Desplegaron la Whipala, bandera indígena con los mismos colores de la del movimiento homosexual, que se lucía más que la tricolor boliviana. En un plano menos simbólico y más de cortesía, no tuvieron la gentileza de darles un asiento a los invitados que atendían al tedioso acontecimiento a la intemperie, a 4.000 metros de altura bajo temperaturas gélidas.

Desde que empezó la onda populista en Bolivia, el decoro y el protocolo desaparecieron. Las exhibiciones impropias de quienes no entienden los significados de ambos términos, se magnificaron con los indígenas parlamentarios socialistas que ingresaron al Congreso Nacional el 2002. Algunos lo hicieron con su equipo de guerra. Plumas, arcos y flechas, equivalentes a cascos y metralletas, pero no fueron observados por el presidente del legislativo. Hubo una diputada que sacó una bolsa con hojas de coca y empezó a masticarlas en plena ceremonia inaugural ante la atónita mirada de invitados y periodistas.

Entre los triviales conceptos indigenistas, está el de no usar saco y corbata porque los occidentales lo hacemos. Pero también vestimos sweaters, chaquetas, zapatos, sombreros, camisas, y calzoncillos. Sin embargo estos no son vistos como creación extranjera, de lo contrario se impondría el poncho sin nada más.

Evo recorrió el mundo con su sweater de invención británica, también llamado pulóver -del inglés pullover- traducido al español como jersey. Para él ese atuendo es autóctono y multiuso. Formal, informal, de gala, deportivo. No se lo sacó ni en el sofocante clima caribeño cuando visitó oficialmente a Castro. Posiblemente lo usará en la posesión de Michelle Bachelet, aunque tal vez optará por la chaqueta sport de cuero. El presidente es un estereotipo muy representativo del indigenismo marxista. Su irrespetuosidad protocolar, declaraciones imprudentes, actitudes desafiantes y falta de buen gusto, son objeto de comentarios y sonrisas en los medios internacionales.

El protocolo no se inventó por capricho, se hizo para homogeneizar los procedimientos y la vestimenta entre los participantes a un evento importante, de manera que todos se sientan cómodos evitando situaciones engorrosas. Si se especifica en una invitación que el atuendo exigido es el traje, es porque se asume que todo invitado tiene esa prenda para sentirse en igualdad de condiciones que los demás. Cuando felicitaron a Morales en su gira post electoral, los que lo recibieron vestían formalmente como corresponde a la recepción de un presidente. Si el primer mandatario boliviano no sigue las normas universales, no sólo es él quien está fuera de lugar sino que pone en vergüenza al país y ofende a sus anfitriones.

Es parte del oficio de un presidente, saber que al aceptar convites de gobiernos extranjeros, hay que asumir las reglas que hacen a estos acontecimientos. El dicho conocido por todos o casi todos, es: “Cuando vayas a Roma haz como los romanos”. Al representar oficialmente a un estado, lo menos que se hace es seguir las normas circunstanciales. No se va a un casamiento en camiseta y nadie se presenta ante el Papa en bikini. Cada ropaje tiene su razón y su lugar. Si Evo quiere destacarse por las vestiduras, que diseñe una nueva indumentaria pero por lo menos con autenticidad y elegancia. Así hace el presidente afgano, los dignatarios africanos y el ex vicepresidente boliviano Víctor Hugo Cárdenas, que se lucía con fino traje y delicada manta al hombro. Si Morales va a seguir usando ropa occidental, que sea acorde con el momento. Obreros y campesinos también se arreglan para asistir a una fiesta. Por último, si su deseo es despreciar las maneras del mundo civilizado, que no acepte más invitaciones.