–¿Es la decapitación el método para ejecutar que más utilizan los narcotraficantes?

–La mutilación es la más común de sus torturas, y el cortar la cabeza es la mutilación final en una secuencia de terror. Empiezan por cortarte un dedo, una mano, una pierna… hasta terminar con la decapitación, que es “la cereza del pastel”.

Con una licenciatura en psicología y una maestría en criminología y política criminal que cursó en el Instituto Nacional de Ciencias Penales (Inacipe), Zúñiga Vázquez se ha dedicado a estudiar el fenómeno de las decapitaciones perpetradas por los cárteles mexicanos de la droga. Acaba de publicar el estudio Decapitados y narcomensajes: el lenguaje del crimen. 

El experto habla primero acerca de la importancia que tiene la cabeza humana:

“La cabeza es la parte del cuerpo que te da identidad y es la que coordina al resto del organismo. A un descabezado ya no se le identifica, es algo amorfo. Por eso la decapitación siempre ha tenido un simbolismo que va de lo mitológico, como el mito de la cabeza de Medusa, a lo ritual, como las cabezas que cortaban los aztecas y colocaban en sus altares llamados tzompantlis.

“Además, cortar la cabeza ha sido para algunas sociedades un acto punitivo, una forma de castigo. Durante el periodo de la Ilustración, con el fin de evitar lo más posible el dolor físico de la víctima, la sociedad francesa inventó la guillotina. Michel Foucault, en su libro Vigilar y castigar, decía que con la guillotina la decapitación se convirtió en un ‘acontecimiento instantáneo’, y al verdugo le bastaba comportarse como ‘un relojero escrupuloso’.”

–¿Cómo se da la decapitación entre los cárteles de la droga mexicanos?

–Según los análisis hechos a los cuerpos de las víctimas, los narcotraficantes practican la decapitación de dos maneras: la primera consiste en decapitar aún con vida a las personas, lo cual implica una tortura para infligir dolor; y la segunda consiste en cortarles la cabeza a quienes ya están muertos. En uno y otro caso se valen de distintos instrumentos.

–¿Cuáles son éstos?

–Para decapitar a personas vivas es muy común que utilicen la sierra Giggit, un alambre con dentadura en sus bordes que hace las veces de sierra, muy utilizado por los ortopedistas para realizar amputaciones. Se coloca a la víctima de rodillas, le circundan el cuello con el alambre y poco a poco lo van apretando con un torniquete, que puede ser un palo o un tubo. Es una decapitación muy atroz. La sierra Giggit provoca un corte limpio, uniforme.

“En cambio, para cortarle la cabeza a los cadáveres utilizan el machete, pues es un trabajo que debe hacerse rápidamente porque ya no implica el arrancarle ninguna confesión a la víctima. El machete es el instrumento idóneo para esta operación, aunque en ocasiones también llegan a utilizar cuchillos con bastante filo. 

–¿Desde cuándo comenzó a generalizarse la decapitación en el narcotráfico?

–A principios de los noventa empezó a darse más este fenómeno. Lo inició el cártel del Golfo y luego se extendió a las demás organizaciones criminales, porque se dieron cuenta de los estragos que en el enemigo causaba la decapitación. 

En su estudio Decapitados y narcomensajes, Zúñiga Vázquez detalla que el cártel del Golfo empezó a practicar la decapitación debido a que empezó a reclutar grupos de kaibiles guatemaltecos, que en su país recurrían a esta práctica, por lo que fueron ellos quienes realmente la introdujeron a México.

Explica el estudio:

“Los homicidios por decapitación en México aparecen a partir de la introducción de sicarios (homicidas a sueldo) provenientes de los grupos especiales de las fuerzas armadas guatemaltecas, mejor conocidos como kaibiles. Grupos entrenados para enfrentar a las guerrillas durante los setenta-ochenta y que luego de la instauración de las democracias y la muerte de las dictaduras dejan de tener una preponderancia y muchos quedan desempleados, motivo por el cual son reclutados por el cártel del Golfo, principalmente.”

Agrega el estudio que las decapitaciones –junto con los levantones y narcomensajes– “se han convertido en un modo de vida del narco. Es decir, en patrones de comportamiento repetitivos que van incorporándose a una manera de vivir, de tal suerte que terminan por naturalizarse y formar parte de la cotidianidad”.

Actualmente –dice el criminólogo–, la decapitación ha llegado a extremos aberrantes, como es la costumbre de ponerle una cabeza de puerco al decapitado. “Hay un mensaje en esta práctica; puesto que el marrano es el animal más sucio, colocarle una cabeza de puerco a la víctima es como decirle que fue un ser despreciable, bajo y cochino”.

Y concluye: “Hay una dinámica gozosa en las decapitaciones. Los narcotraficantes gozan con ellas. Es un goce que está más apegado a la muerte que a la vida. No hay ninguna ley que los detenga”.