Pues es sólo un instrumento de intercambio que no puede existir a menos que existan bienes y personas capaces de producirlos. Es la forma material del principio según el cual quienes deseen tratar con otros deben hacerlo entregando valor por valor.

No es un instrumento de quienes exigen llorando el producto del trabajo ajeno, ni de saqueadores que lo arrebatan por la fuerza; el dinero se hace sólo posible gracias a quienes lo producen.

Ni un océano de lágrimas ni todos los cañones de la Tierra, podrán transformar los pedazos de papel que llevas en tu billetera, en el pan que necesitarás mañana para vivir.

Aseguras que el dinero lo consiguen los fuertes a expensas de los débiles. ¿Pero a que fuerza te refieres? No es la fuerza de las armas ni de los músculos, ya que la riqueza es el producto de la capacidad del hombre para pensar.

El dinero debe hacerse antes de que pueda ser saqueado y es hecho a través del esfuerzo de personas honradas, en la medida de la capacidad de cada una de ellas; y es honrado aquel que no consume más de lo que ha producido.

Quien maldice el dinero, lo ha obtenido de manera deshonrosa, pero quien lo respeta, se lo ha ganado honestamente. Huye de quien te diga que el dinero es malvado, pues esa frase anuncia la presencia de un saqueador. En tanto los hombres vivamos en sociedad y necesitemos medios para tratar los unos con los otros, el único sustituto, en caso de abandonar el dinero, serían las armas.

Entonces verás aparecer hombres de doble moral: los que se basan en la fuerza y sin embargo, dependen de quienes viven del comercio para darle valor a su dinero robado. De quienes quieren ser virtuosos gratuitamente y a costa del trabajo de los demás es de quienes la ley debería protegernos.

Pero cuando una sociedad establece la existencia de criminales por derecho y de saqueadores legales, es decir de personas que utilizan la fuerza para apoderarse de la riqueza de victimas desarmadas, entonces el dinero se convierte en vengador de su creador.

Esos ladrones se sienten seguros al robar a indefensos, luego de haber sancionado una ley para desarmarlos, pero su botín se convierte en un imán para otros saqueadores que también se lo arrebatarán de la misma forma como ellos lo hicieron. Entonces el éxito irá no al más competente en la producción, sino al capaz de la más despiadada crueldad.

¿Quieres saber si ese día se acerca? Cuando veas que el comercio se hace, no por consentimiento de las partes, sino por coerción; cuando adviertas que para producir necesitas una autorización de quienes no producen nada; cuando compruebes que el dinero fluye hacia quienes trafican no bienes, sino favores; cuando percibas que muchos se hacen ricos por el soborno y por influencias más que por su trabajo, y que las leyes no te protegen contra ellos, sino, por el contrario, son ellos los que están protegidos contra ti; cuando repares que la corrupción es recompensada y la honradez se convierte en autosacrificio, entonces podrás afirmar, sin temor a equivocarte, que tu sociedad está condenada.

Algo así fue escrito hace 50 años por Aynt Rand en mi obra favorita: La rebelión de Atlas. Valdría la pena que en tus resoluciones de año nuevo te propusieras leer sus 1.100 páginas, porque además de su impactante actualidad, te dará pistas sobre el porqué el radicalismo contra la empresa privada y la libertad, no es sólo un peligro para nosotros, sino también un grave riesgo para ti.

Ahí esta el bloqueador principal que, a diferencias de mis pares, me hace dudar que cruzarás las frontera. Ojalá seas lo suficientemente racional para darte cuenta. Feliz Año para todos.

lvleon@cantv.net