Este congreso chino tuvo lugar en paralelo a la rebelión interna en el chavismo, eufemísticamente las fuerzas de la revolución. De nuevo se trata de un cisma -el socialismo es una religión terrenal, como dicen los sociólogos y filósofos- o más bien de una herejía, pues siendo el proletariado uno solo, sólo puede haber un partido. Esa es la base ideológica del Partido Único Socialista de Venezuela, pues que la revolución tiene que ser gestionada por un solo partido, la avanzada de la historia. Los chinos, que necesitan riqueza para dar de comer a miles de millones de bocas, han sido pragmáticos en lo económico, pero habrá que esperar sentados para que se permitan otros partidos políticos. Mao y Chávez piensan igual.

La gran noticia de este congreso chino es una ley de propiedad privada. Los medios han resaltado el "gran salto adelante" para la progresiva entrega de China al capitalismo. El doce de mayo más de quinientos académicos y ex funcionarios del partido presentaron al Congreso una petición formal contra la ley de propiedad privada: esa ley elimina el sistema básico del socialismo. Óigase bien: la propiedad privada es absolutamente incompatible con el socialismo, de acuerdo con ciertos de los más conspicuos intelectuales y activistas del Partido Comunista Chino, que parecieran saber más de socialismo que el presidente Chávez y sus asesores.

De allí que las llamadas a la tranquilidad y a no tener miedo que hace el chavismo cuando habla del Socialismo del Siglo XXI, especialmente cuando se refiere a la propiedad privada y al pluralismo, recuerden a los ministros de finanzas cuando dicen que "no habrá control de cambios" (seguro que habrá). Si la propiedad y la libertad tienen cabida en lo que resulte de estos ensayos de ingeniería social de Chávez, será por resistencia de los venezolanos y sentido común de los políticos, pero no por socialistas.

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