Es Mikhail B. Khodorkovsky, a quien se le acusa haber evadido el pago de impuestos y de fraude. El expediente en su contra contiene 3.487 páginas que se resumen en una grave acusación: robo de 350 millones de toneladas de petróleo a su propia compañía, la poderosa Yukon, entre 1998 y 2003.

El itinerario fulgurante de Khodorkovsky comienza cuando el gobierno reformista de Boris N. Elsin decide privatizar los conglomerados económicos hasta entonces gerentados por el Estado, entre ellos las empresas de gas y de petróleo, en procura de dinero fresco para el tesoro público.

La veloz carrera de Khodorkovsky es un ejemplo emblemático, para todas las latitudes, de las oportunidades que ofrece la economía de mercado a emprendedores inteligentes, audaces y sin remilgos éticos.

Las muchas vidas de este singular empresario de 46 años de edad comienzan cuando a los 23 se gradúa de una escuela de química, acumulando el puesto de subjefe del Komsomol local (juventudes comunistas), no obstante su condición de judío, una desventaja en esa época. A los 26, ya había hecho su primera fortuna con la importación de cognac adulterado y de computadoras que vendía en seis veces más de su valor inicial. Luego, aprovechando la fiebre capitalista, fundó el Menatep, uno de los primeros bancos privados.

En 1995, antes de cumplir los 32 años, en el marco de las privatizaciones, contando con la complicidad gubernamental, compró la estatal del petróleo YUKOS, mediante un depósito en aras de 309 millones de dólares.

A la cuarentena, su emporio comprendía inversiones en la banca, el petróleo y la agricultura.

En los albores del 2000, Khodorkovsky ya era multimillonario. Se dice que hizo crecer su fortuna, usando paraísos fiscales y compañías fantasmas, para evadir impuestos.

Pero ese mismo año, tomó las riendas del gobierno Vladimir Putin que comenzó a ejercer control sobre el desordenado frenesí de los nuevos ricos, a quienes el imaginario popular elevó al epíteto de ´oligarcas´, concepto que traducía la rapidez de su enriquecimiento, unida a prácticas inescrupulosas, secundadas por procedimientos francamente mafiosos.

El calvario de Khodorkovsky empezó cuando ebrio de su poder económico soñó con ingresar a la política, instrumentalizando a su ONG ´Rusia abierta´, que estimulaba la democracia y los derechos humanos.

Paralelamente, su empresa YUKOS se fusionó con otra petrolera, la SIBNEFT, creando de esta manera la cuarta compañía petrolera más grande del mundo.

Todas esas circunstancias, mostraban un peligro latente para el sistema Putin, porque la incursión en la contienda política de un potentado con imaginación y con dinero para plasmar sus ambiciones en realidades, era un abierto desafío al nuevo dueño del Kremlin. Eso explica que en octubre del 2003, cuando se aprestaba a abordar su avión en el aeropuerto siberiano de Novossibirsk, se procedió a su inmediato arresto.

Meses más tarde, los cargos que se le hacen fueron empastados en 188 volúmenes de documentos recolectados en las oficinas de YUKOS.

El juicio prosigue en el tenebroso juzgado de Khamovnichesky en el centro de Moscú, y continuará por buen tiempo más, donde comparece Khodorkovsky, inmutable pero aguerrido, al interior de una jaula de vidrio.

Pero no cabe duda que el mensaje de Putin en ese tiempo, y de su sucesor Medvedev, es claro para los nuevos oligarcas: pueden hacer plata, pero no política.