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15/03/2010 | Y sigue siendo la economía...

Peter Hakim

Finalmente ocurrió. En su discurso del Estado de la Unión, Barack Obama habló positivamente del libre comercio de EE.UU. con Colombia y Panamá. Fue la primera señal en muchos meses sobre el interés de Washington en las relaciones económicas con América Latina.

 

La negligencia en el tema económico es inentendible para una administración que se ha comprometido a continuar con la colaboración y la cooperación de la región. Lo que más quieren y necesitan las naciones latinoamericanas de Washington, es un mayor y más seguro acceso a la economía de EE.UU., a sus inversiones de capital, a sus mercados de exportación y a su tecnología.

Es verdad que la administración Obama se ha enfocado en problemas importantes y urgentes, como el trágico terremoto en Haití y la crisis de Honduras. También, en temas más amplios como la seguridad democrática, el gobierno de la ley, la implacable ola de delitos relacionados con la droga que amenazan el bienestar y la estabilidad en muchos países, la persistente pobreza e inequidad, las divisiones políticas e ideológicas en la región, y los crecientes desafíos políticos por la creciente influencia de potencias extra hemisféricas en la región.

No obstante, y con excepción de los problemas vinculados al crimen y la violencia, los gobiernos regionales consideran que se trata de problemas que pueden enfrentar por sí mismos. Los países que están realmente comprometidos con la democracia están fortaleciendo sus instituciones y hacen serios avances en la reducción de las desigualdades con programas creados en casa. De hecho, la mayoría de los países de América Latina ni siquiera busca asesoría económica en Washington. Con sus propios economistas y empresarios, que son de primera categoría, han administrado sus economías mejor que lo que lo ha hecho EE.UU. en los últimos años. De todas maneras, esta región de medianos ingresos necesita tener acceso a una economía de US$14 billones como la estadounidense, casi cuatro veces el tamaño del total de la región.

Hasta ahora, no obstante, Obama ha guardado silencio sobre cómo va a hacer frente a las relaciones económicas con América Latina. Muy poco se ha dicho acerca de los planes para obtener el apoyo del Congreso en los tratados de libre comercio con Colombia y Panamá, que han sido firmados pero no ratificados. Tampoco ha dicho cómo va a responder frente a un caso presentado por Brasil ante la Organización Mundial del Comercio por los subsidios ilegales en los algodones, en el que finalmente la OMC de Brasil autorizó represalias.

La administración hasta ahora no se ha expresado sobre los cuestionables subsidios, aranceles y cuotas sobre una serie de otros productos agrícolas, incluyendo el etanol, el cual ha estancado un acuerdo en biocombustibles con Brasil. Aún no está claro si EE.UU. apoyará una reposición de capital para el BID, cuya importancia ha aumentado considerablemente como resultado de la contracción de flujos privados.

Más que responder a estas cuestiones, la administración debe construir un marco más amplio para las relaciones económicas de EE.UU con América Latina. Por supuesto, EE.UU. podría ver estos temas de manera bilateral, sin necesidad de crear un diseño hemisférico general. No obstante, ésta sería una visión miope dada la creciente importancia que América Latina puede tener para la economía de Estados Unidos, ya sea como destino comercial, socios inversores, fuentes de energía, de materias primas, de capital y trabajo.

Algunas proyecciones sugieren que dentro de algunos años Brasil y México serán la cuarta y quinta economías más grandes del mundo, siguiendo a EE.UU., China y la India. Ambos países tendrían una rápida expansión de clases medias y hay posibilidades de que la economía brasileña se abra mucho más al comercio exterior. Otras tres o cuatro naciones de la región podrían también estar entre las 25 principales economías. Cabe agregar que a pesar de las marcadas diferencias ideológicas entre los gobiernos de América Latina, la gestión económica es cada vez más convergente, lo que a la larga facilitaría la integración entre las economías con EE.UU. y Canadá.

No tiene sentido resucitar el Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA) que dominó las negociaciones económicas del hemisferio por casi 12 años, porque perdió su credibilidad cuando ni EE.UU. ni Brasil mostraron un compromiso para trabajar juntos.

Por eso, la administración de Obama deberá explorar con Brasil y otros países latinoamericanos, las alternativas para alcanzar, a largo plazo, la cooperación económica. Una nueva estrategia en este ámbito podría dotar a la política exterior de Estados Unidos en América Latina de la dirección y energía de las que hoy carece. La importancia económica de América Latina para Estados Unidos es cada vez mayor.

Inter-American Dialogue (Organismo Internacional)

 



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