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25/10/2009 | Depredador de extremistas, Stanley A. McChrystal, Comandante de las fuerzas armadas de Estados Unidos en Afganistán

Carmen Álvarez

Ha dedicado toda su carrera a las maniobras más ocultas de la Comandancia de Operaciones Especiales del ejército de EU. Su trabajo no recibe mucha publicidad, pero tiene que ver con la planeación de asesinatos a líderes clave del campo enemigo.

 

A sus 55 años de edad Stanley A. McChrystal, comandante de las fuerzas armadas de Estados Unidos en Afganistán es muy respetado como experto en operativos para exterminar a líderes del campo enemigo, dijo a Excélsior Richard Whalen, autor del plan secreto del presidente Richard Nixon para poner fin a la guerra de Vietnam.

A fines de la década de los 70 el plan de Whalen ayudó a dar una salida honorable a Estados Unidos tras su fallida invasión a Vietnam, que incluyó un acuerdo en plena Guerra Fría con la hoy extinta Unión Soviética y la histórica apertura hacia China.

“McChrystal ha dedicado toda su carrera a la operación más oculta de la Comandancia de Operaciones Especiales del ejército. Su trabajo no recibe mucha publicidad pero tiene que ver con la planeación de asesinatos a líderes clave del campo enemigo”, abundó.

Un trabajo desagradable, dijo, que McChrystal coordinó durante la invasión a Irak y que actualmente sigue llevando a cabo como jefe del Comando Conjunto de Operaciones Especiales en Afganistán.

Whalen describió a este general como un militar sumamente duro, un verdadero exterminador que tratará de destruir la estructura organizativa de Al-Qaeda y muy especialmente a sus mandos medios.

“Es un guerrero muy dedicado, un atleta espléndido que a su edad corre 20 kilómetros al día y es pieza clave en la misión de exterminar al enemigo. Es un especialista de la contrainsurgencia moderna que busca proteger a la población, reunir información y luego actuar con fuerza mortífera”, dijo.

Whalen explicó que Israel ha estado enseñando sus métodos a los militares estadunidenses en los últimos 30 años, pues son ampliamente usados en Oriente Medio y con especial eficacia por los sirios que matan a la gente que se interpone en su camino.

“Es una nueva forma de guerra sucia y estoy seguro de que los militares mexicanos ya los conocen y los han visto practicar en su país como parte de la contrainsurgencia que es parte de la guerra contra la droga en la que los cárteles se matan entre sí y eliminan a policías y funcionarios de justicia que tratan de interponerse en su camino”, dijo.

McChrystal es hijo del general mayor Herbert McChrystal, se formó en las mejores escuelas militares de EU, comenzó su carrera bélica en la Guerra del Golfo y hoy funge también como jefe de la Fuerza Internacional de Asistencia para la Seguridad, acumulando ya más de una docena de condecoraciones.

De hecho uno de esos galardones le fue otorgado por la exterminación de Abu Musad al-Zarqawi, el líder de Al-Qaeda en Irak.

“McChrystal trabajó muy cerca de David Petraeus, el comandante del Mando Central del ejército de EU que quiere que haga lo mismo que hizo en Irak, operaciones negras, operaciones especiales que ya se están llevado a cabo en Afganistán. Por eso Petraeus lo puso a cargo de Afganistán”, añadió Whalen.

El general no había captado mucha atención de los medios de comunicación masiva sino hasta el mes pasado cuando advirtió al gobierno de Barack Obama que si no acumula una fuerza de 400 mil efectivos en Afganistán, los ocho años que ha durado la invasión a ese país podrían traducirse en una derrota.

“Si no se logra tomar la iniciativa ni revertir el ímpetu de los insurgentes en el corto plazo, en los próximos 12 meses mientras madura la capacidad de los servicios de seguridad de Afganistán, se corre el riesgo de enfrentar un escenario donde la derrota de la insurgencia ya no será posible”, alertó en un informe secreto que fue filtrado a Bob Woodward, editor asociado del Washington Post.

No obstante Paul Craig Roberts, ex columnista de The Wall Street Journal e investigador del Cato Institute, comentó que EU no tiene dinero suficiente para elevar de ese modo el número de soldados en Afganistán.

“Funcionarios del Pentágono han dicho al Subcomité de Apropiaciones para la Defensa de la Cámara de Representantes que cada galón de gasolina entregado a los soldados estadunidenses en Afganistán cuesta 400 dólares a los contribuyentes de EU”, escribió Paul Craig Roberts, autor de The Tyranny of Good Intentions en Countercurrents.org.

