo de Madrid. El descubrimiento en Amorebieta de un zulo habilitado pocos días antes, el auge de la kale borroka, los dos ataques a viviendas de ertzainas, las renovadas exigencias planteadas y el tono mismo de las declaraciones ya habían demostrado en las últimas semanas que ETA y Batasuna había pasado a situarse en el plano ofensivo.

"La negociación y el proceso democrático no comienzan con la suspensión de acciones por parte de ETA. Y tampoco se acaba si ese alto el fuego queda en suspenso. Porque el proceso es mucho más que eso", indicaba la organización terrorista en su último zutabe (boletín interno) de noviembre último. Conviene aclarar que cuando ETA habla de proceso está hablando de conseguir la autodeterminación y la territorialidad (Navarra, además de una fórmula que integre simbólicamente al País Vasco francés) y, por supuesto, la excarcelación de sus presos, la "amnistía" que han vuelto a sacar del baúl de los recuerdos reivindicativo. Cabe suponer que la organización terrorista pretende ahora instalarse en un juego alternativo de atentados, chantajes y exigencias, acentuar o aflojar la presión en función de la disposición del Gobierno, asentarse a la vez como interlocutor negociador y puño armado.

De lo que no cabe dudar es que a lo largo de este año, ETA se ha aprovisionado en Francia de todo lo necesario para volver a actuar. Tiene en su poder placas de matrículas y troqueladoras; cuenta con papel y películas plástico que le permiten falsificar documentos de identidad, permisos de conducir y pasaportes; dispone de más de 1.000 kilos de polvo de aluminio y de las cuatro toneladas de clorato sódico robadas en Rouen y Saint Benoit para fabricar explosivos, además de las 340 armas cortas, los cuatro rifles de mira telescópica y la munición obtenidos en el asalto a la armería de Vaubert en octubre último.

"Todo esto no es para mantener engrasada a una organización en reposo, es para lanzar una ofensiva militar, para romper la tregua", advertían semanas atrás fuentes policiales francesas. De acuerdo con sus datos, ETA mantiene actualmente en activo en suelo francés entre 150 y 200 activistas, buena parte de los cuales estarían dedicados a labores de logística. La cifra es muy inferior a la de los 516 etarras clandestinos que el responsable de la Subdirección Antiterrorista de la Policía Judicial (SDAT), Fréderic Veaux, facilitó, a preguntas del fiscal y bajo juramento, en el transcurso del juicio contra miembros del aparato logístico de ETA el pasado 20 de noviembre en París.

"El número que el comisario Veaux aportó al tribunal comprende a todas y cada una de las personas, actualmente en paradero desconocido, que de una u otra manera han colaborado en las actividades de ETA. El grado de implicación de los individuos que figuran en ese listado exhaustivo varía enormemente porque en ella hay gente que prestó una vez su coche a un activista pero a la que no cabe considerar forzosamente como colaborador permanente. No significa, pues, que ese medio millar de personas formen actualmente parte activa de ETA y mucho menos que sean liberados dispuestos a entrar en España para matar", explica un agente antiterrorista francés.

El caso es que, aunque el Gobierno dijera no disponer de datos que avalaran el rearme, la alerta policial estaba lanzada desde hace semanas a uno y otro lado de la frontera. Se trataba de bloquear en lo posible los movimientos de los activistas, de impedir que la reestructuración se cerrara sin brecha y dejara a los investigadores policiales a oscuras, sin fuentes, ni terreno sobre el que trabajar, obligados a partir de cero.

Era y es una carrera contra el reloj, una carrera para recuperar el tiempo perdido porque, como afirman expertos antiterroristas franceses y españoles, nueve meses de tregua traen aparejados una cierta desmovilización policial. "Toda tregua conlleva una cierta relajación, no sólo psicológica sino también operativa, en la medida en que como no hay atentados, tampoco afloran nuevos datos y pistas que seguir.

En la práctica, esta situación de tiempo detenido acarrea el desvío de efectivos a otros frentes prioritarios, como el del terrorismo islamista, pero es que, además, en este caso, los cambios en la dirección policial francesa trajeron consigo una reducción notable del número de agentes especializados dedicados a la lucha contra ETA, un problema que ahora está siendo corregido a toda velocidad".

