Las relaciones de Bolivia con Brasil han cambiado profundamente desde la llegada de Evo Morales al Gobierno boliviano. La situación legal de Petrobras en Bolivia ha sido modificada sustancialmente, lo que ha representado tanto una reducción radical de sus expectativas de utilidades como un fuerte desgaste político para el gobierno del presidente Luiz Inacio Lula da Silva.
La embestida boliviana contra empresas brasileñas no se ha limitado a Petrobras, ya que otras empresas, una de construcción pesada y otra de siderurgia, enfrentaron la hostilidad del Gobierno boliviano en acciones cuya repercusión en la prensa han dejado una clara actitud hostil hacia Brasil. Esa impresión ha sido confirmada por declaraciones contradictorias emitidas por autoridades bolivianas, a veces amistosas, a veces muy agresivas.
El presidente Morales ha tratado a Petrobras como una empresa que supuestamente se aprovechó de la ingenuidad de gobiernos anteriores y al mismo tiempo ha emitido gestos de amistad; ha atribuido a Brasil actitudes imperialistas y al presidente Lula el calificativo de ´hermano mayor´, cuyas enseñanzas apreciaría.
Es normal que ese comportamiento haya generado dudas entre los brasileños sobre el futuro de las relaciones con Bolivia, pese a que la realidad geográfica impone una visión de largo plazo en la que se destaca la integración como elemento central. Pese a las declaraciones de comprensión del presidente Lula y de la reiteración de la secular amistad de Itamaraty, los medios de prensa hacen eco de una realidad impuesta por los hechos: las relaciones están en el congelador.
El diario O Globo señaló el 6 de agosto que la disponibilidad del gas boliviano es una incógnita después de la llegada de Morales al Gobierno, al analizar en editorial las alternativas brasileñas en el campo energético. Desde mayo del 2006, la prensa brasileña ha informado sobre el cambio de estrategia para garantizar el suministro de gas por parte de Petrobras. Esa estrategia se basa en el aumento de inversiones para la explotación del gas brasileño, la construcción de nuevos gasoductos y la instalación de estaciones de regasificación de gas licuado importado.
El mensaje que no se hizo explícito es: Si Bolivia nos vende gas, bien, pero no podemos confiar en eso.
Eso se traduce en lo que un funcionario del Gobierno boliviano calificó como ´pesimismo financiero´, de Petrobras, tras el anuncio de inversiones de 112.000 millones de dólares en los cinco próximos años, junto con la decisión de invertir lo estrictamente indispensable para mantener la producción de los campos bolivianos.
Las relaciones internacionales avanzan con la construcción de confianza. Las relaciones entre Bolivia y Brasil se han caracterizado en los últimos 20 meses por la construcción de la desconfianza.