Eso significa, dijo, que los 800 mil galones diarios de gasolina que usan los marines están costando 320 millones de dólares cada día.

Ante las crecientes críticas a la invasión de Afganistán, Whalen pronosticó que muy probablemente McChrystal no podrá escapar a las fuertes críticas.

“Lo que significa que el éxito que ha tenido McChrystal decaerá cuando se sepa cuántos cadáveres de presuntos talibán e insurgentes de Al Qaeda se han acumulado”, estimó.

Y agregó que en la medida en que McChrystal reciba más publicidad y en que más demócratas del Congreso se enteren de lo que está haciendo, los asesinatos programados contra los líderes del campo enemigo serán objeto de creciente controversia.

Porque esos métodos de exterminio también populares en el Comité de Seguridad de Rusia (la KGB) no han formado parte de la doctrina militar de EU sino hasta la guerra de Vietnam cuando el ejército estadunidense asesinó a unos 20 mil sospechosos de ser operativos del Vietcong, el Frente Nacional de Liberación de la antigua Indochina.

Según el diccionario legal Farlex, un asesinato programado se lleva a cabo sin mediar ninguna provocación personal de la víctima quien habitualmente es un funcionario de gobierno o un líder considerado enemigo.

“Una forma de operar que apenas empieza a ser debatida y que Bob Woodward ya describió en su libro The War Within: A Secret White House History precisando en qué consisten las campañas de asesinatos programados que McChrystal lleva a cabo y que son la base de su éxito: él mata a sus enemigos”, dijo.

El Comando Especial Adjunto de Operaciones Conjuntas que dirigió McChrystal en Irak fue sometido a investigación por el subsecretario de Inteligencia del Departamento de la Defensa, Stephen A. Cambone, a raíz de serias acusaciones de violaciones a los derechos humanos de la organización Human Rights Watch en 2006 y del escrutinio de diarios importantes como The New York Times.

El foco de las denuncias fue el Cuarto Negro del centro de detención del Campo Nama frente al aeropuerto internacional de Bagdad, donde según el diario neoyorquino proliferaban carteles con el lema “Si no hay sangre, no hay tontos” para recordar a los interrogadores del Comando Especial que si lograban que los detenidos no sangraran no enfrentarían acusaciones penales.

“La tortura y otros abusos contra los detenidos bajo custodia de EU en Irak contaban con autorización y eran rutinarias, incluso tras el escándalo de 2004 en Abu Ghraib”, denunció Human Rights Watch el 22 de julio de 2006.

The New York Times solicitó entrevista con McChrystal pero el general Bryan D. Brown, a cargo del Comando de Operaciones Especiales no la autorizó.

En su informe sobre el Campo Nama, el mismo campo militar donde el régimen de Saddam Hussein practicó la tortura, Human Rights Watch recomendó reformas al sistema de justicia criminal del ejército de EU.

En su texto Revolt of the Generals de septiembre de ese año, Whalen reunió testimonios de generales retirados que revelaron su repudio a la caótica y fallida ocupación militar del ex secretario de la Defensa Donald Rumsfeld y de la nueva generación de civiles al servicio del Pentágono pero ayer externó su preocupación frente a los pronósticos, incluso del propio McChrystal, de que la invasión a Afganistán durará de 50 a 100 años.

“Eso significa una guerra permanente que abarcará a muchas generaciones. No es algo que se pueda ver con ecuanimidad. Estoy muy preocupado porque es una guerra negra y oscura que por primera vez se llevará a cabo a gran escala aunque los militares no se pongan de acuerdo. Hay que someter esto a un debate abierto”, urgió Whalen.

Pero desde Boston Tom Ferguson, autor de varios libros sobre los impactos perversos del dinero sobre la política, opinó que es difícil que McChrystal obtenga los refuerzos que está solicitando.

“No creo que su propuesta tenga éxito porque la principal beneficiaria de la estabilización de Afganistán sería China y eso está generando una fuerte oposición de la derecha en EU”, dijo.

Al respecto William Engdahl, el economista e historiador egresado de Princeton y de la Universidad de Estocolmo afirmó que al ejército de EU no le importan Al- Qaeda ni los Talibán sino consolidar su presencia en el Centro de Asia para poder atacar a Rusia y a China si tratan de disputarle la hegemonía global.

“Los militares de EU están en Afganistán por dos razones. Primero restaurarlo y controlarlo por ser el principal proveedor de opio de los mercados mundiales de heroína y para usar las drogas como arma geopolítica.

Excelsior (Mexico)

 


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