Vista desde Francia, la tregua no parecía tal. "No han parado de moverse ni un momento. Siguen robando coches para sus desplazamientos y el traslado de material, se han hecho con explosivos y armas, se están enfrentando a los gendarmes en los controles y por si fuera poco han lanzado al Gobierno francés una serie de amenazas que son como una declaración de guerra". Los responsables antiterroristas franceses perciben en ETA una actitud desafiante. "Para que no quedara duda de que habían sido ellos desarmaron y despojaron de sus uniformes a los agentes encañonados en Fisac en marzo, utilizaron los grilletes de esos gendarmes en el asalto a la armería de Vauvert.

Cada grillete lleva impreso el nombre del agente al que le fue adjudicado, así que si los emplearon y abandonaron siete meses después fue para ridiculizar a la policía francesa, un gesto de chulería". A su juicio, la declaración de tregua respondió a la necesidad de ETA de reestructurarse y rearmarse. "El momento era interesante para intentar una negociación, pero alguien vendió al Gobierno la idea equivocada de que el cordero que se encontraba en el horno estaba listo para sacarlo. Han sacado el cordero y se ha visto que todavía está crudo.

Ahora, el problema es devolverlo al horno", comenta un especialista español. Aunque no haya matado en Francia, ETA no ha estado nunca en tregua en ese país, pero es que, además, los responsables antiterroristas franceses no han conocido en ningún momento los fundamentos de la estrategia negociadora española y tampoco han estado al tanto de los avatares y expectativas de un proceso que, de todas formas, se juzgue como se juzgue, también ha aportado nueve meses de vacaciones terroristas y situado de nuevo a las bases electorales de Batasuna en la perspectiva psicológica de que el tiempo de la violencia tiende a acabarse.

El miedo a que ese estado de opinión alcance a sus propias filas explica el temor de ETA a aceptar un largo proceso "durmiente" sin resultados tangibles. Sabe por propia experiencia que romper la tregua y devolver a la confrontación a la totalidad de Batasuna es mucho más difícil si el proceso de negociación se prolonga y se instala la idea de que estamos en el punto final. ¿Había un margen negociador de maniobra después de que ETA-Batasuna situara como requisito previo a la formación de las dos mesas: la de la "desmilitarización" y la política, un preacuerdo que comprometería a todas las partes a abordar la autodeterminación y la territorialidad?

La política primero y la "desmilitarización" después, ésa ha sido, al cabo de unos meses, la única opción que ha dejado la organización terrorista. Las referencias al carácter instrumental de la tregua y la insistencia en la posibilidad de la ruptura han caracterizado los últimos mensajes de ETA: "Los procesos de negociación y solución serán tan largos como llenos de altibajos. Pueden darse altibajos y momentos de ruptura. Si por la otra parte, no hay voluntad o suficiente madurez, puede suceder que el proceso se interrumpa o queda frustrado. (...) La izquierda abertzale debe estar preparada para esta posibilidad y se debe decir claramente a la ciudadanía que esta posibilidad también existe.

No se puede pensar en escenarios de una sola posibilidad, hay que marginar o apartar los escenarios de única posibilidad". El grado de interiorización de la eventual ruptura le llevaba a ETA ya en noviembre a aleccionar a sus simpatizantes sobre la necesidad de transferir al Gobierno central, al PSE y al PNV la responsabilidad de ese supuesto. "Habrá que situar la responsabilidad de la continuidad del conflicto en nuestro enemigo. Que la factura política a pagar por la izquierda abertzale sea la mínima posible. Esa situación debe ser prevista y preparada a lo largo del proceso, no se puede esconder la cabeza como la avestruz ante esta hipótesis", señalan.

La alusión al PNV no es retórica porque, al contrario que en la tregua anterior ligada al acuerdo de Lizarra -ETA siempre se ha jactado de haber conseguido que una parte del PNV saliera independentista-, soberanista del aquel proceso, el partido de Josu Jon Imaz no ha entrado, esta vez, al trapo de los foros políticos autodeterministas o "antirrepresivos" con los que ETA-Batasuna trataba ahora de generar la nueva "acumulación de fuerzas". A la luz de sus documentos últimos, tampoco cabía suponerles dispuestos a aceptar la representatividad que otorgan los votos.

"Si se crea la Mesa de Partidos, estarán ahí los partidos políticos. Pero la Izquierda Abertzale en esa Mesa, más allá del peso que le corresponde en función de la aritmética electoral, será la representante de la lucha de liberación a favor de los derechos de Euskal Herria, llevará consigo esa legitimidad y esa fuerza", afirma ETA. "Cabe la posibilidad de que se abran varios escenarios, no vamos a entrar en detalles", escribía, a su vez, la Mesa Nacional de Batasuna, en un escrito interno, fechado el 7 de septiembre, en el que se subrayaba que "las luchas de verdad son las que se ganan fuera de la mesa de negociación" y que los acuerdos "son meras fórmulas específicas para ejecutar esas victorias".

