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02/03/2007 | La visita de Bush a Latinoamércia

Rosario Green

Entre los días 8 y 14 de este mes George W. Bush hará un recorrido por Latinoamérica que concluirá en México, donde se reunirá con Felipe Calderón. Según la Casa Blanca, el propósito expreso de esta visita es apoyar los esfuerzos del Presidente mexicano en materia de combate a la pobreza y la desigualdad, de restauración de la ley y el orden, de lucha contra la amenaza común del tráfico de drogas y, por último, de fortalecimiento de las relaciones económicas entre los dos países.

 

Enfrascado como ha estado desde el 11 de septiembre de 2001 en su lucha contra el terrorismo y en las acciones bélicas en Irak, a lo largo de seis años Bush no había manifestado mayor interés hacia América Latina. De ahí la pregunta: ¿por qué ahora?

No hay síntomas que indiquen que la política exterior estadounidense vaya a modificar la concentración de sus esfuerzos estratégicos en Medio Oriente. Incluso, existe una creciente preocupación porque el gobierno de Estados Unidos pudiera extender la actuación de su dispositivo militar a Irán si considerara que podría resultarle políticamente rentable en términos domésticos.

En América Latina, en cambio, mucho ha variado. El avance de la izquierda en la región -bajo diversas visiones- y la influencia del presidente Chávez, así como el proceso de transición que ya se vive en Cuba, constituyen una llamada de atención que Bush deberá atender en los últimos 22 meses de su mandato, inclusive por razones de cálculo electoral respecto al voto latino.

Si se consideran acontecimientos recientes, puede suponerse que la sombra de Chávez estará presente a lo largo de la gira del presidente estadounidense y que en alguno o algunos de los países a visitar podrían producirse manifestaciones de repudio a la presencia del mandatario de Estados Unidos, aunque es de esperarse que no con la intensidad de aquella gira del vicepresidente Nixon a América Latina en mayo de 1958, durante la cual llegó a ser objeto de agresiones.

A pesar de que a Bush le quedan menos de dos años en el gobierno y de que ha llegado a ser calificado como lame duck, para el presidente Calderón ese tiempo será crucial para impulsar los temas de su interés en la relación bilateral, entre ellos migración, comercio, inversión directa, seguridad y cooperación fronteriza. Para avanzar en ellos tendrá que obtener el respaldo del visitante, pues a pesar de los pesares el presidente estadounidense conserva una importante cuota de poder. Hasta es posible que pudiera darse la paradoja de que Bush le brinde al nuevo mandatario mexicano el apoyo que no pudo o no quiso brindarle a Fox después de septiembre de 2001.

Entre las prioridades para las que el Presidente mexicano buscaría encontrar un aceptable nivel de compromiso de su contraparte, ocupa el primer lugar la aprobación por el Congreso estadounidense de una reforma migratoria que incluya una mejoría en el trato a quienes se internan en territorio estadounidense, así como la legalización de la estancia de quienes ya se encuentran allá. Esto a pesar de los deseos de la administración mexicana de "desmigratizar" la agenda bilateral pues, en la práctica, las dimensiones e impactos del fenómeno migratorio seguirán constituyendo el factor de mayor peso en las relaciones entre México y Estados Unidos.

Destaca también la necesidad de imaginar mecanismos compensatorios en el ámbito de los capítulos del TLCAN con mayor potencial de daño a sectores vulnerables de la economía mexicana, particularmente el agropecuario ante la entrada en vigor, en 2008, de las últimas desgravaciones previstas en el tratado, así como el establecimiento de medidas de colaboración fronteriza que limiten o moderen los criterios de tipo militar aplicados unilateralmente con el pretexto de blindar a Estados Unidos frente al terrorismo internacional.

Para algunos observadores muy poco se puede esperar de la visita de Bush, dados sus decrecientes niveles de popularidad en su país y en el resto del mundo. Sin embargo, la política internacional no es un mero concurso de simpatías y el presidente Calderón tiene la responsabilidad de buscar el mayor respaldo posible de su colega estadounidense, procurando que prevalezca su agenda y no la de su visitante. Una tarea difícil, pero no necesariamente imposible.

Senadora de la República (PRI)

El Universal (Mexico)

 


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