Frente a una coyuntura difícil en todo el mundo, la energía nuclear dejó de ser la peor solución y hoy es vista como una opción en los países que disponen de tecnología y recursos para producirla. Otras fuentes se han desarrollado bastante, pero no lo suficiente para reemplazar a las tradicionales, que en América Latina son la producción hidroeléctrica y las termoeléctricas a base de gas o diesel.

Brasil, uno de los países de la región con mayor aprovechamiento de su potencial hídrico, apenas utiliza 24% de ese potencial y sus planes de largo plazo contemplan el aprovechamiento del potencial hídrico que tienen los ríos amazónicos.

El debate sobre el impacto ambiental de las plantas hidroeléctricas ha generado cambios en la mentalidad de ingenieros, grandes empresas de construcción y de cierta forma de la sociedad en su conjunto. Cuando el gobierno de Brasil planteó, hace cuatro años, la construcción de una hidroeléctrica en el río Madera, los principales representantes del movimiento ambientalista, que acababan de asumir cargos de responsabilidad en el gobierno de Lula, se opusieron a ese proyecto. Con el tiempo, esa oposición se concretó en severas exigencias para reducir el impacto ambiental y garantizar un aprovechamiento energético sostenible. Es así que en vez de un gran proyecto hidroeléctrico en el Madera, habrá dos, con menos potencia cada uno, reduciendo un eventual daño ambiental de estos métodos de generación de electricidad. Según las autoridades brasileñas, así se atienden principalmente las preocupaciones expresadas por el impacto que el aprovechamiento energético del Madera tendría en territorio boliviano.

Las recomendaciones de las autoridades ambientales, recogidas por el consorcio que se adjudicó las obras, parecen configurar un razonable equilibrio entre la preservación ambiental y la necesidad de aumentar la producción de energía.

Tan importante como los cambios incluidos en los proyectos originales, que encarecieron el valor de la obra, ha sido el propiciado por la tecnología. Las turbinas del Madera serán movidas por el caudal del río y no como las anteriores que aprovechaban el desnivel de las aguas, como en Itaipú.

El nuevo diseño ha serenado los ánimos de los ambientalistas brasileños, pero sigue habiendo inquietud en Bolivia. Habría que preguntarse si los reclamos que persisten no están basados en el proyecto inicial, que ya fue descartado hace mucho tiempo.

*Wálter Sotomayor
es periodista y trabaja en Brasilia.
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