Quien fue a Castilla, perdió su silla, dice el refranero español. Esto podría aplicársele perfectamente al coronel (antes sargento) Mauia Uld Taia, hasta ahora presidente de Mauritania, uno de los países más pobres, desérticos e inviables del planeta, lo que ya es decir.      

El coronel Taia acudió a los funerales del rey Fahd de Arabia Saudita y cuando regresaba le advirtieron de que un grupo de supuestos o sobrevenidos militares estaba intentando tomar el poder en la capital. Por si las moscas, decidió quedarse en Níger en espera de que su Guardia presidencial acabara con los golpistas. El problema estriba en que, se dice en Nuakchot, detrás del cuartelazo está precisamente la Guardia presidencial que hace unos cuantos años intentó derrocar al entonces y siempre presidente Taia, reelegido de nuevo hace poco por enésima vez en unas elecciones claramente fraudulentas.      

Taia era hace diez años un amigo muy íntimo de Saddam Hussein e incluso una parte de la aviación del sátrapa de Bagdad se refugió en Mauritania durante la primera guerra del Golfo. El régimen de Taia no ha sido capaz de acabar con las dos grandes lacras que lastran el futuro del país: la corrupción y las luchas tribales (entre “moros” árabes y negro africanos). Alrededor del coronel-presidente se ha creado una guardia pretoriana –mayoritariamente militar- que mete la cuchara en todas las salsas y gobierna las finanzas y los recursos del paupérrimo país como si se tratara de un latifundio.      

Mauritania es un Estado clave tanto desde el punto de vista geopolítico como desde la perspectiva del conflicto o contencioso del Sahara. Sus habitantes son parientes de los saharauis de Xaquía el Hamra y Rio de Oro (es decir, la excolonia española del Sahara occidental) y dado que las fronteras son en los países saharianos una simple convención, entre saharauis y mauritanos hay una relación profunda. También para Marruecos lo que pasa en Mauritania tiene enorme importancia. Y para Argelia, el país hegemónico –o que busca la hegemonía contra Marruecos– de la región.      

Por supuesto, también para España, uno de los principales abastecedores de ayuda y cooperación además de su segundo cliente y socio comercial. La presencia de varios cientos de mauritanos en las islas Canarias así como la existencia de enlaces aéreos permanentes entre Las Palmas y Nuakchott demuestran la importancia de estos lazos. Precisamente por eso la inquietud en el ministro de Asuntos Exteriores español ante las confusas y nada tranquilizadoras noticias que llegan del país africano, no ha cesado de crecer en las últimas horas. Algunos temen un cruento cuartelazo. Otros esperan que el golpe sea pacífico y el cambio de régimen –en caso de que se produzca, lo que está por ver– se haya consensuado.      

Francia y sus aviones destacados en Senegal, velan también por esta excolonia que nació, dicen las malas lenguas, alrededor de una mina de hierro. Ahora la mina (de Zuerat) está agotada. Pero el país sigue existiendo y está vivo.