Tras rehuir al coloquio de IDEA, habitual foro de empresarios y tecnócratas, pensado para dirimir este tipo de criterios opuestos, Néstor Kirchner volvió a expectorar ayer desde lejos su inquina contra los supermercados, a los que acusa de coligarse para elevar los precios; aunque esta vez avanzó hasta mencionar, directamente, a los propietarios de Coto y Jumbo.
Resulta curioso que un hombre como Kirchner --de modesta extracción comerciante (sus mayores tenían librería y papelería en Río Gallegos)--, vitupere a otros por ganar dinero mediante el comercio, como si fuera un delito, luego de haber ganado él mismo, sin que se sepa muy bien cómo, la coqueta fortuna que ahora exhibe y, sobre todo, mientras aún mantiene 500 millones de dólares de su provincia depositados en el extranjero.
Pero todo esto es adjetivo: el tema sustantivo es que la inflación le ha estallado a Kirchner en las narices. Si acaso el presidente y su ministro de Economía piensan en serio que los responsables son los supermercados, entonces, claramente, estamos en problemas. Del remedio que se adopte para combatir la inflación dependerán los resultados. Pero si se ignoran o se confunden las causas, todo remedio será ineficaz. Apuntar a los supermercados es un acto de demagogia irresponsable, además de resultar un diagnóstico, por lo errado, peligroso.