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09/04/2005 | Miedos Sin Fundamento Científico

Patrick J. Michaels

El Dr. Christopher Landsea, un científico de la División de Investigación de Huracanes del Departamento Estadounidense de Comercio y uno de los expertos más sobresalientes del mundo en materia de huracanes, ha renunciado públicamente a su autoría de un reporte sobre cambios climáticos de la ONU que está por ser publicado. Landsea alegó que el Grupo Intergubernamental de Expertos Sobre el Cambio Climático de la ONU (IPCC, por sus siglas en inglés) está “siendo motivado por propósitos preconcebidos y está siendo científicamente defectuoso”.

 

Él tiene un buen punto. El IPCC es más un cuerpo político que una autoridad científica. Sus miembros son elegidos por sus respectivos gobiernos y aprobados por el Secretariado de la ONU. Por supuesto que este no es un proceso ciego e imparcial.

¿Se acuerdan de esas conferencias de prensa del otoño del año pasado en las que estimados científicos culparon al calentamiento global por la severidad de la temporada de huracanes del 2004? Uno de estos científicos, Kevin Trenberth, era otro empleado federal. De acuerdo a Landsea, Trenberth no ha “llevado a cabo ninguna investigación sobre la variabilidad de los huracanes”. Sin embargo, él es el “Principal Autor” designado por la ONU para el capítulo del reporte que discute huracanes y el calentamiento global, y como resultado de esto él supervisaría las contribuciones de Landsea.

Según Landsea, “Dado el rol del Dr. Trenberth como el Principal Autor de el IPCC y siendo él responsable de la preparación del texto sobre huracanes, sus aseveraciones públicas tan apartadas del actual conocimiento científico me preocuparon de que sería muy difícil para el proceso del IPCC proceder objetivamente con respecto a la evaluación de la actividad de los huracanes.”

De hecho, la evidencia de que la frecuencia o severidad de los huracanes ha aumentado por el calentamiento global es absolutamente inexistente. En efecto, el único cambio detectable en los huracanes atlánticos es un declive en el promedio de velocidad máxima del viento, como ha sido demostrado por los trabajos científicos publicados de Landsea.

Trenberth también defiende con poca evidencia científica la posición de que el calentamiento global hará al fenómeno de “El Niño” más fuerte. El Niño consiste de retrocesos periódicos de los vientos del Pacífico los cuales desvían el camino de las tormentas que están a miles de millas de distancia. Estos también destruyen a los huracanes atlánticos. Si el calentamiento global de verdad hiciera a El Niño más frecuente o más fuerte, la intensidad de los huracanes debería disminuir.

Landsea apeló al líder del panel climático de la ONU, Rajenda Pachauri, para que respalde las indagaciones científicas genuinas.

El debería habérselo esperado. Pachauri tituló el preámbulo del reporte del 2004, “Arriba en Humo”, el cual fue distribuido por activistas ambientales incluyendo a Greenpeace y el Fondo Mundial Para La Naturaleza. Refiriéndose a los huracanes, el dijo que “en un mundo en el que el calentamiento global ya está sucediendo, eventos climáticos así de severos es probable que sean más frecuentes y más intensos”.

Pachauri descartó las quejas de Landsea, lo cual derivó en que éste científico, fiel a sus principios, renuncie.

Si elementos de esta historia le hacen recordar algo, entonces los lectores han estado prestando atención. Hubo un pequeño escándalo en el otoño del año pasado cuando dos científicos del gobierno predijeron un ligero (6 por ciento) aumento en la fuerza de los huracanes a lo largo del próximo siglo, y esto debido al calentamiento global.

Ellos llegaron a esta predicción utilizando una computadora que asumía que el dióxido de carbono penetraría la atmósfera a una velocidad dos veces mayor que la que ha sido observada en recientes décadas. El modelo falla miserablemente cuando intenta predecir huracanes en el mundo real porque asume que no hay cambios en el ambiente de los huracanes mientras el planeta se calienta. Los científicos críticos sabían de los defectos del modelo, pero ellos se mantuvieron callados.

Esto se está convirtiendo en la norma. Científicos, o personas que ocultan la ciencia, respaldan aseveraciones terriblemente defectuosas de que el cielo se está cayendo; los científicos expertos en clima que saben que esto es falso casi no opinan al respecto.

¿Por qué?

Hay muchas razones. Así como los doctores de medicina se preocupan por el sufrimiento humano, los científicos ambientalistas muchas veces están preocupados filosóficamente por lo que ellos consideran degradación ambiental. Ninguna de estas preocupaciones es “científica” en el sentido de que no están dependiendo de probar teorías con la evidencia disponible, pero sí influencian el comportamiento de los científicos.

También existe el tema del dinero. La climatología solía ser poco popular, y muchas veces sin considerable financiamiento. Era una ciencia relegada y empobrecida hasta que surgió el tema del calentamiento global. Ahora es una tremenda fuga para los ingresos de impuestos.

El próximo presupuesto federal es muy probable que proponga $4 mil millones para investigar los cambios de clima. Ese dinero sólo será entregado si es que el calentamiento global es presentado como una amenaza severa para nuestra salud y bienestar. Es decir, al mismo nivel que la amenaza del SIDA o el cáncer. Por lo tanto nos encontramos con voces sensatas sin fondos suficientes y con muchas voces bien financiadas que promueven miedos infundados.

Hasta ahora, este nivel de distorsión no ha disminuido el prestigio de sus simuladores. La ONU se presenta ahora como la autoridad mundial sobre los efectos del cambio climático y los ciclones tropicales mientras mantiene propagandistas en su nómina. Tal vez el Presidente Bush, quien debe aprobar a los miembros del panel estadounidense, no debería aprobar a ninguno, efectivamente removiendo a su gobierno de esta payasada seudo-científica.

Patrick J. Michaels es Académico Titular de Estudios Ambientales del Cato Institute.

Traducido por Gabriela Calderón para Cato Institute.

El Cato (Estados Unidos)

 



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