Tampoco sospechó que su joven concubina jordana era agente de la DST, el contraespionaje francés, ni que las autoridades sudanesas lo vendiesen tan fácilmente, privándolo del único refugio que le quedaba al final de la guerra fría.

Casi tres años después, a mediados de diciembre de 1997, se abría el juicio del siglo y, en reemplazo del representante de Venezuela que se excusó de asistir, como embajador de Bolivia y académico curioso, pude seguir las audiencias, instalado en primera fila, a dos metros de distancia del otrora temido terrorista.

Carlos entró a la sala, luciendo un blazer azul, pantalón gris, camisa celeste y una pañoleta de seda alrededor del cuello. De mediana estatura, tez blanca, casi rosada y alopecia incipiente, mantenía una sonrisa de permanente sorna.

Cincuentón, había engordado y en ese estado físico difícilmente uno podía imaginar sus movimientos felinos, cuando en 1975, tomó por asalto la Conferencia de la OPEP en Viena y capturó como rehenes a los 11 ministros de energía, allí reunidos. Después de un periplo aterrador, los liberó en Argelia, a cambio de 50 millones de dólares.

Pero Francia estaba más interesada en juzgarlo por la muerte de dos agentes de la DST que habiéndolo arrestado en el departamento de su amiga de turno en la calle Toullier, le permitieron recoger su chaqueta colgada en una silla. Grave error. Carlos se inclinó para hacerlo y casi desde el suelo les disparó dos tiros de abajo hacia arriba, que abrieron sendos agujeros en sus respectivos entrecejos.

Al salir, hizo lo propio con el informante libanés que lo había delatado y se abrió paso hiriendo a un tercer policía. Se esfumó los próximos 12 años, para convertirse en una leyenda viviente, puesto que cuanta acción terrorista ocurría en el mundo, siempre se la atribuía a Carlos, el Chacal, famoso por su profesionalismo en las hazañas bélicas no convencionales.

Sentenciado a cadena perpetua el 24 de diciembre de 1997, hoy a sus 61 años, cumple su pena en solitario confinamiento en la cárcel de Clairvaux,  asistido por su abogada Isabelle Coutant Peyre, a quien el 2001  hizo su esposa.

El presidente Hugo Chávez cuenta que el 2002, cuando visitó París, misteriosamente una carta de Carlos apareció en su bolsillo, en la cual le pedía interceder para su repatriación. Chávez le respondió auspiciosamente, pero no hubo seguimiento oportuno, pese a que el caudillo bolivariano expresó su admiración por ese hijo del país, a quien elocuentemente  reivindicó como a un combatiente revolucionario que desde 1970 se unió a la lucha del pueblo palestino, en la más pura entrega por una causa que consideraba justa.

En ese marco, el Canal Plus francés presentó el 19 de mayo último el serial de 330 minutos llamado “Carlos, el precio del Chacal”  inspirado en su violenta ejecutoria que es de chacal para unos y de terrorista romántico, para otros.