David Cameron propone que muchas de las
actividades que hoy presta el sector público en el Reino Unido sean
suministradas por fundaciones, oenegés y voluntarios, lo que ha bautizado como
Big Society.En Estados Unidos, el partido republicano, espoleado por el Tea
Party, promueve en el Medio Oeste el cierre de oficinas federales y el fin de
la negociación colectiva en la administración. Más cerca, el conseller de
Economia i Finances Andreu Mas-Colell precisa que la viabilidad de algunas
prestaciones públicas puede pasar por el sector privado...
Las administraciones públicas empiezan a administrarse una cirugía radical
prescrita hace ya tres décadas pero que la profunda crisis fiscal que sacude a
las economías (con déficit público del 8,9% en Estados Unidos, del 10,1% en el
Reino Unido o del 9,1% en España) ha devuelto al primer plano de la agenda
política.
"La globalización y la crisis han creado un escenario que conduce a
socavar las bases del Estado de bienestar. Cuando estalló la crisis financiera,
todo el mundo se hizo keynesiano y pedía la intervención del Estado. - explica
Juan Tugores, catedrático de Economía por la UB-.Hoy se ha vuelto a la lógica
de más mercado y menos servicios públicos. Todo ello en un contexto de mayores
desigualdades globales".
En el balance de fuerzas que el cambio en la percepción del Estado por la
sociedad, visto por un historiador como Tony Judt, "constituye el mayor
cambio intelectual del último tercio del siglo XX... el culto al sector privado
y, en particular a la privatización. Con la llegada del Estado moderno, a
finales del XIX, transporte, hospitales, escuelas, correos,
ejércitos, prisiones, policía y el acceso a la cultura cayeron bajo el control
público o regulado. Ahora están volviendo al sector privado". La misma
noción de trascendencia que utiliza Judt, un socialdemócrata poco ortodoxo,
para describir este proceso, es compartida en el otro lado del espectro
ideológico. "La clave de la revolución Reagan fue cambiar el
comportamiento de la gente en relación con el trabajo, la inversión y la
producción" escribía en el The Wall Street Journal el pasado 11 de febrero
Arthur Laffer, uno de los economistas de cabecera de la revolución que
inspirara el ex actor y ex gobernador de California. Laffer no duda, por
ejemplo, en calificar de "héroes del recorte de impuestos" a los
senadores republicanos como Bill Steiger y Clifford Hansen. Es el espíritu que
impregna, por ejemplo, la manera de pensar de los hermanos Koch, magnates de la
industria americana y financieros de think tanks como el Cato Institute. Y al
mismo tiempo, capaces de canalizar recursos hacia el Tea Party, como revelara
un artículo de agosto del 2010 de Jane Mayer en The New Yorker.Ese tono alcanza
incluso la filosofía de la Big Society, que pretende "devolver a la
comunidad" el poder y la responsabilidad que en su día cedió al Estado en
la organización de muchas de sus actividades. "El problema ahí - señala
Longo-es que se piensa que las relaciones entre Estado y sociedad civil son un
juego de suma cero. No lo son. En realidad esconden dos universos muy
distintos". empujan hacia el recorte, pesa la creciente aversión a los
impuestos. "Barack Obama tiene los problemas que tiene porque la sociedad
americana no quiere pagar más impuestos. Ningún político quiere hoy subirlos.
Tampoco en España. Es demasiado impopular. Por lo tanto, sólo queda recortar el
gasto", cuenta Ángel Laborda, director del gabinete de coyuntura de Funcas,
la fundación de las cajas de ahorros. "Pero los elevados déficits y los
impuestos no son las únicas razones para explicar lo que está ocurriendo. David
Cameron recorta el Estado británico porque no tiene más remedio. Pero también
por ideología. Cameron cree que menos Estado es mejor".La ideología ha
jugado un papel determinante en toda esta historia. En un segundo plano durante
los años de gloria keynesiana (1940-1970), las enseñanzas de la Escuela Austriaca
y después de la de Chicago, caracterizadas por un sesgo extremadamente
individualista, emergen con fuerza a finales de los 70 en las políticas que
practican Ronald Reagan y Margaret Thatcher. En especial la que se fija como
meta reducir el tamaño del Estado. "Yo en esta cuestión soy como Lenin. Es
preferible menos pero mejor - dice Joaquín Trigo a manera de provocación-.Una
administración no es mejor por ser mayor, sino por ser más eficiente",
añade el director ejecutivo de Fomento del Trabajo, uno de los economistas que
más ha trabajado en la difusión de ese ideario en España.
"El deseo de un funcionario, como el de toda persona, es que su
departamento crezca. Cuanto más crezca, mejor. Y cuando ya ha crecido mucho,
quiere montar una agencia - prosigue Trigo en tono sarcástico-.En España la
burocracia tiene mucho poder porque los políticos son débiles. Hay que reducir
normas. Sólo sin contar el BOE hay más de 700.000 páginas de normativa de las
comunidades autónomas que son inabarcables para una empresa. Todos los
políticos quieren dos cosas: llevarse una medalla a casa y hacer una ley,
aunque sea de responsabilidad social corporativa. Es lo que ocurre".
Algo de ese recelo innato a la administración pública asoma en las palabras que
pronunció el lunes en la Comisión de Economía del Parlament de Catalunya Andreu
Mas-Colell. "Adelgazar la administración sería un objetivo que perseguir
aunque no tuviéramos un problema fiscal que nos obligara a ello... Es bueno por
sí mismo. Los gobiernos tienen muchas responsabilidades, tanto en el ámbito de
los servicios públicos, como en el de la promoción económica, pero debemos
librarnos de la idea de que garantizar un servicio público implique siempre que
la prestación de ese servicio deba hacerse desde la administración
pública".
La Generalitat catalana no es una excepción en este cometido. Catalunya será
pionera en los recortes por razones de ciclo electoral: el resto de comunidades
autónomas y los ayuntamientos están pendientes de la celebración de elecciones.
Los recortes deberán esperar. "La pena será que recortaremos sin un
verdadero debate de fondo. Sin ver caso por caso. Iremos a remolque de lo que
ocurra fuera", afirma Tugores.
El temor a que el proceso se realice de manera indiscriminada es compartido también
por Francisco Longo, director del Instituto de Gobernanza y Dirección Pública
de Esade. "Yo encuentro normal que cuando a alguien le preguntan si quiere
más Estado, la gente diga que no. ¡Cómo va a querer más Estado como el que hay!
La gente debe tomar mayor consciencia fiscal. No puede seguir tolerando
administraciones que financian clubs de fútbol de primera, franquicias de medios de comunicación, burocracias ineficientes y decisiones sin
transparencia".