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28/02/2011 | El Estado adelgaza

Ramón Aymerich

El déficit,la aversión a los impuestos y el descrédito del sector público confluyen en una profunda crisis que obligará al Estado a ceder la gestión de algunos de sus servicios. ¿Menos Estado para un servicio más eficiente?."Pocos dudan hoy de que el Estado será más pequeño; pero no necesariamente con menos servicios".Una revolución larvada en el cambio de siglo.

 

David Cameron propone que muchas de las actividades que hoy presta el sector público en el Reino Unido sean suministradas por fundaciones, oenegés y voluntarios, lo que ha bautizado como Big Society.En Estados Unidos, el partido republicano, espoleado por el Tea Party, promueve en el Medio Oeste el cierre de oficinas federales y el fin de la negociación colectiva en la administración. Más cerca, el conseller de Economia i Finances Andreu Mas-Colell precisa que la viabilidad de algunas prestaciones públicas puede pasar por el sector privado... 

Las administraciones públicas empiezan a administrarse una cirugía radical prescrita hace ya tres décadas pero que la profunda crisis fiscal que sacude a las economías (con déficit público del 8,9% en Estados Unidos, del 10,1% en el Reino Unido o del 9,1% en España) ha devuelto al primer plano de la agenda política. 

"La globalización y la crisis han creado un escenario que conduce a socavar las bases del Estado de bienestar. Cuando estalló la crisis financiera, todo el mundo se hizo keynesiano y pedía la intervención del Estado. - explica Juan Tugores, catedrático de Economía por la UB-.Hoy se ha vuelto a la lógica de más mercado y menos servicios públicos. Todo ello en un contexto de mayores desigualdades globales". 

En el balance de fuerzas que el cambio en la percepción del Estado por la sociedad, visto por un historiador como Tony Judt, "constituye el mayor cambio intelectual del último tercio del siglo XX... el culto al sector privado y, en particular a la privatización. Con la llegada del Estado moderno, a finales del XIX, transporte, hospitales, escuelas, correos, ejércitos, prisiones, policía y el acceso a la cultura cayeron bajo el control público o regulado. Ahora están volviendo al sector privado". La misma noción de trascendencia que utiliza Judt, un socialdemócrata poco ortodoxo, para describir este proceso, es compartida en el otro lado del espectro ideológico. "La clave de la revolución Reagan fue cambiar el comportamiento de la gente en relación con el trabajo, la inversión y la producción" escribía en el The Wall Street Journal el pasado 11 de febrero Arthur Laffer, uno de los economistas de cabecera de la revolución que inspirara el ex actor y ex gobernador de California. Laffer no duda, por ejemplo, en calificar de "héroes del recorte de impuestos" a los senadores republicanos como Bill Steiger y Clifford Hansen. Es el espíritu que impregna, por ejemplo, la manera de pensar de los hermanos Koch, magnates de la industria americana y financieros de think tanks como el Cato Institute. Y al mismo tiempo, capaces de canalizar recursos hacia el Tea Party, como revelara un artículo de agosto del 2010 de Jane Mayer en The New Yorker.Ese tono alcanza incluso la filosofía de la Big Society, que pretende "devolver a la comunidad" el poder y la responsabilidad que en su día cedió al Estado en la organización de muchas de sus actividades. "El problema ahí - señala Longo-es que se piensa que las relaciones entre Estado y sociedad civil son un juego de suma cero. No lo son. En realidad esconden dos universos muy distintos". empujan hacia el recorte, pesa la creciente aversión a los impuestos. "Barack Obama tiene los problemas que tiene porque la sociedad americana no quiere pagar más impuestos. Ningún político quiere hoy subirlos. Tampoco en España. Es demasiado impopular. Por lo tanto, sólo queda recortar el gasto", cuenta Ángel Laborda, director del gabinete de coyuntura de Funcas, la fundación de las cajas de ahorros. "Pero los elevados déficits y los impuestos no son las únicas razones para explicar lo que está ocurriendo. David Cameron recorta el Estado británico porque no tiene más remedio. Pero también por ideología. Cameron cree que menos Estado es mejor".La ideología ha jugado un papel determinante en toda esta historia. En un segundo plano durante los años de gloria keynesiana (1940-1970), las enseñanzas de la Escuela Austriaca y después de la de Chicago, caracterizadas por un sesgo extremadamente individualista, emergen con fuerza a finales de los 70 en las políticas que practican Ronald Reagan y Margaret Thatcher. En especial la que se fija como meta reducir el tamaño del Estado. "Yo en esta cuestión soy como Lenin. Es preferible menos pero mejor - dice Joaquín Trigo a manera de provocación-.Una administración no es mejor por ser mayor, sino por ser más eficiente", añade el director ejecutivo de Fomento del Trabajo, uno de los economistas que más ha trabajado en la difusión de ese ideario en España. 

