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10/01/2010 | NAFTA - el debate en Estados Unidos

Ramón Cota Meza

El presidente Obama se propone hacer una revisión exhaustiva de los acuerdos comerciales de Estados Unidos en vigor y los pendientes de firmar con los países en desarrollo, hasta encontrar un nuevo modelo. En respuesta, la Fundación Carnegie para la Paz Internacional ha publicado el estudio “La decepción del NAFTA. Repensando la Política Comercial para el Desarrollo”, por Eduardo Zepeda, Timothy A. Wise y Kevin P. Gallagher, que ha desatado un debate nutrido en el blog de The New York Times desde el 3 de diciembre).

 

Hasta antes de este estudio, las posiciones críticas al NAFTA subrayaban la pérdida de empleos en Estados Unidos, los problemas ambientales y los bajos estándares laborales en México. El nuevo estudio documenta con solvencia que la reforma basada en el NAFTA ha sido muy decepcionante para México mismo. Un nuevo modelo debería ir más allá que mejorar las condiciones laborales, ambientales y de propiedad intelectual, hasta eliminar las restricciones del NAFTA para que México (y el resto de los países en desarrollo) tengan políticas efectivas de industrialización, desarrollo rural, erradicación de la pobreza y protección del ambiente.

El estudio admite y documenta el importante crecimiento de las manufacturas, la productividad industrial y las exportaciones de México por el NAFTA, pero subraya que el crecimiento del país ha sido escaso y que el efecto del tratado sobre la distribución de ingreso ha sido por lo menos neutral. “Después de 15 años, parece claro que la promesa del NAFTA de un crecimiento dinámico amplio no se cumplió en México”. El hecho de que China, India, Brasil y Chile hayan tenido mayor éxito con políticas menos ortodoxas que las de México evidencia la diversidad de estrategias de desarrollo que México podría adoptar, por ejemplo, obligar a los inversionistas a incorporar determinados porcentajes de componentes nacionales, como en China.

A pesar de su expansión industrial, el crecimiento de México ha sido lento, el nivel de inversión total ha sido bajo y el país permanece vulnerable a los choques macroeconómicos por su dependencia de los ingresos petroleros. La creación de empleos ha sido limitada incluso en los sectores en expansión; los empleos en servicios son precarios; lo más grave es que la competencia de las importaciones ha eliminado modos de vida, sobre todo en el campo. Los salarios han caído más que en Estados Unidos, contrario a la predicción de una convergencia salarial.

La creencia de que la inversión extranjera estimularía automáticamente la inversión doméstica ha quedado muy cuestionada. Las causas de esto son que muchas empresas domésticas han salido del mercado por la competencia de las importaciones, gran parte de la inversión extranjera ha sido destinada a comprar empresas domésticas en vez de crear nuevas, así que la base de capital ha aumentado poco, y la producción manufacturera se ha concentrado en operaciones conjuntas basadas en insumos importados de Estados Unidos, así que su derrama al resto de la economía es mínima.

Muchas medidas usadas por otros países para asegurar que la inversión extranjera estimule la inversión doméstica son ilegales bajo el NAFTA. Los países que negocian acuerdos con Estados Unidos deben evitar las restricciones del tratado e implementar la promoción selectiva de industrias, dar preferencias temporales a empresas nacionales, proteger sectores claves con tarifas y cuotas y limitar importaciones, en particular de productos agrícolas sensibles, en sincronía con políticas de empleo rural y productividad agrícola. En suma, los acuerdos comerciales no son sustitutos de políticas nacionales de desarrollo económico coherentes. Hasta aquí el estudio.

Como se ve, el debate en Estados Unidos empieza a sincronizarse con el de México, con la diferencia de que el consenso aquí es mucho más amplio, pues incluye a intelectuales, empresarios, sindicatos, clero, sectores sociales y corrientes partidistas. Los defensores del NAFTA a ultranza son cada vez menos, aunque siguen haciendo ruido por el proteccionismo a sus posiciones cuasi monopólicas en los medios. Si el Congreso va a aprobar la reforma política del presidente Calderón, debería condicionarla a la adopción de ideas como las aquí bosquejadas. Esto podría inclinar la balanza en Estados Unidos.

blascota@prodigy.net.mx

 

Milenio (Mexico)

 


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