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07/07/2008 | Business is business

Juan L. Cariaga

Se dice que, a principios del siglo pasado, cuando le preguntaron al entonces presidente Theodore Roosevelt si su país debería hacer negocios con otros que tengan una ideología diferente a la de Estados Unidos, éste contestó “business is business”; es decir, los negocios son los negocios, y añadió que los intereses comerciales de los países siempre deben estar por encima de las ideologías, las preferencias políticas o las simpatías o antipatías que pudiesen tener a favor o en contra de otros gobernantes. “El negocio de los Estados Unidos son los negocios”, sentenció.

 

Creo que esta respuesta debería ayudarnos a reflexionar sobre la manera en que conducimos nuestras relaciones internacionales y nuestros negocios en este mundo globalizado. En primer lugar, debemos recordar que, a raíz del decreto de nacionalización de los hidrocarburos, aprobado en mayo de 2006, y de la toma militarizada de las instalaciones de Petrobras, se produjo un impasse diplomático con Brasil —que entre otras cosas es nuestro principal socio comercial— del que sólo pudimos salir gracias a la inteligencia y el liderazgo del presidente Lula quien, a raíz de esta situación, fue objeto de durísimas críticas internas dentro de su propio país.

Sin embargo, el costo de este impasse fue inmenso. Brasil, que estaba dispuesto a duplicar su compra de gas natural procedente de Bolivia, prefirió buscar otras fuentes de abastecimiento que, aunque le resultaran más onerosas que las de Bolivia, éstas siempre le garantizarían la seguridad de contar con la provisión de estos recursos.

Como resultado de esto, Bolivia no sólo perdió un contrato de exportación que le permitía duplicar sus ingresos por la venta de gas al Brasil (por más de cuarenta años), sino que también perdió la posibilidad de lograr una cuantiosa inversión de parte de Petrobras, para la exploración y producción de nuevos campos petrolíferos, que le son absolutamente indispensables para incrementar las reservas de gas.

Ni qué decir del relacionamiento diplomático con Estados Unidos que, unilateralmente, nos brinda un tratamiento arancelario especial para nuestras exportaciones (ATPDEA), nos ha puesto al alcance del país la posibilidad de negociar un tratado de libre comercio —sin el cual es imposible que la economía pueda crecer— y nos ofrece una donación de $us 657 millones —obviamente sujeta a mejoras en nuestros niveles institucionales de democracia, libertad y bienestar para los bolivianos— que nos permitiría la apertura al norte de Bolivia, del que, sin lugar a dudas, se beneficiaría enormemente La Paz.

No contentos con esto, hemos iniciado un traumático episodio de relacionamiento con nuestros socios comerciales de la Comunidad Andina de Naciones (CAN) —que nos dan un trato preferencial para la compra de la casi totalidad de nuestras exportaciones no tradicionales— bajo el argumento de que no estamos de acuerdo en modificar una cláusula del acuerdo de la CAN sobre la propiedad intelectual. Me pregunto: ¿será que queremos amparar la piratería intelectual? Las autoridades de Gobierno nunca nos dieron una explicación.

Y para colmo, ahora nos ensañamos contra Perú, que nos compra la mitad de las exportaciones de la CAN, porque resulta que se trata de un gobierno neoliberal; como si ser neoliberal en estos días fuera un delito que merece una condena punitoria en los tribunales internacionales de justicia. Sólo como anécdota, Perú es un país que crece al 9%, tiene una inflación de 3,5% y exporta en espárragos y alcachofas más de lo que Bolivia vende en gas natural, a pesar de El Niño, los terremotos y otras calamidades.

Sin embargo, como siempre, la agenda de los políticos parece que no está coordinada con los intereses del país. Para ellos es más importante sus “quince minutos de gloria” que los negocios que puedan generarse a favor del país. Es por ello que, en el pasado reciente, nos hemos dado el gusto de golpear la mesa del presidente Lula, amenazándolo con cerrar las válvulas del gas. Hacemos subir y bajar la cuesta de la Junín al embajador americano para que nos dé explicaciones sobre su diario quehacer y tratamos a los neoliberales, que manejan el 99 por ciento de las economías del mundo, como si fueran la basura indeseable de la humanidad.

*Juan L. Cariaga
es economista y escritor.

La Razón (Bo) (Bolivia)

 


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