Algunos aprovechan para dejar sentadas las diferencias a gusto del consumidor interno y hacen hincapié en sus reivindicaciones seculares aunque expresan sus esperanzas de verlas por fin resueltas. Es el caso de Bolivia y su litigio marítimo con Chile. Pero somos civilizados y ayer Evo Morales y Piñera jugaban al fútbol juntos. Que no quede. Todos muestran al llegar su solidaridad por el terremoto.   Escuché en Madrid hace dos días a Jorge Edwards, escritor, periodista y embajador que fuera en Cuba cuando el Chile de Allende, decir que el viraje político en su país iba a afectar a la relación de poderes en América Latina. No cree Edwards que se produzca un cambio en las Alianzas que conocemos pero si de agilidad y amistad en las relaciones. Desea Edwards que Chile privilegie sus relaciones con Brasil. Con un Brasil que tiene un gobierno socialista pero que internamente ha sido muy moderado y reformista. Inteligente planteamiento.   Piensa Jorge Edwards que el cambio en Chile, la alternancia, es la entrada para Chile en la normalidad democrática y el autor de “Persona non grata” nos confesaba que su voto había sido por Piñera. Profundiza en su opinión y cree que es bueno para la democracia chilena que la Concertación no se haya convertido en una “Coalición Única”, cómo partido único fue el PRI mexicano. Interesante recuerdo.   Inteligente definición de un programa de política exterior, privilegiar las relaciones Chile-Brasil, que de alcanzarse no traería más que réditos positivos para el bienestar, el desarrollo y la democracia en toda la Región. Interesante reafirmación del genuino valor del pluralismo y la democracia.   El terremoto y la necesaria reconstrucción que se avecina van a obligar a cambiar algunas cosas en las prioridades de Piñera. Cree Edwards que si la oposición se suma al esfuerzo del nuevo gobierno, por lo menos va a facilitar acuerdos entre ambos bloques que parecían muy difíciles. No hay mal que por bien no venga.  

Esperanzas democráticas de un demócrata defensor de la Libertad, nada sospechoso de ser un “derechoso” como reza el argot bolivariano.