La diferencia entre diplomáticos y agentes secretos radica en que mientras los primeros obtienen informaciones por las vías legales y públicas, los segundos se valen de medios ilícitos y a veces innobles para obtener los datos que persiguen. Ambos creen obrar en favor del interés nacional. Lo despreciable en cualquiera de esas modalidades es servir a potencias extranjeras.

La revelación del reclutamiento de un suboficial peruano por parte de los servicios de espionaje chilenos, nos brinda la oportunidad de evocar algunos casos célebres en este campo, muy fértil, en 40 años de Guerra Fría.

La más eficiente labor de penetración en esos tiempos ocurrió cuando Günter Guillaume (1927-1995) supuestamente se evadió del Muro de Berlín, para obtener refugio en la República Federal Alemana y luego ascender al delicado puesto de asistente personal del entonces canciller Willy Brandt. No fue si no en 1974 en que se descubrió que Guillaume era un súper agente de la STASI (policía secreta de la Alemania Comunista, RDA) . Ese escándalo provocó la dimisión de Brandt y, obviamente, condenó a la cadena perpetua al intruso. No obstante, poco tiempo más tarde, en 1981, Guillaume fue canjeado por espías federales y recuperó su libertad, para retornar como héroe a la RDA, según relata en sus memorias (Die Aussage) el ex patrón de la STASI, Markus Wolfe.

Más cerca a nosotros, no olvidemos que Antonio Arguedas Mendieta (1929-2000), capitán de la Fuerza Aérea Boliviana, logró escalar hasta Ministro de Gobierno del presidente René Barrientos Ortuño y coadyuvar a la captura del Che Guevara. Su condición de agente de la CIA fue detectada únicamente por su imprudencia de hurtar una copia del Diario del Che y enviarla furtivamente a La Habana. La contradicción se explica porque el siniestro capitán había decidido alternar lealtad entre sus amos cuando decidió ingresar al exclusivo club de los agentes dobles. Arguedas murió en una plaza de Obrajes el año 2000, debido a que una bomba que portaba estalló en su propio cuerpo.

Finalmente, hace pocos días, Juanita Castro, presentó su autobiografía bajo el sugestivo título de Fidel y Raúl, mis hermanos-Historia secreta, en cuyas páginas confiesa sin remordimiento alguno, que desde la instau- ración de la Revolución Cubana hasta 1963, fecha de su defección, ella colaboró estrechamente con la CIA, en calidad de agente estipendiada, reportando los movimientos más íntimos de sus hermanos. Juanita se unió al exilio cubano en Miami donde, obviamente, se constituyó en invalorable trofeo de la Guerra Fría.

En resumen, el mundo del espionaje no es solamente político o militar, también existe y con fuerza en el ámbito industrial y bancario. Esta especialidad se ha expandido desde el advenimiento de la informática y la robótica, dejando sin oficio a muchos espias artesanales y obligando al par de centenas de agencias de inteligencia que se controlan mutuamente en el planeta, a modernizarse y hasta a ejercitar una especie de cooperación horizontal para abaratar costos y evitar el doble empleo en sus planillas.

**Carlos Antonio Carrasco es doctor en Ciencias Políticas y profesor del Centro de Estudios Diplomáticos y Estratégicos de París.