La policía no puede producir milagros, por mucho que haya sido el esfuerzo por mejorar la institución y reforzarla (algo que ha acontecido en la presente gestión) si no hay una estrategia nacional de seguridad que obligue a los distintos operadores e instituciones que tienen responsabilidades en el asunto, involucrarse en labores complementarias, comenzando por las más altas esferas de poder. Con estarse echando culpas unos a otros nada se va a resolver. O queriendo sacudirse la responsabilidad que a cada cual le corresponde. La gente espera que el gobierno brinde seguridad.

Por mucho que quieran deducir la responsabilidad a cualquier otro lado, las víctimas de la violencia no tienen paciencia de estar viendo de un lado a otro para eximir o para encontrar culpables por la falta de seguridad, y exigen que se les restituya algo precioso que se ha perdido. Nadie se siente seguro ni adentro ni afuera de sus casas. La gente no quiere saber si es culpa de los de antes o de los de ahora sino que el problema se resuelva, y si no del todo, que se contenga. Pueden dar excusas, y señalarse unos a otros, pero por ese camino a ningún lado se va a llegar. Pueden poner al más macho de los catrachos en ese puesto de ministro de Seguridad, para lo mismo, si no existe un esfuerzo mancomunado y respaldado con los suficientes recursos.

Qué bien si la policía se duplicó en número y en capacidad,  pero el crimen en el mismo período se ha quintuplicado, porque los desempleados son más, porque las necesidades de la población son más, porque el crimen organizado está mejor plantado, los tentáculos son más grandes, los delincuentes se han vuelto prolíficos, más numerosos, astutos y peligrosos, al país lo han agarrado ya no sólo como puente sino como mercado de la droga, hay armas prohibidas por todos lados, las tentaciones para delinquir son superiores, y si nos vamos al tejido social, poco se ha hecho para evitar la mayor desintegración social y familiar, la pérdida de valores, y las conductas necesarias para el ejemplo, comenzando en el seno de los hogares (una total displicencia de muchos padres hacia sus hijos), en las escuelas (no hay ejemplo alguno que se pueda dar en ese desorden), hasta la falta de la necesaria luz espiritual que lleva el alma a ser más virtuosa y menos perversa.

Por ello, hemos insistido, es imprescindible una estrategia global, delineando claramente los planes de acción,  las responsabilidades que competen a cada cual, el compromiso de colaboración recíproca que deben brindar las distintas instituciones involucradas  pero, además, que invite y motive a la ciudadanía a contribuir con lo propio.  Y no estamos hablando solo de un plan operativo preparado por la policía. La policía es apenas una parte de todo el contexto, importante,  pero cuya acción solitaria no basta. Esto de la seguridad es tema de prioridad nacional, no es prioridad de una sola institución del Estado.