En el esquema de negociación expuesto en el zutabe, ETA se reservaba la doble función de "garantizar que se respete lo acordado entre los diferentes agentes de Euskal Herria; en consecuencia garantizar el respeto a la decisión del Pueblo Vasco", y de "conseguir acuerdos sobre los presos, la desmilitarización y otro tipo de consecuencias del conflicto. Es decir", indica, "el acuerdo sobre las condiciones democráticas" (autodeterminación y territorialidad). La tregua ha permitido a Batasuna recuperar la iniciativa y el protagonismo político, así como neutralizar la competencia electoral -80.000 votos perdidos en las autonómicas de 2001- del plan soberanista de Ibarretxe.

Y, por supuesto, la proclamación oficial del "proceso de paz", sancionada, incluso, por el Parlamento Europeo -ése es su gran triunfo político en esta tregua-, hacen que Batasuna y ETA se hayan adornado en este tiempo con la pátina de legitimidad y dignidad consustancial a todo interlocutor reconocido. Aunque la ETA civil, los activistas de doble militancia incrustados en las estructuras de la órbita Batasuna, no ha logrado librarse de su procesamiento a cargo de la Audiencia Nacional, el aumento de la autoestima colectiva ha sido bien patente en ese mundo.

Lo que queda por ver es cómo digiere el cuerpo electoral de Batasuna esta nueva frustración, cómo asimila la vuelta a las andadas, cómo justifica esta vez con un Gobierno como el de Rodríguez Zapatero la adicción a la violencia de quienes les dirigen. Lo que se ha demostrado, en todo caso, es que no era cierto que se estuviera moviendo la tierra en el planeta ETA-Batasuna, sino sólo que algunos de sus elementos se movían y gesticulaban.

Y es que conviene no olvidar que los Otegi y compañía no son el campanero -"si al Estado le molesta el ruido de las campanas, lo que tiene que hacer es hablar con el campanero", acostumbraba a decir el fallecido dirigente de Herri Batasuna Telesforo Monzón-, sino más bien los directores de marketing, los responsables de comunicación de la empresa o algo similar, gentes sustituibles, quizás, por esos otros perfiles que habían empezado a asomarse. Como conviene no ignorar que los personajes que deciden en última instancia cómo deben jugar las dos caras de la misma moneda no son otros que la gente encapuchada. ¿Josu Ternera estaba perdiendo ascendencia y terreno dentro de ETA?

Es lo que piensan algunos expertos policiales. El mitin de las campas de Aritxulegi (Oiartzun, Guipúzcoa), el 23 de septiembre, en el que tres encapuchados dispararon al aire y lanzaron un nítido mensaje de continuidad terrorista habría sido la escenificación del cambio de riendas y, en cierta manera, la réplica del "frente militar" a la rueda de prensa que protagonizaron Josu Ternera, su hijo Igoitz, Ainoa Ozaeta y Jon Salaberria. "Creemos que el aparato militar ha ido imponiéndose a medida que reforzaba sus estructuras y a la vista de que los procesos judiciales no se detenían", indican expertos antiterroristas.

"Hay que tener en cuenta que Ternera tuvo que convencer a Txeroki de la conveniencia de la tregua y que cuando los jóvenes llegan al poder no es precisamente para parar". Sea como fuere, el zutabe último ya incluía una reconvención expresa a Batasuna. "Aunque hemos llevado la situación política al punto que queríamos, algunas de las actitudes que se aprecian en la práctica política de la izquierda abertzale deben ser motivo de preocupación (...) El discurso general de la izquierda abertzale se ha focalizado excesivamente en torno a las referencias a la línea de resolución del conflicto (...) Son un reflejo de actitudes defensivas, algo que la izquierda abertzale debe superar de manera radical". En la reactivación de la kale borroka y en el tono general del discurso de Batasuna ya se había visto que la reprimenda había tenido un efecto fulminante.

Más allá de las deserciones personales y el esperado reflujo de las gentes que regresan a ese redil en los momentos de tregua, esperar que se produzca una escisión de envergadura dentro de Batasuna o de la organización terrorista resulta ilusorio. Y aunque así fuera, hay que recordar la reacción interna que se produjo en ese mundo tras el varapalo electoral de 2001. "Nos hemos quedado en 140.000 votos, pero somos los 140.000 jo ta ke (dale que pego)", algo así como los "pata negra" de esta siniestra y demencial aventura.

El Pais (Es) (España)

 


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