Claro que el papel de la prensa es informar de los delitos de toda naturaleza que se cometan en el país, de la misma manera en que se hace saber al público los hechos que afecten o beneficien a la nación. No pretendo en estas líneas, ni mucho menos, sugerir que ya no se difundan notas rojas, por supuesto que entre mis objetivos profesionales no está la posibilidad de convertirme en un censor, sin embargo, sí desearía que se cancelara la difusión tan notoria y notable que se le da a los crímenes cometidos por el hampa como si fueran los acontecimientos más importantes del país. No lo son, por lo que propongo que se reduzca dramáticamente su difusión para ubicarla simplemente en las páginas rojas de los diarios o en las secciones de crímenes de los noticiarios radiofónicos o televisivos.

Nosotros mismos como prensa estamos apuñalando al país por los costados. Ahí está el caso de la reciente cancelación de los cruceros a puertos mexicanos porque no está garantizada la seguridad de los turistas. ¿Cómo iban a continuar visitando a nuestro país en cantidades crecientes si la prensa anuncia, a diario, en sus primeras planas, la presencia de decapitados, mutilados o secuestrados en casi toda la nación? ¿Quién va a querer visitar México cuando los capos entran a un centro nocturno o a un restaurante y balean a los comensales? La prensa mexicana, en realidad, está gritando a todo el mundo: ¡No vengan a México, en México se mata a la gente en la vía pública, en los cafés, en los restaurantes, en los cabarets, en las playas, en los hoteles, en las plazas y jardines! ¡En las avenidas y en los hoteles estallan los coches, se mata a los turistas o se les secuestra, les corta los dedos y las orejas cualquier persona a cambio de dinero, para cobrar un botín! Nosotros mismos, los mexicanos, como prensa, anunciamos en las primeras páginas y en los noticiarios a gritos lo que está sucediendo en nuestro país y luego nos quejamos, acto seguido, de que se desplomen los ingresos en divisas provenientes del turismo internacional.

Pero publicar en primera plana las hazañas del hampa, glorificar de esta manera a los asesinos para que puedan presumir entre sus bandas el lugar que se merecen en el mundo de la prensa, no es el único daño ni el único error que se comete, desde el momento en que la inversión extranjera también se desploma, con lo cual se vuelven a perder divisas, posibilidades de empleo, crecimiento económico y generación de riqueza, en general, que tanta falta le hacen al país. Entiendo cabalmente que la prensa refleje lo que acontece y que bien se me podría decir que en lugar de quitarle los reflectores al hampa lo que se debía hacer es precisamente acabar con ella, aplastarla, desintegrarla y esfumarla. Es decir, el mal no está en la prensa, dirían algunos con justa razón, sino en los crímenes que ejecuta a diario la delincuencia organizada y que el gobierno no ha podido impedir, al extremo de que ya llevamos 43 mil muertos en la presente administración. Cierto, es cierto: la autoridad no ha podido con el hampa, lo que también es cierto es que no existen las culpas absolutas y la responsabilidad de la prensa se encuentra en la difusión tan escandalosa que se le da a dichos hechos ilícitos que no sólo afectan la imagen de México, sino que lastiman la economía, dañan la creación de fuentes de trabajo, perjudican el empleo, así como lastiman la generación de divisas para ya ni hablar de la recaudación federal.

Si nosotros mismos abastecemos con datos escandalosos, reales y comprobables a la prensa internacional, ¿por qué entonces nos quejamos de que se desplome el turismo y la inversión extranjera y vayan desapareciendo gradualmente las anteriores fuentes mágicas generadoras de empleo y de riqueza, como, en su momento, fueron las maquiladoras?

Por supuesto que estoy de acuerdo en publicar, en informar, en difundir y en decir lo que acontece en México, todo lo que acontezca en México, sin embargo, no glorifiquemos al hampa dándole en nuestra prensa un lugar que desde luego no se merece. Un capo, un secuestrador, un mutilador, un envenenador de niños, un criminal que dispara a mansalva en los antros y asesina a jóvenes, un traficante de cocaína, no se merece estar en la primera plana de los mejores diarios de la nación ni se debe promover su imagen, glorificándola para que entre ellos puedan apostar y decir: mañana acapararé los noticiarios del país. Es mi orgullo, lo verás, a los hechos. Tengan listas las granadas…

**Francisco Martín Moreno, Escritor

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