"El deseo de un funcionario, como el de toda persona, es que su departamento crezca. Cuanto más crezca, mejor. Y cuando ya ha crecido mucho, quiere montar una agencia - prosigue Trigo en tono sarcástico-.En España la burocracia tiene mucho poder porque los políticos son débiles. Hay que reducir normas. Sólo sin contar el BOE hay más de 700.000 páginas de normativa de las comunidades autónomas que son inabarcables para una empresa. Todos los políticos quieren dos cosas: llevarse una medalla a casa y hacer una ley, aunque sea de responsabilidad social corporativa. Es lo que ocurre". 

Algo de ese recelo innato a la administración pública asoma en las palabras que pronunció el lunes en la Comisión de Economía del Parlament de Catalunya Andreu Mas-Colell. "Adelgazar la administración sería un objetivo que perseguir aunque no tuviéramos un problema fiscal que nos obligara a ello... Es bueno por sí mismo. Los gobiernos tienen muchas responsabilidades, tanto en el ámbito de los servicios públicos, como en el de la promoción económica, pero debemos librarnos de la idea de que garantizar un servicio público implique siempre que la prestación de ese servicio deba hacerse desde la administración pública". 

La Generalitat catalana no es una excepción en este cometido. Catalunya será pionera en los recortes por razones de ciclo electoral: el resto de comunidades autónomas y los ayuntamientos están pendientes de la celebración de elecciones. Los recortes deberán esperar. "La pena será que recortaremos sin un verdadero debate de fondo. Sin ver caso por caso. Iremos a remolque de lo que ocurra fuera", afirma Tugores. 

El temor a que el proceso se realice de manera indiscriminada es compartido también por Francisco Longo, director del Instituto de Gobernanza y Dirección Pública de Esade. "Yo encuentro normal que cuando a alguien le preguntan si quiere más Estado, la gente diga que no. ¡Cómo va a querer más Estado como el que hay! La gente debe tomar mayor consciencia fiscal. No puede seguir tolerando administraciones que financian clubs de fútbol de primera, franquicias de medios de comunicación, burocracias ineficientes y decisiones sin transparencia". 

Sin embargo, a renglón seguido, Longo duda que el gasto social de los estados europeos (que ahora mismo ronda el 50% en términos del PIB) vaya a bajar mucho. "No veo cómo va a ser eso posible. Personalmente yo desearía más Estado, pero no por tamaño o volumen. Quiero un Estado más fuerte, más inteligente, que ´se entere´ de verdad. Con mayor capacidad regulatoria". Para Longo, la política ha entrado en territorio desconocido. "No estoy contra la gestión de determinados servicios sociales por el sector privado, como ocurre en Holanda. Es más, creo que está bien que coexistan los dos modelos. Pero deberemos afinar mucho. Para defender el actual modelo hay que asignar mejor los recursos, ser más eficientes". 

Tugores coincide en ello. "Hay que desagregar, no se puede reformar en base a los tópicos más sangrantes. Además, no todo es tamaño. El sector público tiene un alto componente de regulación, En lo público tan importante es la eficiencia como la equidad". ¿Menos Estado para los mismos servicios? Parece un reto inalcanzable. Aunque la primera parte de la ecuación, reducir el Estado, ya nadie dude de ella. "Los planteamientos de la economía de mercado están afectando ya a los estados. Los estados occidentales deben ser más eficientes y competitivos para hacer frente a los estados emergentes" razona Laborda. 

En España, además, el debate puede acabar entremezclándose con el futuro del Estado autonómico. "Es inevitable que el debate se mezcle y acabe desideologizándose", explica Tugores. Más escéptico se muestra Laborda: "No creo que la gente se haya vuelto menos autonomista durante la crisis. Sencillamente, siempre lo habían sido". 

La Vanguardia (España)

 


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