Me resisto con uñas y dientes a la acometida de los conservadores de todo pelaje que abandonan el barco -los neo (Ken Adelman), los moderados (Colin Powell), los congénitos-irónicos (Christopher Buckley) y los socialistas-áteos (Christopher Hitchens)- al grito de «¡basta!». No tomaré parte en este grupo multicolor. Me hundiré con el barco de McCain. Prefiero perder unas elecciones a perder mis principios.

En primer lugar, no me voy a referir a la barroca defensa montada a modo de trampa para votar al aspirante presidencial más progre e inexperto de la historia reciente. Hablo del asunto del temperamento errático, por ejemplo. Como si la tentativa arriesgada e infructuosa -pero de ninguna manera irracional- por parte de McCain de abrirse paso tácticamente a través del tsunami económico que llegó arrollando hace un mes hiciera inadecuado para el cargo al hombre que manifestó el más admirable valor frente a las inimaginables presiones que sufrió como prisionero de guerra. Un hombre que más tarde superó innumerables desafíos y reveses, como el derrumbe de su campaña hace apenas un año. McCain, el errático es un eslogan barato de Obama. La trayectoria de 40 años da fe de McCain, el constante.

Tampoco voy a dar mi apoyo a las acusaciones de «campaña sucia». El doble rasero en este tema deja helado. Obama difundió un calumnioso anuncio en español que asociaba falsamente a McCain con insultos antihispanos. Otro vídeo afirmaba que el candidato republicano quiere «recortar a la mitad las prestaciones de la seguridad social». Y durante meses los demócratas insistieron en que McCain pretendía 100 años de guerra en Irak. Por su parte, los críticos del senador de Arizona andan ofendidos porque éste planteó en campaña el tema de William Ayers [miembro del grupo radical Weatherman durante la década de los 60]. Lo que es sorprendente es que el propio Obama no se ofendiera.

Por otro lado, la más notable de todas las opciones tácticas de esta temporada electoral es el ataque que nunca ocurrió. Por extrema -e innecesaria- conciencia, McCain rechazó plantear la cuestión de la asociación más notoria de Obama, aquella con el reverendo y hostigador racial Jeremiah Wright. Campaña sucia de veras.

La defensa de McCain es obvia. La crisis financiera ha hecho que olvidemos, o que neguemos ciegamente, lo peligroso que es el mundo de ahí fuera. Tenemos un enfrentamiento de una generación de duración con el yihadismo islámico. Un Irán apocalíptico que pronto será nuclear. Un Pakistán en peligro de cantonizarse y con armas nucleares. Una ascendente Rusia que aprieta las tuercas del revanchismo. Además de la sorpresa segura -estilo Malvinas- que saldrá de la nada.

¿Quién quiere que responda a esa llamada a las 03:00 horas de la mañana? ¿Un hombre que ha estado dando clases intensivas el último año acerca de estos asuntos, que nunca ha tenido que tomar una decisión ejecutiva que afecte a una ciudad y menos aún al mundo entero? ¿Un principiante de la política exterior instintivamente dado al multilateralismo más efímero -por ejemplo, dijo que el muro de Berlín cayó debido a «un mundo que se hace uno»- y que define al acto de guerra más deliberado desde Pearl Harbor como «la tragedia del 11 de Septiembre», un término más apropiado para un accidente de autobús?

¿O quiere usted que responda a la llamada el hombre más preparado, mejor informado y más serio en política exterior del Senado de EEUU? ¿Un hombre que no sólo tiene las mejores intenciones, sino que tiene el honor y el valor para poner al país primero, como cuando libró la solitaria batalla por el incremento que convirtió Irak de derrota catastrófica en victoria estratégica realizable?

Simplemente, no hay color. El propio número dos de Obama, Joe Biden, advertía esta semana de que la crisis pondrá a prueba la juventud y la inexperiencia del senador por Illinois. ¿Puede usted ser serio con la seguridad nacional y votar el 4 de noviembre para dar pie a esa prueba? ¿Y qué tal la superará? ¿Cómo le ha ido en las dos únicas pruebas significativas de política exterior a las que se ha enfrentado en el Senado?

La primera fue el incremento de tropas en Irak, y Obama fracasó espectacularmente. No sólo se opuso a ello. Intentó denigrarlo, impedirlo y, finalmente, negar su éxito. La segunda prueba fue la crisis en Georgia, a la cual Obama respondió por instinto con equivalencia moral imparcial, animando a la contención por ambas partes. McCain no tuvo que consultar con sus asesores para identificar inmediatamente al agresor.

La crisis económica de hoy, como todas en nuestra Historia, pasará con el tiempo. Pero los bárbaros seguirán a las puertas. ¿A quién quiere usted en la barrera? Yo estoy a favor del que sabe diferenciar al lobo de los corderos.

2008, The Washington Post Writers Group